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Esperanza Pizarro, de Uruguay, junto a Nikol Laurnaga y Valentina Morales, tras convertir ante Finlandia por el grupo A de la Copa Mundial Femenina sub 17 Uruguay 2018, el 20 de noviembre, en Maldonado.

Foto: Fernando Morán

Esperanza y más

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La difícil construcción de la masa crítica del fútbol femenino.

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Va ganando Finlandia 1 - 0 y es el último partido del Mundial sub 17 para todas las contendientes de un lado y del otro.

Es un Mundial, y además es en nuestro suelo, pero a pesar de ello casi nadie -esta vez sin exageración- está viendo el partido, a tal punto que, desde que hay imágenes en directo de partidos mundialistas, este debe ser el encuentro de Uruguay, en cualquiera de sus representaciones y en la categoría que fuere, que tiene menos espectadores, ya sea en el estadio o frente a las pantallas.

Los pocos que lo están mirando en vivo quieren, igual que cada una de ellas, llegar al gol, al empate que además significará puntuar por primera vez en un Mundial femenino. Sólo faltan diez minutos. Uruguay ataca, pero las nórdicas aguantan. Controlan la pelota en última línea y pretenden salir jugando. Asfixiadas por la falta de espacio, las finesas juegan atrás. Valentina Morales cerca a la muchacha de azul a la que le llegaría la pelota y Belén Aquino atropella a la destinataria final de la globa. La pequeña goleadora de Colón aprieta y obliga el error determinante: Tuuli Enkkila, la 10, no logra resistir el embate, se cae y, desde el piso, golpea mal la pelota. Es un golpe más corto que una regla de 30 centímetros. Antes de que el esférico deje de girar se la ve llegando a ella, volviendo sobre sus pasos, apuntando su carrera hacia su propio arco, a pesar de que está en el área contraria. Ahí está Esperanza Pizarro, corriendo como si perdiese el ómnibus desde Nueva Palmira. Pero llega a contramano, da cuatro rápidas zancadas y, cuando llega a la boya-pelota que le indica doblar en 180 grados, da su quinto y perfecto paso que le servirá para tomar el torque preciso y necesario para que esa pelota salga golpeada rumbo a la finita eternidad de un gol mundial, del mejor gol del mundial.

Maldonado no es París

Tuve que recurrir al video de la FIFA para intentar recrear el gol -me faltó decirles que lo veo un gol muy a lo Cavani- porque ese día no solo había un reducido grupo de espectadores, sino que además había un reducido grupo de servicios periodísticos fiables a los que echar mano. Es que esa tarde del 20 de noviembre en el Campus, era aquella noche de París en el Stade de France cuando, entonces, la gran mayoría de cámaras, micrófonos y teclados tomaban la noche parisina de los hombres y no la tarde fernandina de las mujeres.

Más allá de la coincidencia coyuntural y aunque ya sabíamos hacia dónde se desvían los focos -y con ello la atención-, hay resaltar que ningún canal privado de los de alcance nacional emitió partidos en directo a pesar de que tenían los derechos. Y ni siquiera lo hicieron cuando por ley lo debían hacer.

Me apoyaré entonces en Juan Aldecoa, quien ese día estaba trabajando ahí cubriendo con nuestro Mundial, y que escribió para Garra:

“No era justo el resultado, por cómo había sido el trámite del partido. Había que remar de atrás. Uruguay respondió rápido con un ataque personal de Esperanza Pizarro. Casi. Finlandia se replegaba pero en algún caso pisaba el área con peligro. Y pegaba, hacía muchas faltas, cortaba el juego y empezaba a desesperar a las chiquilinas de Uruguay. Y a los 79 minutos llegó el tan esperado gol de Uruguay, con un zapatazo al ángulo de Esperanza Pizarro. Golazo para el 1-1, merecido. Gritos y muchos festejos. Lo merecían, fue un punto, y también fue histórico por ser el primero en una Copa del Mundo.”

También intuyó justó la o el cronista de la FIFA que reportó de aquel partido señalando que “no fue hasta el segundo tiempo que llegaron los goles. Primero fue Aino Vuorinen que, con un buen remate, puso en ventaja a las europeas a los 51 minutos. Pero Esperanza Pizarro igualó a los 79 con un soberbio golazo, candidato seguramente a ser uno de los mejores del torneo.”

Genero celeste

Y sí, lo fue. Así como había sido aquel de Diego Forlán en Sudáfrica 2010 contra Alemania en aquel último partido de la celeste, o como lo pudo haber sido el de Darío Rodríguez ante Dinamarca si por aquellos tiempos la FIFA otorgase un premio oficial a zurdazos de aire desde afuera del área.

Esperanza pudo haber hecho otro mejor gol del Mundial. Sí, en el partido con Nueva Zelanda, el anterior al de Finlandia, cuando sacudió su derecha impresionante desde fuera del área. La pelota bajaba apenas un centímetro más y entraba, pero dio en el travesaño. Por suerte estaba su gran compañera, Belén Aquino, que le dio desenlace de gol a aquella jugada.

¿Creen ustedes que alguien más ha divulgado estas cosas cuando no era premio? Nada, casi nada. Para los comerciantes de la comunicación el fútbol femenino no tiene poder de venta. Y lo ignoran, aunque seguro ahora que fue el Mejor gol del Mundial le dieron un minuto, si no fue mucho debe haber tenido en la pantalla caliente de los noticieros.

El puerto de los sueños

Cuando Nueva Palmira fue campeón nacional de selecciones en 2016 quedé conmocionado por aquel inimaginable zurcido de sueños, trabajo, pensamiento crítico, esfuerzo e inocencia pueblerina con la que los palmirenses llegaron a su hora más gloriosa y se me ocurrió que aquel era el puerto de los sueños. Esperanza es de acá, de allá, y le pedí a Marcelo Gaona, colega y compañero de camino en los pensamientos de la vida, que me la contara como si estuviésemos caminando rumbo al muelle viejo: “Me parece verla, creo que por allá en el 2008, cuando un día fui a ver a mi sobrino que jugaba en la 2002 de la selección del baby palmirense. De preliminar estaba la 2001, y la vi. Pregunte quién era. Esperanza, me dijeron. Jugaba junto a Sofía Ramondegui, su compañera y precursora en el fútbol. Su destaque en el partido era descomunal. Rompía los ojos. Era diferente, y un placer verla llevar la pelota. Y no se la podían sacar. En el baby local jugaba en Sacachispas, un cuadro semillero de todo el fútbol palmirense. Me parece verla, es ella. La veo con su padre jugando un picado en las baldosas de la plaza Artigas en aquel año, o con su madre luchadora haciendo los mandados en el pueblo. Con los años y la incursión del fútbol femenino en la ciudad fue estandarte del Palmirense femenino campeón de casi todo. Se me viene a la mente la canción Color Esperanza de Diego Torres: “Saber que se puede, querer que se pueda...”. ¡Qué orgullo esta piba para Palmira!”

Cuando Esperanza, esa gurisita de esfuerzos y sueño, supo que su gol era Mundial agradeció escribiendo “Qué placer poder adornar con logros y reconocimientos mi crecimiento dentro de este deporte hermoso. Muchas gracias a todos los que votaron y me escribieron. Otro granito de arena para este camino”.

Cuanta Esperanza.

Uruguay nomá.

El mejor

Tras una votación a escala mundial impulsada por la FIFA, el convertido por la palmirense Esperanza Pizarro fue seleccionado como el mejor gol del torneo. Bien metido, fue un golazo: Uruguay presionó a Finlandia en la salida, hubo un par de pifias en los despejes y la pelota le quedó servida a la celeste. No precisó ni acomodarla. Midió, apretó el zapato y a cobrar. Fue el 1-1 final del grupo A entre celestes y europeas.

El gol de Esperanza ganó la elección con 36,60% de los votos. El segundo mejor tanto, con 23,40%, fue el de la española Irene López a Nueva Zelanda, mientras que en el tercer lugar, con 15,60%, terminó uno de los que la ghanesa Mukarama Abdulai le convirtió a Uruguay en el partido inaugural.

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