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Hombres lógicos: “Señor sí y señor no” plantea un dilema lingüístico y filosófico

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Las dos máscaras del teatro. A eso remite de forma instantánea la tapa de Señor sí y señor no, de la noruega Kari Stai, que acaba de publicar Topito. Dos hombrecitos opuestos, Señor Sí y Señor No, son los portadores de sonrisa y rictus triste, respectivamente, y se parecen tanto como se diferencian, en un juego de opuestos resuelto con sencillez mediante el uso del color y la forma.

Aunque un planteo como este es susceptible de encender las alarmas de una historia aleccionadora orientada a tener una actitud positiva, desde las primeras páginas se plantea el tono en el que se va a mover la historia: la paradoja y el humor.

A los buenos amigos Señor Sí y Señor No –una suerte de variación del oráculo que siempre dice la verdad y el que siempre miente– se les complica la vida y la convivencia al llevar a un extremo su capacidad de respuesta, que se limita a asentir y negar. Como, a pesar de esta característica que los opone, los protagonistas son amigos, deberán buscarle la vuelta al problema, y vaya si lo logran, aunque para eso deberán devanarse la cabeza pensando y superar los escollos de una aventura.

El eje del cuento es el ejercicio lógico, es llevar al extremo una actitud. Un divertimento que a los niños les fascina: el vértigo del infinito al preguntarse qué pasaría si… (igual que al preguntar una y otra vez por qué). ¿Qué pasa si digo siempre que sí? El Señor Sí se llena de cosas, porque no puede negarse a recibirlas. ¿Cómo supero la eterna negativa del Señor No? El truco que se le ocurre al Señor Sí para convencer a su amigo de que lo acompañe a pasear es sencillo y lingüístico: la doble negación. Por otra parte, el asentimiento perpetuo tampoco es solución: por decir ‘sí’ de forma irreflexiva se meten en líos difíciles de resolver. Necesitan ser ingeniosos, hablar en la lengua de los cocodrilos, ser capaces de decidir cuándo decir ‘sí’ y cuándo decir ‘no’.

La sospecha del comienzo queda plenamente descartada: Señor Sí y Señor No plantea un dilema lingüístico y filosófico y lo resuelve a ese nivel, mediante un cuento con todas las de la ley, una pequeña aventura que estos peculiares amigos emprenden –y resuelven– entre los dos. Se pierde un poco el juego de palabras del título en su idioma original: Jakob y Neikob funcionan como dos nombres propios, pero esa dificultad se salva sin mayores problemas mediante la solución que permite el español.

La ilustración es sencilla, esquemática –recuerda los collages con papel glasé infantiles–, características que refuerzan el plantel del texto. El final, de aprendizaje y saludable contaminación entre ambos personajes, nos deja picando una inquietud: “Señor Sí, vos también vas a tener que aprender a decir ‘no’: no va a estar siempre el Señor No para sacarte las castañas del fuego”. Capaz que en el regreso a casa discuten eso.

Señor Sí y señor No, de Kari Stai. Topito ediciones, $350.

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