Es común que algunos padres confundan la crianza respetuosa con la crianza permisiva, pero estos enfoques son muy diferentes. La crianza respetuosa, como la Disciplina Positiva, tiene como objetivo educar a los niños y adolescentes con amor, dignidad y respeto, promoviendo una relación basada en la confianza y el entendimiento mutuo.
Hoy en día, es común ver en redes sociales reels, frases o comentarios que dicen: “la crianza respetuosa romantiza la crianza”, “en mis tiempos la chancla lo arreglaba todo”, “a los niños de ahora no se los puede ni tocar”. Este contenido no sólo respalda prácticas y correctivos que van en contra de los derechos de niños y adolescentes, sino que también generan gran confusión y malentendidos respecto a lo que verdaderamente es la crianza respetuosa.
Aprovecho para invitar a una reflexión profunda sobre las implicaciones de estos métodos punitivos (golpes, amenazas, chantajes emocionales, etcétera) en el desarrollo de niños y adolescentes, citando a la doctora Jane Nelsen, coautora de Disciplina Positiva, con su famosa frase: “¿De dónde sacamos la loca idea de que, para que un niño se porte bien, primero hay que hacerlo sentir mal?”.
Muchos adultos hemos tenido que acudir a terapia para trabajar problemas emocionales. En esos espacios de sanación, descubrimos que, en muchos casos, nuestros traumas o dificultades en las relaciones se gestaron en la infancia debido a la forma en que fuimos tratados. Tanto el miedo provocado por una crianza excesivamente autoritaria como la carencia de estructura y límites a causa de la negligencia pueden afectar nuestro bienestar emocional a corto y a largo plazo.
La crianza respetuosa, por el contrario, no se basa en el miedo o en la imposición, sino en enseñar a los niños a través del ejemplo y la empatía. Cuando los niños crecen en un ambiente donde son escuchados, comprendidos y donde sus emociones son validadas, desarrollan habilidades de autorregulación, empatía y responsabilidad.
Disciplina Positiva es un enfoque de crianza democrático. Esto implica ser amables y firmes a la vez, ejerciendo el respeto de manera bidireccional, es decir, de padres a hijos y de hijos a padres. Los padres son amables cuando respetan las necesidades de sus hijos y los hijos son respetuosos con las necesidades de sus padres y de las situaciones.
Amabilidad y firmeza
Ser amable no significa ceder a todo lo que los niños desean, sino más bien comprender y respetar las características propias de cada etapa del desarrollo para acercarnos a nuestros hijos de manera adecuada. Por ejemplo, debido a la inmadurez cerebral y la baja tolerancia a la frustración, los berrinches son algo común en la primera infancia. Comprender esto nos ayuda a los padres a ser más asertivos para que en lugar de castigarlos por algo natural a su edad, los ayudemos a manejar sus emociones, incrementar su umbral de tolerancia y aprender a autorregularse. Algunas de estas acciones implicarían calmarlos con abrazos, distraerlos, cargarlos o guiarlos hacia otras actividades. Sin embargo, si el niño se desregula al punto de lanzar objetos, golpear o lastimarse, es crucial que los padres seamos firmes para protegerlo y actuar acorde a la situación. En este caso se debe intervenir de manera respetuosa pero consistente, deteniendo el comportamiento inadecuado, ya sea tomando sus manos o alejándolo del entorno, si es necesario.
Como vemos, somos amables cuando comprendemos y respetamos las características propias de cada etapa de nuestros hijos, pero también debemos ser firmes para actuar en concordancia a los valores familiares y pautas de convivencia social.
Ambiente democrático
El desafío de ser amable y firme al mismo tiempo puede parecer sencillo en teoría, pero en la práctica de la vida cotidiana es un equilibrio difícil de mantener. En mis talleres de crianza con Disciplina Positiva es frecuente escuchar a los padres comentar que tienden a un único estilo de parentalidad. Es decir, o son firmes o son amables, pero no saben cómo ser de las dos maneras a la vez. Esto tiene mucho que ver con la forma en la que fueron criados. Algunos tienden a replicar el mismo patrón con sus propios hijos y otros se pasan al estilo contrario al cual fueron criados. Pero una vez más: estamos anclados en un solo estilo, perdiendo la valiosa oportunidad de aprovechar lo mejor de cada uno de ellos.
Si se practica un estilo solamente amable, se ejerce una parentalidad permisiva o demasiado flexible en la que los niños o adolescentes son el centro y están por encima de los padres, que se esfuerzan por complacerlos en todo sin establecer límites. Los niños y adolescentes criados bajo este estilo carecen de estructuras, valores y responsabilidades. Esto puede generarles caos, rebeldía, inseguridad, miedo y desorden.
Por otro lado, si somos solamente firmes, entramos en un estilo autoritario. Aquí los padres imponen órdenes rígidas sin dar libertad o espacio para la expresión emocional de sus hijos. Este enfoque es vertical y pone a los padres por encima de los hijos, limitando la escucha activa y la empatía. Los padres autoritarios se centran únicamente en las necesidades de su propio mundo de adultos sin tener en cuenta la situación emocional de los hijos. Por ello, la palabra clave para ejercer una crianza respetuosa es la “y”; es decir, ser amables y firmes, integrando lo mejor de cada estilo de manera simultánea.
La crianza respetuosa consiste en tener la capacidad de navegar entre las vivencias de los niños y adolescentes y las de los adultos. Los padres debemos ser capaces de entrar en el universo de nuestros hijos para ver las cosas desde su perspectiva y poder conectar con ellos, pero también debemos hacerlo desde nuestra realidad adulta, atendiendo nuestras necesidades y las propias de vivir en sociedad.
Se trata de criar con amor y respeto, entendiendo que el desarrollo de los niños y adolescentes implica atender desafíos que requieren acompañamiento y guía. La crianza respetuosa como la Disciplina Positiva permite que tanto padres como hijos crezcan juntos, construyendo una relación basada en la confianza, el respeto mutuo y la empatía.