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¿Quién vigila a los vigilantes? Wil y la Bélgica ocupada por los nazis

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La película recrea una época oscura en clave policial.

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Si ser policía posiblemente no sea fácil nunca, menos debe haberlo sido en 1942 en Amberes. Aunque Bélgica anunció su neutralidad en los inicios de la Segunda Guerra Mundial, esto no impidió la invasión alemana en mayo de 1940. Tras escasos 18 días de combate, el pequeño ejército belga firmaba la rendición y daba comienzo una ocupación nazi que se prolongaría hasta el avance de las tropas aliadas sobre mediados de 1944.

Aunque el país ya había sido ocupado por Alemania durante la Primera Guerra Mundial, esta segunda invasión demostró ser más cruenta y severa (es lo que tienen los nazis). Particularmente, a partir de 1942 la ocupación se volvió más represiva. Los judíos sufrieron una persecución sistemática (como ocurrió en todos los países ocupados) que resultó en deportaciones masivas a campos de concentración. Las fuerzas de seguridad belga, los policías, que cumplían funciones prácticamente nominales, recibieron orden directa de colaborar con los nazis en la caza y captura de aquellos que eran hasta entonces sus compatriotas.

Como pasa siempre, aunque algunos se entregaron a la tarea con entusiasmo, hubo otros que se resistieron, tal y como nos cuenta Wil –que no significa “voluntad”, como tan mal se ha traducido, sino que es el nombre de su protagonista, Wilfried Wils, interpretado por Stef Aerts–, el reciente estreno en Netflix. La película es un acercamiento muy interesante a un conflicto bélico tan manido como la Segunda Guerra Mundial.

Cine de ocupación

Wil y su compañero Lode (Matteo Simoni) son dos jóvenes que acaban de empezar su trabajo como policías y justamente en su primera noche de trabajo las cosas se les van a poner la mar de difíciles cuando reciban la orden de un soldado alemán de que lo acompañen al barrio judío. Aunque las detenciones son cada vez más corrientes, las intenciones del soldado son algo diferentes –los judíos que busca son ricos–, por lo que va solo y pronto las cosas se salen de cauce de manera rutilante y nefasta. Nuestros jóvenes protagonistas se verán involucrados en una verdadera pesadilla, y para tener una ínfima chance de salir de ella deberán empezar a colaborar con la creciente resistencia belga ante el invasor.

Tim Mielants, un experimentado realizador con pasado televisivo (estuvo a cargo de episodios de The Terror y Peaky Blinders, entre otros), adapta la novela de Jeroen Olyslaegers y conforma un veraz retrato de época que remite en cierto modo al mejor cine de ocupación. Imposible no pensar en el neorrealismo italiano de Roma, ciudad abierta (Roberto Rossellini, 1945), por ejemplo, aunque aquí se apela a una narrativa visual mucho más gris.

Sobre la recta final, cuando más se complica la trama, algo se afea por lo caricaturesco del villano nazi, malo y psicópata de manual (Dimitrij Schaad), pero en general estamos ante un relato muy bien logrado, sustentado por la narración austera de hechos particularmente dramáticos y bien respaldada por la labor de su elenco (a los mencionados cabría sumar el destaque de Annelore Crollet y del veterano Jan Vijvoet).

Así, aunque la historia de la guerra y la ocupación nazi la hemos visto muchas veces, Wil se propone como algo distinto, tanto por su ambientación geográfica como por su punto de vista. Un trago amargo, difícil, pero muy interesante, que engalana con su presencia la siempre cuestionada oferta del servicio de streaming.

Wil. 117 minutos. En Netflix.

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