En la previa del debut en el hexagonal final del Sudamericano sub 17, el entrenador Alejandro Garay charló con Garra acerca de la primera parte de la competencia, lo que se viene y cómo ha notado el crecimiento del grupo celeste que buscará la clasificación al Mundial de Brasil.
En estos primeros partidos la selección pudo generar lo que se pregona desde el Complejo Celeste, “juego, resultado, comportamiento”, en tanto se consiguió el objetivo con un buen rendimiento y no se recibieron tarjetas rojas. ¿Cómo analizás esta primera parte del Sudamericano?
Precisamente eso es lo que nos tiene más contentos: el rendimiento, ir alcanzando los objetivos y también el comportamiento, dentro y fuera de la cancha. El grupo genera eso, sigue el espejo de los mayores, y es parte de nuestra expectativa de conducción. Nos tiene muy contentos, porque además los partidos que hemos sacado adelante han sido mostrando el estilo clásico del fútbol uruguayo.
¿Cómo notás el crecimiento del grupo, la experiencia que están viviendo los chiquilines?
Muy bien. En marzo de 2018 empezamos con el grupo, pero gran parte de ellos había trabajado en la sub 15 con Diego Demarco, y en otros casos son jugadores nuevos que se integraron en la última etapa de entrenamientos, a fin de año o en los últimos meses del año pasado. Destaco los aspectos grupales que tienen estos jóvenes, que han generado un vínculo fuerte que se transmite en la cancha a la hora de brindarse por el juego y por la búsqueda de los objetivos.
Jugarán el primer partido de mañana en el hexagonal final habiendo tenido cinco días de descanso, aspecto no habitual en esta competencia.
Si hubiéramos planteado una hipótesis como la que vivimos hubiéramos pensado que éramos unos soñadores. Haber clasificado al hexagonal final previo a tener la fecha libre y poder sumar cinco días de descanso es lo ideal en este tipo de competencias, más con el esfuerzo que se hizo en estos cuatro partidos, más allá de que rotamos bastante el equipo y fuimos graduando las energías. El viernes tuvimos día de descanso: los chiquilines salieron a pasear, a conocer la cultura del país; esto no es sólo fútbol. Fuimos a la Plaza de Armas, a los edificios históricos de Lima, estuvimos juntos, charlamos, caminamos y vimos las cosas diferentes que tiene la ciudad para ofrecernos. Es para desenchufarlos un poco, más allá de que siguen con los trabajos de recuperación con hielo; los doctores y fisioterapeutas están muy pendientes. Logramos un objetivo y vamos por otro, que es clasificarnos al Mundial.
Ecuador, rival en el hexagonal, ha tenido un buen torneo y viene de ser campeón sudamericano en otra categoría, la sub 20. Da la sensación de que está empezando a mostrar fortaleza en juveniles. ¿Qué análisis hacés de esa selección y del trabajo que viene realizando?
A menudo, cuando salimos al exterior nos preguntan qué pasa con Uruguay, la competitividad que tenemos, el nivel de las selecciones y la emergencia de futbolistas de alto nivel en las mejores ligas. También nos piden que hablemos de estos procesos largos de trabajo, y no es que seamos unos fenómenos. Compartimos ciertas debilidades con otros países, como la competencia interna, la desorganización, los problemas políticos. Nosotros tenemos la suerte de estar en el Complejo Celeste, que tiene un hilo conductor; los criterios no varían, es como una isla dentro de Uruguay que se transmite luego a las selecciones. Ese respeto por el juego, por el rival y por el público se transmite y nos lo preguntan, y Ecuador, como Chile, están apostando a un proceso largo; Argentina está pagando los errores, pero está retomando el camino. Por lo menos son alternativas para paliar la situación que nos plantea la emigración de valores tan jóvenes que son desequilibrantes, tratar de compensar lo que no nos da la competencia interna con el trabajo en el Complejo Celeste.
Finalmente, el Mundial sub 17 se jugará en Brasil, que como organizador tiene su cupo confirmado. ¿Cambia en algún aspecto la planificación y el encare de la competencia?
Me da mucha pena que se lo hayan sacado a Perú, el pueblo no tiene la culpa. Más allá de los atrasos y ese tipo de cosas, este estadio [de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos], por ejemplo, está muy bien. Nuestro hotel es modesto, no vayan a pensar que estamos en un cinco estrellas: es correcto. A veces el aire acondicionado no funciona, no tenemos piscina, no tenemos gimnasio, pero la comida es muy buena y la atención es excelente. El cambio de sede es más bien por un tema político. Sabemos de la capacidad organizativa que tiene Brasil, y la infraestructura que posee. Con respecto a la clasificación, condiciona el hexagonal final. Nosotros nunca podemos estar cómodos, porque somos así y no estamos en una situación de confort excesivo, pero ahora habrá un día más de recuperación entre cada partido y la clasificación cambia, es otro campeonato.