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Foto: Ramiro Alonso

Cuando entonces

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Un rato antes de las 15.00 la estufa va a estar prendida y los mates rodando. El resultado de Francia-Argentina lo vas a saber, te interesa mucho todo esto. La mente se te habrá inundado entre presente y actualidad; por suerte volvió Josema, el Luis los pica en dos panes, CR7 a quién le ganaste, papá, ¿vos te acordás de lo que hizo el Loco Abreu?, a mí el partido contra Ghana siempre me emociona. Se te nota, no podés ni podrás estarte quieta, diría alguna abuela. Sólo la idea de pensar en el himno te emociona. Para eso es ese rato antes, para buscar los conjuros contra los nervios y la ansiedad. Vas a pedir silencio para hacer otro cuento más porque vos, que sos más impuntual que las estaciones, tenés claro que es imposible repetir la misma historia. Ninguna es igual, tocás de memoria, tenés las tuyas para contar y refutar esa pavada que nos hicieron creer: ellos contaron todo. No te da lo mismo y vas a hablar. Porque vos de fútbol sabés todo, mujer, y estás acostumbrada a trancar donde sea. Un rato antes de las 15.00, hará rato que Benjamín anda en la vuelta. Se levantó como todos los días y se puso a jugar en su mundo de fantasía de dos años de vida. Uno por uno sacó los juguetes del cajón. Primero los superhéroes, después unos perros también superhéroes que le enseñan para que te explique que así no, eso sí, qué no puede hacer un niño chico. Más de una vez en ese rato te va a pasar la pelota con la mano, se la vas a devolver con el pie, porque algo de niño recuperás cuando lo hacés, todo para que te rete tratándote de explicar que así no se juega mientras nuevamente te la pasa con la mano, porque él no sabe bien qué es el fútbol, o lo sabe cuando se acuerda, si se acuerda, porque se podrá tener superpoderes, pero también hay que disimularlos.

Un rato antes de las 15.00 te veo venir. Traés la apatía de los 90. Una historia que pintaba bien pero que quedó en eso nomás, olvidada. No le diste ni pelota. Tenías el Semen up, pero bajaste la defensa para terminar tragándote el Bubbaloo. Querías jugar de memoria y olvidaste laburar el partido. Te veo venir, me vas a decir que te corrieron de la cancha, que tus ídolos empezaron a ganar buena plata y se desprendieron de las bases, y son razones suficientes para que vos terminaras descreyendo del circo. A esas fiestas no llevás regalos, apuntarás. No es el infierno, es la calle, poeta. Te veo venir y lo sé. Lo sé muy bien: seguís con la esperanza guardada en el zurdo.

Un rato antes de las 15.00 y ayer o antes de ayer vas a estar confiado. Tu vida es corta mientras juega la celeste, y en poco tiempo el cuadro te demostró no sólo que lo sabe hacer, sino que en la mayoría de los casos lo hace bien. Te importaba poco y nada el fútbol, pero desde 2010 en adelante tenés bien definido que cuando juega la selección vas a parar la oreja. Si sabés poco, mucho o nada ni te toca. La geometría nunca fue lo tuyo y del 4-4-3 o el 4-4-2 no sabés ni ocho cuartos, qué más da, si hay que hacer más goles que el otro para ganar, mirá si vas a tener que apelar a Euclides para reconocer que el plano es la cancha, que de las líneas para allá es fuera y saca el otro y que lo necesario es que la redonda duerma en el arco contrario. Punto. Lo tuyo es el descaro, más bien.

Un rato antes de las 15.00 te va a caer la ficha del escepticismo. Vos las viste todas, decís a cada rato sin darte cuenta de que te repetís más que una vieja rocola de café cincuentón. Vos la sabés lunga, la sabés. Te la creés porque sos de la celeste de otrora y bravuconeás con la celeste que no se comía nada contra nadie pero que a la vez presumía de lírica, porque en tu vida de dos por cuatro estaban los de ringi ranga junto a la crème de la crème. Extrañás a Cubilla, a Rocha; a Julio César Jiménez lo decís con nombre y apellido, a Ildo lo llamás Ildo, a Mazurkiewicz, Chiquito, y cuando te sale Pepe hacés una pausa, te la conozco, porque Urruzmendi fue Urruzmendi pero a vos te llenaba la vida otro, Sasía. Esas son tus razones para plantarte escepticista: uno confía en los propios cuando la procesión es larga y nadie quiere llevar el estandarte.

Un rato antes de las 15.00 vas a llegar a tu casa y todo va a estar en su lugar. En un rincón de la mesa hay una olvidada copa bien servida, o será que la copa bien servida está esperándote, invitándote porque sabe y recuerda que el último partido de Uruguay que valió una emoción grande estaba un ser querido que ya no está, y vos sabés, bien sabés, aunque no lo demuestres, que lo importante es lo que tenés adentro. El afuera se podrá perfumar, pintar, disimular, lo que vos quieras. Lo de adentro no. El pecho te dice que lo de adentro no, que lo de adentro se respeta.

Un rato antes de las 15.00, ya con el almuerzo consumado, tal vez entonada la milonga, vas a mirar cómplice a quien tengas cerca porque el fútbol no se explica sin la presencia de los otros, porque hay cosas que se descubren más allá del gol o son ajenas cuando no se quiere. Además, no nos engañemos, cuando hay cómplice es más fácil ganarle al destino. Un rato antes no vas a querer saber qué pasa en el mundo de afuera. El ruido ese es el silencio, Juan. Es el fútbol sometiéndose al principio de la incertidumbre. Van a sonar los himnos. Si estamos intranquilos es porque tenemos confianza, si tenemos miedo es porque nos sobra coraje. Y si está la celeste, estamos todos.

A las 15.00 será cuando entonces.

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