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Martín Cóccolo.

Foto: Ignacio Dotti

Martín Cóccolo, el uruguayo que dibuja la nueva historieta de Wolverine

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En setiembre llegará a las comiquerías su proyecto de más alto perfil.

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Wolverine, el famoso personaje nacido en los cómics de Marvel, dice ser “el mejor en lo que hace”, aunque lo que hace no es muy agradable. Como otros colegas de los universos superheroicos, ha muerto y vuelto a la vida, y la serie que protagoniza también ha sufrido finales y relanzamientos a intervalos regulares. En setiembre llegará un nuevo número 1 de la mano de un remozado equipo creativo, con Saladin Ahmed en los guiones y el uruguayo Martín Cóccolo en el dibujo.

Cóccolo no es un debutante en Marvel; de hecho, tiene un contrato de exclusividad con la editorial y forma parte de un grupo de artistas destacados, denominado Stormbreakers.

Las pasiones que lo llevaron a ser dibujante, el camino que recorrió hasta comandar su proyecto de más alto perfil y lo que los lectores podrán esperar de las aventuras del mutante con garras indestructibles son algunos de los temas que surgen en la charla con él.

“Tenía una fascinación con ver dibujos animados y me puse a dibujar desde muy chico. A garabatear lo que me saliera. Después me copé con la lectura, con cualquier tipo de lectura”, recuerda Cóccolo. Por su edad (40 años), la televisión estaba limitada a los canales argentinos que se captaban en Colonia, a Canal 5 y a las historietas, a aquellas que llegaran, desde Mafalda o Patoruzú hasta las traducciones españolas de DC Comics de la editorial Zinco.

“Leía lo que cayera en mis manos. Si eran tiras, cómics, novela gráfica, yo lo iba a leer y releer cuantas veces fuera necesario. Además, de chico de repente tenía plata para comprar dos o tres revistas al mes”, dice. La cultura popular fue dictando lo que leía, como cuando se puso de moda la serie Spawn, creada por Todd McFarlane: “También crecí jugando al Dungeons & Dragons y dibujaba los personajes. Es la típica historia de quienes crecimos en la cultura nerd; me hubiera gustado consumir mucho más, pero no tenía la guita como para hacerlo”.

De tanto “mirar y dibujar, mirar y dibujar”, llegó un punto en el que se dijo: “Me parece que estaría bueno ganarme la vida dibujando”, y los planes incluían la posibilidad de mudarse a Montevideo a hacer Bellas Artes. Pero en su camino se cruzó con otro dibujante uruguayo de trayectoria en el mercado estadounidense, Christian Duce. “En ese momento se viene a vivir para acá. Estaba arrancando, pero ya iba unos pasos adelante mío en términos profesionales”.

Se conocieron por un amigo en común, y Duce le propuso ser su asistente. “Él la tenía más clara en anatomía, la tenía más clara en cosas de narrativa visual, etcétera. Había trabajado en storyboards, en una cantidad de proyectos. Y yo era muy prometedor en lo que hacía, pero era muy amateur”, explica ahora Cóccolo.

“Él me iba enseñando cosas y yo lo ayudaba en lo que podía. A medida que yo iba mejorando, lo iba ayudando cada vez más; le hacía un fondo acá, le entintaba esto, le entintaba lo otro, y seguía practicando”. Con el tiempo, decidió comenzar su propia carrera, y apuntó a editoriales chicas. “Empecé a agarrar laburitos que prometían una paga mínima, pero yo lo que necesitaba era la experiencia. Agarrar el oficio, laburar todos los días y meter horas. Siempre me gustó más aprender sobre la marcha que practicando”.

De algunos de esos primeros trabajos todavía sigue esperando la paga, pero de todos modos fue haciendo su portafolio. “Ahí ya me tiraba a una editorial un poquito más grande. Era esa cosa de buscar una editorial, ver lo que publicaban y si estaba a ese nivel. Siempre fui muy honesto. Además, cuanto más nivel tiene una editorial, más tenés que dar con los tiempos y con todo. Si vas a hacer cagadas, mejor hacelas en lugares chicos”.

La carrera profesional comenzó en Ape Entertainment, siguió en IDW y en DC Comics, pero tuvo un parate debido a una relación “muy poco sana” con el trabajo. “Laburaba de una manera que era criminal, absolutamente insana, de dormir dos horas por día y laburar todo el día sin comer. En lugar de trabajar para vivir, vivía para trabajar, y era insostenible”.

Después de un par de años en otros proyectos, volvió con portadas, trabajos puntuales; luego llegó la pandemia. Desde mediados de 2021 está en Marvel. “Eso implicó una maduración personal, de valorar la sanidad mental y corporal, la sanidad de tu vida social. Pasé de trabajar por las noches a tener un horario de oficina común”. Fue optimizando los tiempos de dibujo gracias al formato digital y la experiencia. “Tengo una familia, una hija chica, no quiero perderme sus años de crecimiento. Por eso tuve que encontrar la manera de economizar recursos”.

Team player

Cóccolo ha dibujado desde wésterns hasta historias fantásticas, pasando por los superhéroes clásicos, y no ha dejado que lo encasillaran. Sabe que en el mainstream estadounidense hay que saber trabajar con editores y licencias, y su único problema fue cuando le pidieron que dibujara rostros conocidos. “Cuando dibujé Star Trek me decían que calcara las fotos. Yo quería hacer la versión en cómic del Capitán Kirk, no quería tener que calcar las fotos de William Shatner. Hice un par de capítulos y cuando me pidieron que hiciera más, les dije que no. Si me meten en cosas que no me copan, o me copan pero no me sacan más, me voy a la mierda. Por suerte en Marvel no me ha pasado, me dan unos proyectos que me encantan”.

“Si me preguntan si hago arte, digo que no, porque mi idea de arte es otra cosa. Cuando vuelque el alma, el corazón, la vida en un cómic que sea propio, ahí voy a haber hecho arte, porque tengo la palabra en una estima muy alta. Yo lo que hago son productos por medios artísticos. Hay una búsqueda artística y un respeto al producto, porque si no estaríamos como en una fábrica de chorizos. Eso no está en el escritor, ni en los editores, ni en el dibujante ni en el colorista. Todos respetamos y queremos lo que hacemos, pero tenemos un marco de tiempo, unos personajes y unos mandatos específicos”, dice.

Cóccolo persigue un margen de libertad creativa: “Si trabajo con un editor que me asfixia, me cambio de proyecto. Si es demasiado permisivo lo disfruto, pero también me hace un poquito de ruido. Lo ideal, la zona Ricitos de Oro, es el editor que te deja vivir, pero te señala cosas coherentes, que no son una pérdida de tiempo y que realmente mejoran la página y la historia general. Detesto dar repuestas corporativas, pero francamente mi experiencia en Marvel ha sido fantástica”.

“Me han respetado mucho, me miman, me cuidan, me tienen laburando firme, pero contento y respetado. Y la verdad es que no me puedo quejar. Laburar así es un gusto. No significa que vaya a estar toda la vida en Marvel, pero lo estoy disfrutando muchísimo”, agrega.

Tras la designación como Stormbreaker y el contrato de exclusividad, le ofrecieron la serie Immortal Thor. “Fue un proyectazo con Al Ewing, que es de los mejores escritores hoy en día. Me pasé diciendo que me encantaba, que estaba increíble, y un día me escribieron para decirme: ‘Sabemos que estás copado, pero ¿te gustaría encarar un nuevo relanzamiento de Wolverine?... Que aparte se viene la película’. Y ni hablar que dije que sí”.

Guepardo (o Lobezno)

Wolverine es, por lejos, mi proyecto de mayor perfil. Por eso tuve que tomar la decisión de dejar Immortal Thor, que no fue fácil porque me gustaba muchísimo. Anduve diciendo que si me pudiera clonar seguiría en las dos cosas a la vez, pero tengo un estilo demasiado complejo y laburado. No puedo”, se lamenta el dibujante.

De su trabajo junto con Saladin Ahmed, escritor de series como Black Bolt, Miles Morales: Spider-Man o The Magnificent Ms. Marvel, todavía no puede hablar mucho, pero sí de su relación con el mutante canadiense: “Muchas veces me preguntaron por personajes con los que me gustaría laburar y uno de los que decía era Wolverine. Y en historias crudas”.

“Esta no es tan cruda, pero tiene algunos elementos. Es fría, me encargo de que la nieve y los montes nevados de Canadá sean parte de la historia. Que se sienta fría, medio cruda. Me encantaría hacer una cosa tipo First Blood, la primera película de Rambo, pero con Wolverine. Volver a lo básico, algo muy salvaje, de supervivencia. Esto no es así, pero tiene elementos. Después, obviamente se vuelve más fantástico y comiquero”.

Con cuidado, Cóccolo brinda más detalles de la historia: “El guion viene de villanos nuevos, además del regreso de otros. Tiene los pies en la tierra; Wolverine no anda peleando en el espacio. Más allá de los elementos fantásticos, es muy sobria en muchos aspectos y eso me encanta. Me gustaría dibujar terror, pero bueno, en la etapa en la que estoy, si me preguntás dónde me gustaría que fueran las cosas, diría a lo sobrio, lo oscuro y lo trágico”.

En todo caso, son tiempos de optimismo para él: “Estoy esperando seguir con la carrera y que mi nombre sea más reconocido, y que el día de mañana me pueda tirar con un escritor reconocido, decir ‘estamos planeando hacer esto, ¿quién se cuelga?’, y poder llevarlo a cabo. Hoy no puedo darme el lujo de elegir cosas a ese nivel, pero estoy disfrutando muchísimo del momento. Ya vendrá más adelante”.

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