En el cierre de la 13ª fecha del Torneo Apertura, el clásico terminó empatado 1-1. Fue un partido apático, un tanto deslucido, al que por momentos le sobró sudor y le faltó juego. Cuando iban 52 minutos, Cristian Rodríguez, de tiro libre, abrió el marcador para Peñarol; bicho, con sabiduría, la apretó para que pasara por abajo de la barrera y el plan salió redondo. Nacional, que jugó mejor, empató cuando faltaban 20 minutos, tras una buena jugada colectiva que definió Gonzalo Bueno en la puerta del arco.
1. Conclusión
No hubo ganador pero el resultado le sirvió a Nacional. Llegó a los 32 puntos y sigue dos por arriba de Peñarol cuando quedan seis por jugarse. El tricolor hizo muchos méritos para conseguir el resultado. La prueba más fuerte de una teoría es su aplicación: los de Alexander Medina jugaron mejor casi todo el partido, ya sea en el orden táctico –en este aspecto lo más destacado fue no dejar desarrollar el típico fútbol por las bandas que ensaya Peñarol–, en la ocupación y utilización de espacios –se destacaron en esa función Guzmán Corujo y Christian Oliva– y hasta en las chances de gol: mientras que Peñarol, salvo el gol de Cebolla Rodríguez, no pateó con peligro, Nacional generó como mínimo cinco situaciones.
2. Explicación
Hay veces en las que el fútbol no se enseña: se contagia. En los clásicos, mucho más. Bastaría repasar cuántas veces lo que importó fue el resultado y no otra cosa. Peñarol casi no tuvo la pelota. Cuando esperó, recién entre los zagueros y Guzmán Pereira pudieron hacerse de ella. Hasta ahí, porque desde la mitad de la cancha hacia arriba Nacional le trancó todos los caminos. Cuando el árbitro pitó falta, Cristian Rodríguez fue derecho a buscar la pelota. Dio la sensación de que nadie más que él patearía ese tiro libre a pocos metros del área grande. Lucas Hernández se la dejó, Fabián Estoyanoff le hizo el dos para engañar al contrario. Zapatazo de bandido, presumiendo que la barrera saltaría como de costumbre, y gol aurinegro cuando no se veía por ningún lado. Los méritos y merecimientos pueden ser muchas cosas. El gol es gol.
El gran mérito de Nacional fue acusar el golpe anímico sin (aparentemente) perturbarse. El bolso siguió siendo el administrador de la pelota. Medina no cambió el 4-2-3-1, pero hizo cambios que mejoraron la circulación y la profundidad. Entraron Gonzalo Bueno y, a los pocos minutos, Sebastián Rodríguez. Por cuestiones naturales, Bueno dio mucho recorrido por la banda izquierda –a veces hasta pareció un puntero fijo– y Rodríguez fue buen socio para Oliva y Santiago Romero.
Primero vino una en la que se lucieron dos: el Colo Santiago Romero pateó divino y Kevin Dawson voló para descolgarla del ángulo. Dos minutos más tarde, Jorge Fucile trepó por la izquierda, el centro fue pasado pero Tabaré Viudez pudo echarla al medio. Dawson le tapó el grito de gol a quemarropa al argentino Gonzalo Bergessio, pero dio rebote y Bueno estuvo rápido para anotar.
Faltaban 20 minutos para el final. El partido se rompió. Con mucho desgaste, los mediocampos se abrieron y hubo muchos metros para correr. No sucedió nada del otro mundo. Ni chances claras ni superhéroes. Empate, a secas.
3. Extra
Cuando todo se aprende, lo bueno es que sea para utilizarlo y no sólo para exhibirlo. Dejando de lado el o, mejor dicho, los funcionamientos colectivos, hay que destacar la solvencia defensiva que ayer demostró Guzmán Corujo.
Cuando las cosas parecen fáciles, no suele ocurrir porque sí. Ni siquiera los mejores saben mucho sobre lo que debería ser. Pero no existe la suerte; existen las oportunidades y qué hacer con ellas. A Corujo le tocó marcar a los cuatro delanteros de Peñarol: Maxi Rodríguez y Fidel Martínez en el primer tiempo, Gabriel Fernández y Cristian Palacios en el complemento; en largo, en corto, por arriba, yendo abajo, jugando pegado al cuerpo, dando (los siempre riesgosos) metros de distancia, siempre ganó. Acaso fue el mejor ganador de cuando todo sigue igual de bien.