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The Righteous

Lo primero es la familia; Dios viene después

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La comedia The Righteous Gemstones, en HBO.

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Si el alcohol es, en palabras de Homero Simpson, “la causa y la solución de todos los problemas de la vida”, la religión merece una definición igual de ambigua. Las religiones organizadas suelen basarse en preceptos tan compartibles como el amor a los otros, la solidaridad y el respeto, pero son usadas de excusa para las intolerancias más aberrantes y la acumulación obscena de capital.

Está bien, si hay dioses (o sus representantes en la Tierra) que prometen amor a cambio de amor, tiene sentido que existan quienes prometen recompensas económicas a aquellos que todos los meses, sin excepción, donen unos dinerillos. Ahora, ¿qué sucede con los billetes que se colocan en la canastita que circula al cierre de cada ceremonia?

Una de tantas posibles respuestas se encuentra en la primera temporada de The Righteous Gemstones, la nueva comedia de HBO que prometió hincarle el diente al mundo de los teleevangelistas y lo hizo, aunque algunas mordidas fueron más profundas que otras.

Los protagonistas, por supuesto, son los integrantes de la familia Gemstone. En el escalón más alto de la pirámide alimenticia se encuentra el doctor Eli Gemstone, interpretado con calidad por John Goodman. El patriarca sufre por la pérdida de su esposa, al tiempo que busca crear nuevas franquicias de su imperio de la fe.

Sin embargo, quienes cargan con el mayor peso narrativo son sus tres hijos. Cada uno de ellos cree ser el sucesor perfecto de su padre, y cada uno de ellos fracasa una y otra vez al intentar ganar su favor. En especial la pobre Judy (Edi Patterson), que carga con el hecho de ser mujer y actúa de forma cada vez más patética para llamar la atención.

La verdadera puja está entre los dos hombrecitos de la familia, que son encarnados por dos actores cuyas carreras parecieran estar destinadas a depositarlos en estos roles. Danny McBride (creador de la serie) ya había perfeccionado su papel de “sureño repugnante” en Eastbound & Down, también nacida de su pluma.

Hay cosas de su Kenny Powers en Jesse Gemstone, pero pulidas, hasta lograr el perfecto sureño repugnante, que tiene problemas para controlar a su propia descendencia.

El otro hermano Gemstone es Kelvin. Adam DeVine, uno de los creadores de la serie Workaholics, viene representando a la perfección al jovencito estúpido, aunque a veces el guion no esté a la altura de las circunstancias, como en la infame Game Over, Man! (Kyle Newacheck, 2018). Kelvin es un poco menos tonto, pero la historia se aprovecha mucho mejor de su falta de lucidez.

Del resto del elenco es necesario señalar a un integrante más, cuyo papel secundario se devora la pantalla en cada oportunidad en que la cámara lo enfoca. Se trata de Walton Goggins, veterano de mil batallas, quien ha sido actor de reparto series como The Shield, Justified o Sons of Anarchy.

En esta ocasión interpreta a “Baby” Billy, cuñado de Eli y buscavidas profesional, que volverá al círculo íntimo cuando el franchising necesite nuevos responsables.

Parabólicas

La trama que mueve esta primera temporada (la serie fue renovada en setiembre) tiene como protagonista a Gideon, interpretado por Skyler Gisondo. El hijo mayor de Jesse Gemstone regresa después de haber abandonado el negocio... digo, la familia. Y al igual que en la Parábola del Hijo Pródigo, habrá quien sienta celos y quien decida sacrificar a un animal para hacer una barbacoa en su honor.

Detrás de este regreso se esconde un plan macabro, elaborado junto al torpe y violento Scotty (Scott MacArthur, a quien vimos recientemente en El Camino: A Breaking Bad Movie). Juntos pondrán en aprietos primero a Jesse y luego a la familia entera, teniendo como objetivo los famosos billetes que pasan por la canastita. Que en los domingos festivos pueden sumar millones de dólares.

Durante la temporada seremos testigos de los intentos de Gideon y Scotty por chantajear a los Gemstone, pero también de la original relación entre Kelvin y el ex satanista Keef (Tony Cavalero), las disputas de la megaiglesia con un pastor local (Dermot Mulroney) y la abnegada paciencia de las esposas de Jesse y sus amigos.

La mayoría de las subtramas se resolverán de manera satisfactoria en el final de temporada, aunque casi todas coqueteen con el cliché de “el amor lo puede todo”. Y ese no es el mayor de sus pecados.

No es que se trate de una crítica obligatoria, pero McBride-creador tiene en sus manos un material muy jugoso para la crítica mordaz, como lo son los evengelistas multimillonarios (su fortuna no rivaliza la de los Roy en Succession, pero asombra). Sin embargo, deja una parte demasiado grande del trabajo crítico al espectador. Sí, se muestran los millones y la opulencia, pero el pobre Eli Gemstone no es consciente de las desigualdades. Para peor, vive triste por la desaparición física de su esposa.

Las risas no faltan. Las actuaciones son una mejor que la otra. Hay suficiente material para alimentar varias temporadas. Pero es imperdonable que en este momento de un resurgir peligroso del costado más oscuro de la religión organizada (el conservadurismo y la intolerancia), las mentes filosas detrás de esta serie tengan tanta misericordia hacia la ocupación de sus protagonistas.

The Righteous Gemstones puede verse en la plataforma HBO GO o en los servicios de streaming de la televisión para abonados si cuentan con el paquete HBO.

La vida después del béisbol

También en HBO se encuentra la mencionada Eastbound & Down, con cuatro temporadas que totalizan 29 episodios. Danny McBride es Kenny Powers, un beisbolista que llegó a las Grandes Ligas, tuvo todos los grandes vicios y volvió a su ciudad natal por la puerta pequeña.

Si después de ver a los Gemstone se quedan con ganas de más irreverencia, pueden recurrir a este título, sabiendo que el humor está bastante más al borde y que Powers es muchísimo más odioso. Pero es que a veces hay personajes que amamos odiar y este podría ser el caso.

Lo ideal sería ver esta serie primero, luego Vice Principals (otra creación de McBride para HBO) y finalmente a la familia de teleevangelistas. Pero Dios sabe que no lo vas a hacer.

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