Los mascoteros sabemos que a los perros hay que vacunarlos, ya sea una, dos o diez veces. Sin embargo, esta asociación no ocurre cuando lo que llega a casa es un gatito y pensamos en la prevención de enfermedades a corto plazo.
Los trastornos gastrointestinales se relacionan con los cachorritos, mientras que en los gatos los problemas de salud se vinculan con el aparato respiratorio. Pero al igual que en el caso canino, en los gatos esas enfermedades pueden prevenirse, o al menos es posible atenuar sus consecuencias concurriendo al veterinario y asesorándose con un plan de vacunas correcto (porque los gatos también se vacunan).
Cuando llegan las bajas temperaturas los amigos felinos pueden desarrollar infecciones respiratorias que cursan, dependiendo del individuo, de manera casi imperceptible o derivan en neumonías con riesgo de vida. Los primeros síntomas que llaman la atención son estornudos frecuentes, secreciones transparentes (acuosas) que salen de la nariz, costras tipo moco a los lados de cada orificio nasal y lagrimeo ocular. Si el cuadro avanza, puede observarse además pérdida del apetito, ánimo disminuido estarán menos activos–, tos y dificultad al respirar.
Causas
Existe un grupo de virus responsable de aproximadamente 90% de las enfermedades respiratorias gatunas. Alguno de ellos puede permanecer en platos, bandejas sanitarias, jaulas o ropa por meses, y la mala ventilación, la humedad elevada y el número de gatos que conviven son factores clave para que se la transmitan entre ellos.
Es tal el nivel de contagio que en poblaciones numerosas hasta 80% de los integrantes puede padecerlo, siendo los gatos jóvenes los más expuestos. Una consulta a tiempo al veterinario puede marcar la diferencia entre el disfrute o no de los primeros fríos.
En este tipo de enfermedades no es tanto lo que el virus genera sino lo que deja a su paso. Un animal con bajas defensas y con lesiones en la mucosa respiratoria, producto del trabajo viral, será sumamente tentador para que las vías aéreas superiores primero (nariz) y luego las vías aéreas inferiores (pulmones) sean ocupadas por bacterias encargadas de agravar el cuadro.
Los responsables de este tipo de sintomatología tienen nombre y apellido: herpes virus felino-1 y calicivirus felino. Estos desencadenan la rinotraqueitis viral felina. Dependiendo del virus, puede quedar activo en el ambiente por algunos meses, y en los casos de gatos que conviven en gran número, en malas condiciones de sanidad, el grado de contagio llega a ser muy elevado.
Los síntomas van desde estornudos, tos, mocos y lagrimeo hasta lesiones en lengua y neumonías secundarias. El contagio se da por el contacto directo entre enfermos y sanos, y el proceso para eliminar los virus de un gato enfermo puede tardar meses. Además, se transmiten de manera secundaria a través de jaulas, ropa, comederos. Muchos gatos incluso pueden ser portadores crónicos de la enfermedad. Afecta a gatos de todas las edades, pero los más jóvenes son los candidatos más firmes a padecerla.
Existen otros virus que afectan a los gatos que no necesariamente tienen que ver con el estado del tiempo; por ende, vacunarlos mata dos pájaros de un tiro: previene la aparición de los que se vienen en estas fechas y los que andan en la vuelta todo el año y que, en general, tienen una sintomatología diferente.
Vacunas y temores
Tiempo atrás algunos estudios sugerían que la vacunación en gatos aumentaba la posibilidad de aparición de tumores en la zona donde eran inoculados. Investigaciones recientes han intentado ahondar en esos datos (Jonathan Cano Henao, María Florencia Gallelli, Nélida Virginia Gómez, Revista Veterinaria Argentina, vol. XXVIII, agosto 2011). Con el objetivo de determinar si existía una relación entre lo que se inyectaba y la aparición de tumores, se trabajó con vacunas que contenían antibióticos. También se tuvo en cuenta si la frecuencia de la aplicación tenía que ver con la aparición del tumor (sarcoma) en gatos. Los resultados no pudieron vincular ningún tipo de vacuna, empleo de jeringas ni traumas con la detección de tumores en el área. En cambio, hubo evidencias de que algunos medicamentos de acción prolongada podrían estar asociados a la formación del tumor, pero tales medicamentos no son de uso frecuente en la clínica diaria.