“Estuvo fantástica, es una experiencia única”, le contó Lucía Barboza a Garra luego de ganar con Deportivo Montevideo la Copa Powerchair Libertadores que se jugó en el Polideportivo de Las Piedras el fin de semana. Lucía, la chiquilina montevideana de 14 años que hace un camino diario de seis kilómetros en silla de ruedas para ir al liceo, tal como lo contó en la diaria hace un par de semanas, integra un equipo uruguayo de fútbol en silla de ruedas a motor (además, es parte de la selección). Jugó este fin de semana junto a Fabián Medina, Brian Medina, Marco Díaz, Leonardo Fernández y Ángelo Lara. Deportivo Montevideo le ganó a Huracán de Carrasco, luego venció a Río de Janeiro y perdió ante Titanes de Córdoba. Ya en semifinales derrotó a Máquinas Guerreras de Rosario y en la final enfrentó a Tigres de Pacheco, al que le ganó 2-1 para coronarse campeón, reeditando la final de 2017. “El partido más bravo, por así decirlo, fue contra Tigres de Pacheco”, cuenta Lucía, que también recuerda aquella final del año pasado: “Había sido muy pareja, tal es así que nos habían ganado con un gol de oro”.
El cuerpo técnico de Deportivo Montevideo está compuesto por el entrenador Santiago Camejo, el ayudante de campo Bruno Díaz, la psicóloga deportiva María Eugenia Berneche y el mecánico en sillas Martín Medina. “Seguimos entrenando hasta fines de diciembre, los sábados en la Plaza de Deportes 7, y paramos en enero”, cuenta Lucía, que juega al fútbol en silla de ruedas desde que tiene nueve años.
También es un juego
El powerchair football –o fútbol en silla motorizada– es un deporte en equipos conformados por cuatro integrantes cada uno (tres jugadores de cancha y un golero) que se practica con la utilización de sillas de ruedas eléctricas equipadas con una barrera metálica especial –que está adelante de las piernas– con la que mueven la pelota e intentan convertir goles, claro. Los partidos se juegan en un gimnasio o en una cancha de básquetbol.