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Foto: Sandro Pereyra

La medicación de los gatos: paracetamol, ibuprofeno y aspirinas

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La mascota y su contexto.

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La autosuficiencia, saber un poquito de cada cosa, internet, el mercado farmacéutico absolutamente sobrepoblado, de fácil acceso, y la desidia para ir a consultar a un médico cuando nos aqueja un problema en teoría leve han incentivado la automedicación como forma de superar pequeñas afecciones. Me duele la cabeza y me tomo alguna cosa, ando resfriado y me compro tal otra, tengo fiebre y lo resuelvo con un fármaco conocido son acciones que, gracias a la venta libre de algunos productos, concretamos sin ningún tipo de prurito.

Con esto de que la mascota ahora es un integrante más de la familia, lamentablemente también se ha visto contagiada por el impulso de medicar sin supervisión. Lógicamente, no por iniciativa propia, en ese caso, sino por la nuestra. Algunos estudios indican que hasta 60% de las mascotas son medicadas por sus dueños sin una consulta veterinaria previa.

Lo curioso es que desconocemos los efectos de un fármaco en otra especie y, sin embargo, llegamos a la conclusión de que las dosis que deben recibir tienen que ser similares a las de un niño. Pero he aquí un dato relevante: un gato puede morir rápidamente sólo por ingerir una aspirina (sí, lo que para nosotros es una inocua aspirina). A continuación, otros ejemplos de ese tipo.

Paracetamol

Con propiedades analgésicas, pero sin cualidades antiinflamatorias clínicamente significativas, el paracetamol tiene efectos positivos cuando se busca bajar la fiebre frecuente. Se lo encuentra habitualmente en una serie de productos contra el resfriado común y la gripe. Pero en perros la cosa no es tan así. Apenas pasadas unas 24 o 48 horas desde su administración, puede haber síntomas de anorexia (no come), vómito, dolor abdominal y shock. Un tercio de los animales intoxicados con paracetamol muere entre las primeras 24 a 72 horas.

En humanos se utiliza como medida un gramo cada seis u ocho horas; no obstante, la dosis en perros es de 10 mg a 20 mg por kilo de peso, de dos a tres veces al día, siendo tóxica para el animal cuando llegamos a 100 mg por kilo.

Los gatos son mucho más sensibles a esta sustancia y los signos de intoxicación se desarrollan entre las tres y las 12 horas posteriores a la administración. Entre la sintomatología se destaca: debilidad, depresión progresiva, vómitos, disnea, taquicardia, las mucosas se van poniendo pálidas para luego cambiar a un color cianótico (azul en boca, nariz y orejas), estados comatosos y muerte entre las 18 y las 36 horas posteriores a la ingesta. Entonces, en gatos está totalmente contraindicado, ya que son incapaces de metabolizarlo y pueden morir por muy poco que tomen.

Ibuprofeno

El ibuprofeno es un antiinflamatorio no esteroideo, utilizado frecuentemente en humanos como antipirético, así como también para el alivio del dolor de cabeza, dientes o músculos, entre otros.

Si bien existen dosis que pueden ser efectivas para paliar ciertos problemas en nuestras mascotas, las que pueden llegar a intoxicar al animal son realmente bajas, por lo tanto, lo aconsejable es evitarlas.

Los síntomas por intoxicación varían de acuerdo a la dosis ingerida.

Leves: vómitos, diarrea, náusea, dolor abdominal, anorexia.

Moderados: vómitos con sangre, diarreas con sangre, aumento de la frecuencia de micción e ingesta de líquido hasta llegar a fallas renales.

Graves: convulsiones, descoordinación al caminar, coma, shock y muerte.

Aspirina

La aspirina es conocida por sus efectos en la coagulación de la sangre, y los perros que la consumen son más propensos a sangrar espontáneamente; la hemorragia también puede ser más difícil de controlar y detener.

Pero más complejo aún es su uso en gatos. Como carecen de una enzima llamada glucuronil transferasa, son incapaces de metabolizar su principal principio activo: el ácido salicílico.

Uno de los primeros signos evidentes es la pérdida de apetito. Otros síntomas son vómitos, diarrea y hemorragia intestinal ocasionada por ulceraciones en estómago e intestino delgado.

El sistema nervioso central es afectado y la mascota puede tener problemas al caminar, presentar debilidad, descoordinación e incluso un colapso. Puede ocurrir, además, una pérdida de conciencia o la muerte súbita.

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