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Nutrición de niños y adolescentes: de la vianda a la cantina

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Un equipo formado en diversas disciplinas se enfoca en el rol docente y de los padres para equilibrar los platos.

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“Los papás resolvemos a último momento, pasa mucho”, dice la ingeniera alimentaria Natalia Rege. Así como es la primera en admitirlo, hace dos años salió al mercado con Nutrimedio, un emprendimiento en el que la acompañan una psicóloga, una educadora, una profesora de educación física y tres magísters en nutrición. Según el contenido o el tipo de actividad a realizar se apoya en estas asesoras técnicas, con quienes ha desarrollado recetarios, brindado talleres y formación de distinta índole para instituciones y familias. “Todo tiene que ver con qué elegimos y cómo planificamos la semana”, afirma, desmitificando la idea de que preparar la vianda lleva muchísimo tiempo. Rege y su equipo, alineadas con las tendencias más saludables pero sin fanatismos, intentan destronar los embutidos y las frituras del tupper escolar. “Si abro una lata de atún, le pongo arroz, tomates, unos cubitos de zanahoria o unas arvejas, lo que tenga a mano en la alacena, tiene una calidad nutricional mucho mejor y la elaboré en el mismo tiempo que unos panchos con puré”.

Uno de los principales lugares donde encuentran a su público objetivo es en centros educativos, ya sea colegios como ONG. “Nos guste o no, todos los días tenemos que tomar decisiones con respecto a lo que vamos a comer, a tomar, a comprar. La alimentación tiene muchas facetas: no sólo nos alimentamos porque nos gusta o porque nos va a hacer bien, sino que también está lo vincular, lo social”. De allí que trabajen con los niños y con sus referentes. “El otro día tuvimos una capacitación con maestras sobre cómo manejarse hoy, cuando hay niños hipertensos, con obesidad, enfermedades no transmisibles que ya no son de los abuelos, como en mi época”. Paralelamente encaran el asunto de saber leer las etiquetas, de “orientarlos en ese sentido, por lo que tienen en la cantina, o cuando vienen los postrecitos o ciertos productos reiteradamente en las viandas de los niños. Tratamos de ayudarlos, porque puedo dar un contenido programático sobre qué bueno es comer frutas y verduras y después, en el recreo, la maestra está frecuentemente con una gaseosa. No es que esté prohibido, pero si es un hábito, se contrapone con lo que se está dando en el aula. Esto aplica para el docente y para los padres. Claramente el niño aprende más de lo que ve y de lo que le ponen en la mesa que de lo que escucha. Por eso trabajamos con los adultos, generando un espacio de intercambio para ver, por ejemplo, cómo enfrentamos una situación de celiaquía, o, en lineamientos más generales, a qué nos referimos por alimentación saludable”.

Los consejos buscan ser sencillos, algo que muchas veces sorprende a las familias, dice Rege. “Lo importante es que sepan ciertos tips: cómo enriquezco un arroz blanco, que no es malo ni mucho menos, pero que son sólo carbohidratos; que entiendan por qué no son buenas las papas noisette o cuál es el agregado que tienen los panchos que hace que no sea recomendable comerlos habitualmente”. Entre las alternativas a tanto envasado y ultraprocesado está, por ejemplo, el omelette: “con arvejas y queso (en la medida justa), o, si al niño le gusta comer sólo con color rojo, mandale un tomate, además”.

Para el postre recomiendan la fruta, claro, y que las preparaciones a base de leche estén presentes sólo una vez a la semana, pero advierte que hay muchas variables que inciden, como la publicidad no regulada, o nociones arraigadas sobre alimentos sobrevalorados, como la gelatina: “Está el concepto de que es súper saludable, quizás porque en los sanatorios dan gelatina, pero ahí tiene una función en el posoperatorio, para ver si se toleran las preparaciones; en realidad tiene más o menos 10% de proteína y en muchas marcas los primeros ingrediente son el azúcar y el colorante”. Así que hay que ingeniárselas. “Está estudiado que cuanto más veces se exponga el niño a un alimento eso va a hacer que lo acepte, pero hay que prepararlo de distintas maneras”. En ese sentido, el durazno en almíbar es una “opción intermedia”, afirma Rege. Casi todo vale para competir con lo palatable, lo abundante en grasas, con la piñata llena de caramelos, con la comida rápida como recompensa, “un consumo que antes era esporádico y hoy está exacerbado, aunque no es rápida ni más barata. Es cuestión de hacer el clic y tener una mirada más crítica y más abierta. La alimentación tiene muchos mitos, se informa por internet, donde gente que no está formada opina, y hay muchas modas”.

Nutrimedio

Talleres para familias: próximas fechas, sábado 16 de marzo en Maldonado y sábado 6 de abril en Montevideo. Cuestan desde $ 600 (para dos personas) hasta $ 1.000 (grupo de cuatro) y abordan la planificación de menús adaptados al ritmo de vida actual. La propuesta busca involucrar a los niños desde chiquitos en las tareas relacionadas con la alimentación, por lo cual, mientras realizan el taller con los adultos, simultáneamente tendrán una propuesta lúdica. Más datos por Facebook/nutrimedio o mediante suscripción al mailing gratuito en nutrimedio.com.uy

En la tienda online venden luncheras y combos, “porque hicimos un relevamiento y vimos que había un montón de deficiencias, como portaviandas que no eran aptas para microondas o que no mantenían la cadena de frío, que no tenían el tamaño de porción adecuado, de materiales no aptos o de origen dudoso, con sustancias potencialmente tóxicas que pueden migrar al alimento”.

Otro servicio que ofrecen son los “nutrimomentos”, que consisten en sets para generar instancias –una acampada en el living, un picnic, una huerta– durante las que no se coma mirando una pantalla.

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