“Por fin, cuando el hombre, cansado de esperar, ya se encontraba fatigado, vio un tranvía que portaba el letrero de su destino”, comienza el párrafo final de Cuento del hombre que esperaba el tranvía, del portugués Fernando Pessoa. El devenir de ese medio de circulación en Montevideo, a partir de 1868, es el eje de un gran puzle urbano, una muestra compuesta de pequeñas y grandes piezas. Este miércoles a las 12.30, el Archivo Nacional de la Imagen y la Palabra del Sodre (ANIP, Sarandí 450) inaugura Cien veces tranvía, una exposición que propone un recorrido singular por la historia del transporte colectivo de Montevideo, desde el tranvía de caballos, pasando por la llegada del eléctrico, hacia 1906, y su posterior desaparición, ocurrida a mediados de la década de 1950. Pero, además, se permite un abordaje comparativo con los cambios en la tecnología que afronta el transporte colectivo actualmente.
La sede del Archivo, que abarca la esquina de Sarandí y Misiones, con ventanales que llegan hasta el piso y un subsuelo que es parte de la sala de exposiciones, albergará una treintena de paneles así como textos del curador, el periodista cultural Carlos Reyes Möller, junto con valiosas imágenes del acervo de la institución y otras cedidas por el Centro de Fotografía, más algunas especialmente captadas por Andrés Fernández Pintos, de los rieles que todavía sobreviven en ciertas calles.
Foto: Andrés Fernández
“La exposición busca ser original en forma y en contenido, poniendo en diálogo ambos aspectos”, recalca el curador. En ese sentido, el visitante también encontrará objetos de alto valor patrimonial, como boletos, contratos, estatutos, balances, boletas, mapas, medallas, documentos, publicidades, textos de escritores (en prosa y en verso, que incorporan el tranvía como tema) y memorialistas uruguayos, incluso maquetas, pertenecientes al museo de Cutcsa. En una de las vitrinas destaca una corneta de mayoral (como se designaba al conductor del tranvía de caballos) fabricada en guampa.
Complementan este enorme relevo los aportes fílmicos del archivo de Cinemateca Uruguaya y un documental realizado para esta muestra que recoge testimonios de los pasajeros de los últimos tranvías, los que hicieron sus recorridos finales en 1956. Con ese fin, Regina Castro Cataldi entrevistó durante meses a personas que utilizaron el tranvía cuando eran niños o jóvenes. Son entrevistas a personas mayores, que se remontan 70 años atrás. Reyes Möller afirma que “eso abrió una reflexión sobre la memoria y sus fragilidades”.
Inabarcable y fascinante en partes iguales, este personal paseo histórico va al rescate del “entramado social, la vida cotidiana, la literatura y la evolución de la tecnología”, resume. Si bien la muestra trata del tranvía montevideano, su contenido lo enfoca desde múltiples puntos de vista, articulando textos propios y ajenos, incluyendo prensa de época, clásicos de especialistas en el tema, historia cuantitativa, anécdotas, reflexión estética e historia de las costumbres y de las mentalidades. "Y una reflexión sobre el transporte público eléctrico de ayer y de hoy”.
El montaje reúne 88 años de historia local, mientras va pintando varias épocas, a partir de que este medio de transporte fue implementado por criollos, en el siglo XIX, y cómo fue pasando a manos de empresarios ingleses (Sociedad Comercial de Montevideo) y alemanes (La Transatlántica), hasta convertirse prácticamente en un monopolio. “Luego llegó la electrificación, la Belle Époque y los años 20, cuando el tranvía era amo y señor de las calles montevideanas”, apunta Reyes Möller. “A fines de los años 20 empieza el ómnibus a competir, y en los años 30 el tranvía hace lo que puede. La cosa empeora y en 1947 se nacionaliza. El Estado lo pasa a la órbita municipal y fundan Amdet. Entonces empieza su última década de vida y decadencia. En 1956 es el gran apagón tranviario de Montevideo; queda una línea que sigue un poco más. Es un ciclo que describe muy bien al Uruguay de la modernización”.
Memorias ciudadanas
Cien veces tranvía habla tanto de los niños que se colaban en el tranvía de caballos como de los montevideanos yendo a la playa en tranvía. “Se busca rescatar las vivencias de los pasajeros de otros tiempos, las buenas y las malas. El tranvía como sacrificio, como diversión, como lugar de sociabilidad, y también la nueva mirada a la ciudad que nace con el sistema tranviario”, apunta el investigador. En diferente proporción, este paseo por la historia social comprende, además, “las vivencias de los trabajadores del tranvía, de los empresarios, las huelgas, los accidentes. La exposición trata también del tranvía con relación al correo, el Ejército, las instituciones estudiantiles, los sepelios tranviarios...”.
“Juan Zorrilla de San Martín nunca tuvo auto. El Poeta de la Patria prefería el tranvía. También Carlos Vaz Ferreira, quien aprovechaba el viaje para escribir, apoyando la hoja sobre el portafolio, a modo de escritorio. El poeta Julio Casal escribía algún verso en el boleto, cuando la inspiración lo asaltaba dentro del vagón”, destaca Reyes Möller, y agrega: “Viajar en el tranvía montevideano podía ser entretenido. José de Freitas, destacado jurista, tomaba el tranvía desde Pocitos al Centro por las mañanas, leyendo el diario en el trayecto, o conversando con Juan Andrés Ramírez. Detrás del vagón iba su coche con su chofer: tal era el gusto con que vivía esa sociabilidad sobre rieles”, se lee en un panel introductorio.
La muestra podrá visitarse de lunes a viernes de 11.00 a 17.00 en el Archivo Nacional de la Imagen y la Palabra al menos hasta setiembre, y luego será de carácter itinerante por el interior del país.