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Relatos nocturnos en el Uruguay colonial: Misteriosa Banda Oriental

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Sebastián Pedrozo presenta cinco cuentos en los que confluyen la historia y lo sobrenatural.

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Editar

La apuesta de Sebastián Pedrozo en Misteriosa Banda Oriental es ambiciosa, en tanto implica poner en juego el relato de horror en el tiempo remoto en que el territorio que habitamos era la Banda Oriental. Empecemos por afirmar que sale airoso de esa empresa. Lo que entrega en estas páginas es bastante más que cinco relatos de horror en los que fantasmas, monstruos, vampiros y ritos se dan cita, y, aunque el texto es rico en referencias que permiten situarse en tiempo y lugar, se ubica a una distancia saludable del relato histórico.

Hay –se nota– una adecuada fundamentación histórica y documental, pero además la materia que compone el volumen presenta un universo propio, sombrío y tangible, característica esta última que es la clave del efecto sobrecogedor que provoca la lectura.

Con una obra extensa en el campo de la literatura infantil y juvenil (LIJ), Pedrozo ha incursionado en la temática de horror al punto que podríamos considerarla una sección definida en ese conjunto. Desde Terror en el campamento en 2009 hasta Lucy y las criaturas en 2022, pasando por Tormenta zombi, de 2016, la inclinación por este género ha vertebrado la obra del autor, sin que esto signifique, ni mucho menos, que haya una identificación entre ambas. Hay, sí, un recorrido en el que se enmarca Misteriosa Banda Oriental, que en su tono lúgubre remite más a Nocturama (2015) que a los anteriores, aunque sin la filiación decididamente juvenil de aquella. Catalogado en la categoría +10 de la editorial, este flamante volumen se propone como una lectura posible para adolescentes pero también para niños, sin dejar fuera, en verdad, a ningún lector.

La edición, con ilustraciones de Álvaro Zunini, es cuidada en los detalles y certera en la tonalidad gris y penumbrosa que el texto pide. Por otra parte, desde el vamos los paratextos nos ofrecen señales inequívocas como faros: la dedicatoria a Federico Ivanier, compañero de generación y uno de los mejores exponentes de la narrativa de la LIJ nacional; el epígrafe con una brevísima frase del historiador José Pedro Barrán, que no sólo homenajea a una tradición historiográfica, sino que funciona como síntesis de lo que transcurrirá en las páginas que abre: “la noche era invencible”. Una cita de Juan José Saer y otra de Juan Zorrilla de San Martín, y una breve crónica sobre Colonia del Sacramento, completan las referencias de este conjunto de cuentos, que seguramente se sostendrían por sí mismos en su universalidad, pero es en ese andamiaje sobre fondo gris que encuentran unidad y encarnadura.

El libro se abre con “Francisco y el corazón del conquistador”, el único de los relatos que está protagonizado por un personaje histórico: Francisco del Puerto, el grumete que viajaba en la expedición de Juan Díaz de Solís, único sobreviviente, que fue acogido por los pobladores nativos de estas tierras y que acompañaría luego a Sebastián Gaboto en su búsqueda de las “sierras de plata”. Es el relato más breve y quizá el más bello en la poesía de ese encuentro. Funciona como introducción en la medida en que plantea un dilema hondo y que nos definirá a todos los que nacimos luego en esta tierra: el de una identidad partida, incompleta, incógnita. La adopción del casi niño Francisco por los nativos es la semilla de la criollización, y el rito con el corazón del invasor caído funciona en la narración como metáfora de ese vínculo de compleja apropiación. Francisco todo el tiempo se pregunta quién es y va y viene en su identificación y fidelidad a uno y otro bando en su oficio de traductor entre dos lenguas y dos mundos con intereses contrapuestos.

Luego, se suceden “Colonia del juramento”, “Última oportunidad en San Felipe y Santiago”, “Hogueras para los ingleses” y “El éxodo y la criatura”, cada uno referido a momentos históricos diferentes en un rango temporal que abarca desde 1777 en la Colonia del Sacramento disputada entre portugueses y españoles hasta 1811 en el duro camino que emprenden los orientales detrás de José Artigas. En todos ellos la noche es el territorio donde se desarrolla la acción y donde, amparadas por la oscuridad, se dan cita diversas criaturas.

El estilo es sobrio, medido, de frases cortas que dan el ritmo apropiado a unas historias que no permiten relajarse y respirar hondo. Todo parece ser dicho en un susurro. Las descripciones son precisas: en las dunas junto al arroyo Pando, donde dos soldados montan guardia para avisar si aparecen barcos ingleses en el mar, el lector casi puede sentir el viento frío de la noche, la arena suave bajo los pies, la humedad de la bruma en la nariz; en el frustrado asalto a un sepelio en la Montevideo colonial se ve y se escuchan los cuchillos, los filos, los golpes. En cada relato, la violencia aparece soterrada o explícita, pero omnipresente en un mundo convulsionado y poco amable.

Un capítulo aparte merecen los personajes niños de estos cuentos, desde el recién llegado Francisco del Puerto hasta las hermanas que caminan junto a sus padres en el éxodo del pueblo oriental, pasando por Paulo con su porfía en la búsqueda de su padre, que un día desapareció y no volvió a su hogar en la Colonia de 1777. En todos los casos, son sujetos conscientes que deben asumir lúcidamente su destino y actúan en consecuencia, en una épica con cara de niño que conmueve y estremece.

El conjunto es de una rara belleza, áspera y oscura, con una cadencia narrativa en la que Pedrozo va dosificando lo dicho y lo sugerido para mantener al lector en el puño. Una lectura bienvenida y ampliamente recomendada.

Misteriosa Banda Oriental, de Sebastián Pedrozo. 192 páginas. Loqueleo, 2023. $ 640.


Foto: Alessandro Maradei

Día Nacional del Circo

En la fecha de nacimiento de José Podestá, legendario actor circense nacido en 1858, referente del circo criollo y del teatro rioplatense, el 6 de octubre se conmemora, en ambas orillas del Río de la Plata, el Día Nacional del Circo. En la plaza Terminal Goes, de 14.00 a 19.00, se celebrará con entrenamiento libre, estampado de remeras, competencias, varieté y, anuncian, un cierre con fuego. De esta manera se homenajea a este importante exponente de la cultura popular, otorgándole visibilidad y reconocimiento.

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