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Palabra santa: ¡Shazam!, dirigida por David F Sandberg

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“Con un gran poder viene una gran responsabilidad”. Las palabras del tío Ben al joven Peter Parker, poco tiempo antes de que la irresponsabilidad del segundo le costara la vida al primero, marcaron a fuego a los seguidores de la narrativa de superhéroes, tanto de las historietas originales como de sus adaptaciones. Pero especialmente desde los lejanos años 80, cuando el desembarco de los guionistas británicos en DC Comics dio una inyección de fresca madurez a aquellos hombres de capa y mallita, hemos hecho demasiado énfasis en la responsabilidad, olvidándonos un poquito del poder.

Quizá las películas dirigidas por Zack Snyder sean el ejemplo supremo, pero incluso dentro del taquillero y aclamado Universo Cinematográfico de Marvel muchos personajes muestran cierta vergüencita de la parte divertida de tener más fuerza, más velocidad o más agilidad que el ser humano común. Una de las excepciones, irónicamente, es Peter Parker, aunque hasta el momento la figura del fallecido Ben brilla por su ausencia.

Será por eso que fue tan bienvenida la llegada de ¡Shazam! (David F Sandberg, 2019), basada en el personaje homónimo (aunque este dato merezca su propio recuadro en esta reseña): la historia de un joven golpeado por la vida durante 14 años, que un día es llamado por un antiguo hechicero a convertirse en su campeón, y recibe fabulosos poderes. Claro que tendrá que aprender sobre responsabilidades, pero mientras tanto Billy Batson aprovechará para divertirse de lo lindo.

Tom Hanks nos había mostrado cómo se comportaría un adolescente en el cuerpo de un adulto en Big: Quisiera ser grande (Penny Marshall, 1988), y ahora Zachary Levi nos trae una versión actualizada, en la era de las redes sociales y los videos virales, que no se olvida de aquella cinta y hasta le hace un pequeño homenaje.

La letra con rayos entra

Todo comienza cuando Billy (Asher Angel, versión masculina de Arya Stark) cae en el enésimo hogar adoptivo, regenteado por una pareja de latinos que construyeron su pequeña familia Benetton. El muchacho, que no deja de meterse en problemas, termina siendo elegido para encarnar la sabiduría de Salomón, la fuerza de Hércules, la resistencia de Atlas, el poder de Zeus, la valentía de Aquiles y la velocidad de Mercurio. Un cambalache mitológico que, si los editores respetaron mi uso de la negrita, les permitirá conocer el origen de la palabra que utiliza para transformarse.

A partir de la adquisición de semejante combo de habilidades, comenzará el tramo más entretenido de la película, que es (sabiamente) en el que se basó toda la publicidad, desde el primer tráiler hasta el último póster. La química entre el Billy adulto (Levi) y su hermano adoptivo Freddy (Jack Dylan Grazer) es la responsable del éxito final de esta aventura, mientras ambos intentan descubrir cómo funcionan los poderes y cómo sacarles provecho económico.

No será sencillo, ya que un villano tan clásico como macabro anda detrás del forzudo de capa y mallita. El doctor Sivana (Mark Strong) nunca superó el hecho de tener la entrevista de trabajo con el antiguo hechicero y que le dijeran “cualquier cosa te llamamos”, y tiene un montón de odio guardado para el reciente campeón.

Strong tiene menos para hacer que en Linterna Verde (Martin Campbell, 2011), cuando interpretó al complejo Thaal Sinestro, indudablemente lo mejor de aquel film. Esta vez le toca ser un Lex Luthor de poca monta y con una eterna mueca de desprecio, que le hará sudar la gota gorda a nuestro héroe en un par de peleas bastante destructivas. Aunque no tan destructivas como cuando las coreografiaba Snyder.

Dicho sea de paso, la publicidad muestra el costado cómico y para toda la familia, pero ¡Shazam! tiene sus momentos oscuros, que podrían asustar a los más pequeños. Felizmente, todo está enmarcado en una historia con mucho corazón, que tiene como leitmotiv el concepto de familia y combina luces y sombras en forma muy ochentera.

No todos los elementos que componen esta película funcionan a la perfección. La mitología del hechicero y sus enemigos podría resultar demasiado densa para un par de horitas. Y cuando entran en escena los Pecados Capitales, que son unas fuerzas sobrenaturales monstruosas aliadas al mismísimo Sivana, no pasan de siete criaturas intercambiables de Ray Harryhausen. Al menos una variedad cromática les hubiera venido bien.

Te pido la S, te doy la S

Con una banda sonora que combina momentos épicos y otros muy pop (como el personaje), referencias a superhéroes de DC que no apelmazan la historia sino que la amplían, y unas batallas finales diseñadas para irse del cine con una sonrisa, el gran público tiene todo para entretenerse conociendo a uno de los superhéroes más populares del siglo pasado. Y, si todo va bien, quedar entusiasmado a la espera de una secuela.

¡Shazam!. Dirigida por David F Sandberg. Estados Unidos, 2019. Con Zachary Levi, Asher Angel. En varias salas.

¿Cómo dijo que se llamaba?

De no ser por las leyes de copyright, en menos de un mes se hubieran estrenado DOS películas de Capitanes Marvel. O una de Marvel y otra del Capitán Trueno. Déjenme que les resuma brevemente la historia.

En 1939, plena Edad de Oro del cómic de superhéroes, la editorial Fawcett Comics (de la mano de Bill Parker y CC Beck) creó al Capitán Trueno, un jovencito que, al gritar “¡Shazam!”, se convertía en un héroe adulto con los poderes de Salomón, Hércules, Atlas, etcétera. Pero resulta que ya había un Capitán Trueno, así que rápidamente cambiaron el título, modificaron los globitos de texto y nació el Capitán Marvel.

Al poco tiempo, la revista del Capi se convirtió en la más vendida del mercado estadounidense, superando el millón de copias por número. Para entonces ya existían el Capitán Marvel Junior, Mary Marvel, los tres Tenientes Marvel y un conejito con superpoderes llamado Hoppy.

A DC Comics no le hizo mucha gracia que le arrebataran el primer lugar (luego se acostumbraría a ese puesto en las listas de ventas con honor y gallardía). Sus abogados consideraron que el álter ego de Billy Batson era una copia del álter ego de Clark Kent y comenzó un litigio que duraría muchos años y llegaría al juzgado en 1948. Los cómics de superhéroes perdieron mucho público luego de la Segunda Guerra Mundial, y en 1953 la editorial consideró que era más conveniente dejar de editarlo y pagar un dinero, que continuar la batalla legal.

Diez años después, las capas y mallitas habían vuelto a la popularidad, pero Fawcett Comics había firmado jamás volver a publicar al Capitán Marvel. Sin embargo, en un giro inesperado de los acontecimientos, DC le pagó a su antiguo enemigo por la licencia del personaje y en 1973 salió el primer número de ¡Shazam! En la portada de la revista no podía hacerse mención al verdadero nombre, ya que durante los años en que el Capi permaneció en el olvido, Marvel había creado (y registrado) su propio Capitán Marvel.

Tanto “¡Shazam!” para aquí y “¡Shazam!” para allá, que los lectores despistados creyeron que así se llamaba el sujeto. DC Comics se cansó de nadar contra la corriente. Cuando relanzó la serie, en 2011, con dibujos de Gary Frank y guiones de Geoff Johns (que son la inspiración directa de la película), decidió llamar Shazam al personaje. En palabras de Johns: “Total, todos creen que ese es su nombre”.

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