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Jugadores de Uruguay al final del partido con Francia

Foto: Sandro Pereyra

Despertar pero seguir creyendo

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Francia derrotó 2-0 a la selección y nos sacó del Mundial.

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“Lo único que se terminó fue un sueño. Pero después de que se termine este Mundial vendrán partidos de preparación, Copa América, Eliminatorias. Vendrán otros sueños y hay que perseguirlos y tratar de concretarlos”. La explicación de lo que pasó fue de la boca del mismo responsable de lo acontecido, de haber llegado hasta aquí, de haber mantenido las expectativas y de potenciarlas como sueños: Óscar Washington Tabárez.

“La derrota en un país de gran cultura futbolística se tiene que sentir, es lógico. Pero después llegará la hora de considerar otras cosas. De cuántos equipos de la élite se fueron antes que nosotros. Duele pero ni siquiera tenemos el derecho a ser dramáticos, nuestra realidad es esta y en esta oportunidad no la pudimos superar. Francia ganó bien. Lo hizo por 2-0 con un gol en cada tiempo y nos dejó sin la posibilidad de seguir avanzando en el Mundial. Como se pensaba, se decidió en los detalles, en las genialidades y en los imprevistos. Uruguay lo intentó hasta último momento, pero le quedó muy lejos el 2-0, y muy incómodo para mantener las esperanzas de torcer el resultado del partido, y entonces ya nada se pudo hacer”, dijo el Maestro. Ahora otra vez a mirar adelante, a cimentar el futuro y a renovar expectativas basadas en lo que fue y queremos que vuelva a ser.

Oscar Washington Tabárez ayer, en Nizhni Novgorod. Foto: Sandro Pereyra

Entre ser mejores y tratar de que hoy no sean mejores, evidentemente la ausencia de Edinson Cavani –que no pudo estar ni siquiera entre los suplentes– mermó el potencial oriental, siempre justo en su máximo esfuerzo para dar competencias impensadas.

Podía esperarse, Francia lo empezó a todo ritmo, pero los orientales emparejaron a concentración plena. Solo iban 3 minutos cuando Luis Suárez robó una pelota de las que sólo él roba, habilitó al demonio de Diego Laxalt por izquierda y casi, casi nos queda. Apenas una jugada después, otro robo, otro ataque, y Christian Stuani estuvo cerca.

Los franceses respondieron y a los 7 minutos el partido ya era un fuego.

El primer córner de Uruguay obligó a una pirueta arriesgada del bueno de Hugo Lloris, tal vez amplificado por la preocupación de los galos por el juego aéreo de Uruguay.

La latencia de los ataques por banda se extendía en los dos equipos. Velocidad y técnica en los franceses y muchísima lucha y confianza en los celestes.

A los 20 minutos se calmó un poco el juego. Se enlenteció la frecuencia de los ataques. Fue más por la neutralización uruguaya que por un freno francés. Es que la de Uruguay era una ingeniería del esfuerzo, una y otra vez desarmando el juego rival. Se podía seguir en esa línea de control y alguna posible respuesta, pero no sucedió.

Corentin Tolisso de Francia y Rodrigo Bentancur, de Uruguay. Foto: Sandro Pereyra

A los 37 una falta de Rodrigo Bentancur que le costó la amarilla promovió un tiro libre templado de Antoine Griezmann que encontró el cabezazo en diagonal de Raphaël Varane para anotar el gol francés. Fue un movimiento perfecto del central del Real Madrid, y su golpe de cabeza fue justo e inatajable.

Se quebró el partido. No era esperable ni previsible, pero esto es fútbol y realmente pasa como pasó.

De inmediato reaccionó Uruguay y una maravillosa atajada de Lloris evitó el empate inmediato. El cabezazo de Martín Cáceres iba esquinado y el francés metió una mano increíble; en el rebote le quedo atoradísima a Diego Godín, que la mandó por arriba del travesaño.

Uruguay pudo y debió haber encontrado el empate antes del descanso, pero las cargas aéreas con las que los celestes complicaron a los franceses no pudieron terminar en las redes.

Quiero y no puedo

Fue mucho más complejo jugar obligado con un gol abajo. Aun así, asumiendo riesgos necesarios, el once celeste fue buscando los espacios y las oportunidades y empezó a llegar cerca del arquero Lloris. Llegando al cuarto de hora Tabárez dio ingreso a Cebolla Cristian Rodríguez y Maxi Gómez por Bentancur y Stuani, pero sucedió lo imprevisto: una pérdida de pelota por fortaleza física entre Matías Vecino y Bentancur derivó en un pase a Griezmann, que remató de zurda e inesperadamente venció a Fernando Muslera, quien no pudo suponer la viboreada que hizo la globa. Tan incómodo como inesperado el 2-0.

Tabárez agotó los tres cambios de los 90 minutos colocando a Jonathan Urretaviscaya por Nahitan Nández, y cada vez el juego se volcó más a campo francés. De todas formas se fue dando lo no deseado: se empezó a acotar el tiempo y la ecuación posibilidades-espacios resultó complicadísima, hasta que nada se pudo hacer.

Al final sé que perdimos, que nos vamos del Mundial, pero que nos quedamos en un estado de desarrollo, de encuentro y de futuro que se encontró en ese abrazo apretado, fraterno, solidario, dolido pero aún esperanzado que se dieron cada uno de los uruguayos en el campo mientras la gente no paraba de aplaudir a aquellos que habían perdido. Habían perdido un partido, habían perdido el Mundial, pero habían puesto muy en riesgo la derrota de un modelo sustentado en la pertenencia, adhesión y solidaridad con el que se han consolidado los colectivos celestes en los últimos años, dando lugar a una forma de ser y de trabajar que garantiza el esfuerzo, la preparación y la seriedad como para que podamos mantener ese anhelo atrevido e inquebrantable de poder dar competencia en el más alto nivel.

Edinson Cavani consuela a Luis Suárez al final del partido con Francia.

Foto: Sandro Pereyra

Lo que vendrá

Sabemos que esta selección será modelo a recordar por los nietos del mañana y la cosa es así. No siempre ha sido así pero seguro que sí en este último y exitoso proceso de selección. Y justamente, la adjetivación va por cuenta no de los triunfos sino de la idea, del objetivo planteado, que en este caso, por si alguien no lo ha advertido, es dotar de niveles de competencia posibles a la verdadera selección uruguaya, la real, y no a una soñada e irreal, que permite mal o bien en cada campeonato estar hasta el último día y juntando recompensas por el camino, porque está visto que el botín final no es más que un perdido beso a la victoria, que no el abrazo de la gloria.

Porque la selección que triunfa sin ganar, la que tiene el reconocimiento de los buenos y no de los mejores, la que llega siempre sin el váucher de jugar y ganar es esta, y no la fantasiosa compuesta por los hipotéticos mejores jugadores nacidos en Uruguay, capaces por sí mismos de concretar cada día el inimaginable mejor partido de su vida, y que como colectivo desarrolla su mayor potencial, empujados además por la historia mejor contada de los queyalas de siempre.

La explicación final como siempre es del Maestro, apenas unos minutos después de sentir el sacudón de la derrota y de la eliminación: “La gente es la que tiene los sueños. No se termina nada, por suerte es fútbol y la competición de los campeonatos tienen una continuidad, se juegan cada cuatro años. Ninguna actividad humana en paz convoca tanta gente como el campeonato del mundo. Hoy perdimos y ya parece que los cuatro partidos consecutivos que ganamos no nos sirven. Hay que reconocerle a Francia, que nos superó, y felicitarlo. La gente va a querer ver a Uruguay otra vez en una Copa del Mundo”.

Claro que sí, pero lo más importante es la refundación de la celeste y su comunión con nuestra gente.

Eso es ganar, aunque hayamos perdido.

Luis Suárez, entre los franceses Samuel Umtiti y N´Golo Kanté, ayer, en Nizhni Novgorod. Foto: Sandro Pereyra

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