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Sería una pena que se marchitaran las plantas. Foto: Reinaldo Altamirano, difusión.

Se estrenó Sería una pena que se marchitaran las plantas, del croata Ivor Martinic

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La obra, sobre la separación de una pareja, va en La Escena.

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Para quienes hayan visto la película uruguaya Amores pendientes (Oscar Estévez, 2023), el ingreso a La Escena, la sala teatral de Parque Batlle, tiene algo de déjà vu, con su reconocible largo corredor, su living-sala de espera, su patio. Quien recibe, además,y funge de boletera, es la directora Cecilia Caballero Jeske, protagonista de aquella historia de reencuentros. Pero aunque los escenarios se repitan, el motivo es justamente el contrario: las despedidas.

Cuestiones personales que atravesaron algunos integrantes del equipo llevaron a posponer varias veces el estreno. El proceso fue duro, dicen, pero hace 15 días finalmente vio la luz Sería una pena que se marchitaran las plantas, una pieza del dramaturgo croata Ivor Martinic, que aborda con su habitual sensibilidad la separación de una pareja. Y las decisiones que Caballero Jeske y su grupo fueron tomando van en esa línea: desde montar una especie de pequeño vivero que los espectadores atraviesan para llegar a la sala hasta incorporar un músico en vivo y escoger para el repertorio la descarnada “Soy todo lo que recuerdo”, de Gabo Ferro.

El intercambio con el autor se remonta a dos años atrás, cuando empezaron a trabajar sobre esta obra de estructura abierta, en la que los personajes adoptan los nombres de sus intérpretes, que vierten además algunos datos biográficos. “Él plantea la libertad de escribir sobre su texto y de que las funciones sean distintas, pero de las diez versiones que sé que existen, sólo una, la que dirige, incluyó otros textos, porque además él estaba en escena”, refiere la directora.

“Luego hay una que está dirigiendo Guillermo Cacace en Buenos Aires, que plantea que sean ensayos más que funciones”. Cacace, quien dirigió la exquisita Mi hijo sólo camina un poco más lento, también de Martinic, es un visitante frecuente de La Escena, que aparte de ser un espacio teatral, es un sitio de formación. De manera que hubo muchas conversaciones para llegar a un resultado en el que se modifican parlamentos, se intercambian parejas e identidades sexuales.

Junto a la intimidad que crea una sala que no deja de ser una casa, está el hecho de que el colectivo se mezcle con el público en el patio, antes del comienzo. Cada función es distinta, explican desde el inicio, y si esto les daba pánico, pronto les hizo dar cuenta de “que lo difícil no estaba ahí, sino en soltar las cosas que salían bien, las que nos gustaban en los ensayos”, dice la directora. “Nos decíamos ‘sí, hermoso, pero no hay que fijarlo. Si sale así, no pasa nada, pero si sale distinto, mejor’”.

Por la cartelera montevideana ya pasaron, además de Mi hijo…, Drama sobre Mirjana y los que la rodean y Todo bien mientras nos muramos por orden de ascendencia. De la interesante dramaturgia de Martinic, Caballero Jeske destaca Ante, “que va sobre las consecuencias de la guerra en Croacia; es bellísima”. Quién sabe si no será el siguiente desafío para La Escena.

Sería una pena que se marchitaran las plantas, los sábados a las 21.00 y los domingos a las 20.00 en La Escena (Rivera 2477 y Ponce). Entradas: $ 600 (pagando con transferencia hay bonificación). Reservas al 098584324.

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