1) Ahora que murió Tom Wolfe, periodista y narrador reverenciado hasta por los que hacen todo lo contrario a Tom Wolfe, ¿los periodistas, en especial los dedicados al deporte, tomaremos esta sugerencia tan suya: “El mundo está lleno de gente que quiere contarte cosas que vos no sabés” o sólo continuaremos persiguiendo a las personas con fama porque lo que tienen es fama y no necesariamente algo para contar?
2) Ahora que murió Tom Wolfe, jugador de esas canchas asombrosas que son sus libros y sus crónicas, elevado a la siempre debatible categoría de prócer, ¿los periodistas ocupados con el deporte, expertos en decir estridencias sin interrogarnos sobre si vale la pena decirlas, enarbolaremos esta consulta que Wolfe se formulaba para trabajar: “¿Por qué? es una pregunta que ningún animal puede hacer porque tanto la pregunta como la respuesta requieren hablar”?
3) Ahora que murió Tom Wolfe, tan estadounidense en algunos tópicos y tan aspirante a universal en otros, ¿los periodistas, en particular los orientados al show deportivo, personas a veces muy preocupadas por sintonizar con “lo que le interesa a la gente” en lugar de procurar la transformación de las conciencias, evocaremos esta confesión bien de Wolfe a partir de la que enhebraba sus entretejidos periodísticos: “He descubierto que para mí es mucho más efectivo llegar a cualquier situación como un hombre venido de Marte que tratar de encajar”.
4) Ahora que murió Tom Wolfe, crack contradictorio en muchas cosas (“idiota útil de la derecha” lo situó Juan Forn, excelente escritor argentino) pero coherente en no ser conformista, ¿los periodistas atentos al show deportivo, individuos con frecuencia seducidos por la coincidencia con los poderes y con los poderosos de turno, nos comportaremos según esta pequeña pero grandiosa frase de Wolfe: “El periodismo te hace más valiente de lo que realmente sos”?
5) Ahora que murió Tom Wolfe, ególatra entre unos cuantos talentos ególatras cuando ocupó el corazón de la escena pero autocrítico cuando retrató a su oficio, señor polémico en más de una expresión y señor imprescindible en muchas otras, ¿los periodistas, sobremanera los del deporte, tan tentados como estamos por cabalgar detrás de la meta de la notoriedad, tendremos en claro que la obra cumbre de Wolfe -cierto que, en la observación de unos cuantos, un vanidoso- se titula “La hoguera de las vanidades” y que ser periodista quizás constituya un camino extraordinario para contribuir al derecho social a conocer y no una ruta para encender ninguna vanidad?
6) Ahora que murió Tom Wolfe, dueño de una escritura en la que hay párrafos demoledores que cobijan a la vez la inmensidad del agua y la intensidad del fuego, ¿los periodistas, los que sean y también los que procuramos pintar al deporte, continuaremos creyendo que somos Galeano y Fontanarrosa en cada letra o descubriremos que Wolfe pronunció esto que tanto cuesta pero tanto importa: “Uno se acuesta cada noche pensando que ha escrito las páginas más brillantes de todos los tiempos y al día siguiente te das cuenta de que son sólo sandeces. A veces incluso seis meses después. Esto es un peligro constante”.
7) Ahora que murió Tom Wolfe, incomodador profesional, un tipo al que corresponde leer no precisamente para coincidir pero sí para reflexionar sobre el periodismo, ¿los periodistas, ni que hablar los que merodeamos el césped del fútbol, rescataremos las razones originales que nos llevaron a esta actividad, asumiremos que el periodismo está poblado de domesticaciones viejas y nuevas (a Wolfe, justo a Wolfe, se le atribuye la paternidad del “nuevo periodismo”) y nos pondremos de acuerdo con Wolfe en estos once vocablos “Tuve que desaprender los atajos y las restricciones de los periódicos” para empezar a hacer algo mejor que lo que hacemos?
8) Ahora que murió Tom Wolfe, experto en explorar casi de todo y en ese casi de todo al deporte, ¿los periodistas que también queremos explorar al deporte recuperaremos la noción de que el deporte es una explicación del mundo porque, como dice uno de los personajes de Wolfe en su libro Todo un hombre, “la vida se parecía a un partido de básquetbol” y, en consecuencia, si no nos distanciamos de que el deporte y la vida se parecen, seremos más respetuosos y más cuidadosos con el deporte para, de paso, ser más respetuosos y más cuidadosos con la vida?
9) Ahora que murió Tom Wolfe, el hombre que arrancó perfilando al campeón Joe Louis pisando la cornisa de las zonas menos notorias de Louis, el hombre que para revelar quién era Muhammad Alí recorrió a mucho y a muchos del entorno de Alí y se permitió que los oídos le sonrieran escuchando a Alí para bautizarlo “bocón maravilloso”, ¿los periodistas que nos aproximamos al deporte revalorizaremos los sonidos de los demás y los silencios propios para que, al lograr que los oídos nos sonrían, nos surjan perspectivas más alentadoras de ser más “maravillosos” y menos “bocones”?
10) Ahora que murió Tom Wolfe, ahora que el legado tan seductor como ostensiblemente imperfecto de Tom Wolfe nos saluda, ahora que Wolfe ingresa en la memoria para ser revisado, elogiado y cuestionado, ahora que Wolfe es un poco Wolfe y otro poco una excusa para que pensemos, ¿los periodistas que interpretamos al deporte como tema entre los temas porque alguna tarde intuimos que por allí desfila la condición humana, leeremos en Wolfe la médula desde la que Wolfe miraba y escribía, eso que sintetizaba en un soplo que él no olvidaba pero muchos olvidamos, o sea que “la realidad nos pasa delante de los ojos como un relato en el que hay diálogos, enfermedades, amores, además de estadísticas y discursos” y que para eso nos hicimos y ojalá podamos hacernos periodistas?