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Mis dos vidas

Caminos opuestos: sobre Mis dos vidas

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La película aborda con comedia el dilema entre el profesionalismo y la maternidad.

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La estrella de la serie juvenil Riverdale, Lili Reinhart, es la protagonista de la última y exitosa comedia dramática original de Netflix: Mis dos vidas. Dirigida por la joven cineasta keniata Wanuri Kahiu (Rafiki), no es simplemente una comedia romántica más: es una comedia romántica efectista con tintes imaginarios que resulta una acogedora sorpresa por lo sencillo y efectivo del relato paralelo, en una era en que el multiverso y lo megafantástico relucen.

Reinhart le da vida a Natalie, una aspirante a dibujante que tiene todo planeado: después de terminar sus estudios con honores se mudará a Los Ángeles y vivirá de hacer películas animadas. Pero, como casi siempre sucede, su vida se da vuelta antes de su graduación en la universidad cuando tiene intimidad con su mejor amigo Gabe (Danny Ramirez) y a partir de ahí se nos presentan dos posibles mundos de Natalie, dos versiones de sí misma. Su vida se divide en realidades en apariencia incompatibles: una en la que queda embarazada y se queda en su Texas natal para criar a su bebé y otra en la que se muda a Los Ángeles con su mejor amiga para seguir su vida profesional.

La historia nos recuerda a otras tantas en las que el destino de una persona es determinado por un simple acto bisagra. Por nombrar sólo algunas, Dos vidas en un instante, en la que Gwyneth Paltrow interpreta a una mujer londinense cuya vida amorosa y carrera dependen de si toma o no un tren, o la espectacular Match Point de Woody Allen, en la que al inicio y con un increíble simbolismo, una voz en off nos plantea que cambiará el resultado del partido, en un punto decisivo, según el lado en que caiga la pelota de tenis tras un rebote.

De forma similar, Mis dos vidas relata en paralelo los posibles destinos de Natalie según el resultado de ese test de embarazo. En líneas de tiempo duales que resultan ágiles y que se alternan con hermosas animaciones, se narra el transcurso de cinco años en la vida de Natalie en esas dos vidas en apariencia antagónicas. Mientras que en la de Natalie mamá todo es pañales, cansancio, agobio, aislamiento de la vida social y falta de inspiración para dibujar, en la de Natalie en Los Ángeles hay enfrentamientos con una jefa dura, cuestionamientos de la vocación y dudas sobre el amor en un ambiente no tan idílico como se esperaba.

Pero las dos vidas de Natalie tienen puntos en común que son, en definitiva, la esencia de la película y lo que la transforman en una fresca comedia romántica: el espíritu de seguir adelante, la búsqueda interior de lo que nos apasiona y la duda existencial de “¿qué pasaría si...?”. Ambas se entrelazan y toda su historia es una alegoría del constante riesgo humano de perder el control de lo que nos pasa y de que todo cambia de un minuto a otro.

Se destaca la actuación de Lili Reinhart, que encarna a las dos Natalie con absoluta naturalidad y una refrescante sinceridad. Es una película cálida y entrañable que nos viene a recordar la importancia de vivir el momento, el devenir natural de los imprevistos, pero sobre todo con una gran virtud: complacer a quien busca un recreo sin grandes preocupaciones.

Mis dos vidas. De Wanuri Kahiu. En Netflix.

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