“Ronaldo, con la Scolari do samba a pleno, liquida el partido”, dijo Víctor Hugo al cerrar el relato del último gol gritado para una radio uruguaya, el que aseguró la consagración de Brasil en el Mundial de 2002. El laberinto de la venta de los derechos le abrió una brecha inesperada durante ese torneo, devolviéndolo al dial de esta orilla por unos días. La por entonces AM Libre lo contrató para la ocasión. Ya habían pasado 21 años de su desembarco en la Argentina que sigue habitando, sus transmisiones aún gozaban de un respaldo que se iría perdiendo. Faltaban casi dos décadas para el nuevo reencuentro con el aire oriental, que se sellará cuando arranque la próxima Copa América, en un era personal y empresarial bien distinta.
Se lo podrá escuchar por M24, que tomará la transmisión de la plataforma argentina Relatores, un emprendimiento parido en tiempos duros, hijo de viejos compañeros de ruta: “Cuando me echaron de la radio donde estábamos [Radio Continental de Buenos Aires] echaron a todos e hicieron esa plataforma. Para mí fue un poco el final de esa etapa de relatos de manera continuada. Me pidieron si los podía acompañar”, explica.
Con más de 70 años de edad y 53 de oficio, el Víctor Hugo relator funge de pieza de equipo y niega sentir nostalgia por las etapas cerradas, también ligadas a los cambios de un mercado dominado por grupos empresariales a los que tilda de “mafiosos”. Es igualmente categórico cada vez que critica al gobierno de Mauricio Macri mientras hace periodismo general diariamente, en radio y televisión. En sus editoriales, la dicción y el acento no permiten detectar que nació en Cardona. Pero aquel muchacho aflora cuando los disparos del fotógrafo de Garra le hacen sacar un peine del bolsillo y se abre un paréntesis en la entrevista: “¿Estoy peinado, che?”.
VHM24
¿Qué significa volver a relatar para una radio uruguaya?
No es ese relato de tanta continuidad de ir a transmitir 20 partidos. Voy a transmitir un par, cuatro, cinco. Según se presente la copa. Pero cualquier posibilidad de contactarme con la audiencia uruguaya es formidable, una alegría del alma.
¿Cómo se dio?
Soy amigo de la gente de M24, hago columnas con [el periodista] Gabriel Romano y el equipo [del programa Intercambio]. M24 compró los derechos y deben haber hablado con la gente de la plataforma Relatores. Estoy retirado del relato profesional, hago un trabajo ad honorem para mis viejos compañeros. Todos los domingos relato un partido en una plataforma telefónica (a la que se accede a través de una aplicación) y lo toman algunas radios en la capital y como 200 en el resto del país.
¿Qué partidos vas a hacer?
En principio, los de Argentina y alguno de Uruguay, por gusto. No sé, no he hablado con los muchachos. Voy a relatar lo que necesiten y no me van a pedir demasiado porque tengo una actividad muy intensa. Estoy trabajando muchas horas por día, radio, televisión. Estoy muy contento con mi vida profesional en este momento, pero el relato es como darme un gusto. Eso es lo que voy a hacer para el Uruguay.
¿Cómo se compone el plantel de la transmisión?
[Los relatores] Matías Canillán, Jorge Arcapalo, [el comentarista] Alejandro Apo, entre las figuras que destacan. Hay todo un equipo de relatores, muchachos jóvenes que en la mayoría de los casos se formaron conmigo; tienen como 30 años de vida conmigo. Me siento muy solidario con ellos y los acompaño. Es como poner el nombre en la vidriera para venderlo un poco mejor.
Sin dolor de ya no ser
Dijiste que la salida de Continental “fue un poco el final de esa etapa de relato” más intensa, ¿hiciste un duelo?
No, en absoluto. Hago lo que la vida me da. Si no estuviese relatando más, no me importaría.
Estuviste un año sin relatar, durante 2016.
Ni me acordaba de que había sido relator. Rápidamente pasó ese tipo de duelo profesional. Fue una etapa muy querida, muy importante, extraordinaria en lo económico, profesional. Pero cuando se termina, se termina. En realidad, se terminó como demanda. No he sido más demandado de maneras importantes.
¿Tu relato ha ido cambiando con tu edad?
No. Que me dé cuenta, en absoluto. La exigencia de ser preciso, de ir con la pelota, de ser creativo en cuanto a la dimensión del espectáculo por afuera de las jugadas, la relación que tiene con el ámbito donde se desarrolla, la importancia, si es verano, invierno, si es una final es lo mismo, lo de siempre. Los jugadores salen a la cancha y tenés que acertar. La búsqueda de la precisión siempre fue una característica personal. La rapidez del relato, todo eso, nada cambió. Por el contrario. Tendrías que escuchar un relato de ahora y cotejarlo con cualquier relato de cualquier época. Los relatores cambian con el tipo de juego. El juego de hoy es más dinámico, pero yo ya vengo de la adaptación. No cambia todos los años, cambia cada 20. Cambió el fútbol uruguayo que relaté, que era un fútbol lento, de mucho traslado de pelota, [en comparación] con el fútbol de toque argentino. Eso fue un cambio en mi vida.
¿Cómo reaccionaste cuando a fines de los 90 se instalaron en Buenos Aires grandes cadenas deportivas de televisión y surgieron relatores apalancados por eso?
Fue el comienzo de la opacidad que tiene hoy en día la profesión de relator de radio. El relator de televisión se ha llevado por delante a la mayoría del relato radial en la Argentina, que llegó a ser copada por la televisión. Lo viví con naturalidad. Yo era un gran oyente de radioteatro; se terminó porque llegó el teleteatro. Aproveché los mejores años del relato. De los 60 no tengo mucho registro porque no fui importante. Pero en los 70, 80, 90 y los primeros años de este siglo hubo una etapa impresionante para el relator deportivo y para mí. Indudablemente, desde 2000 en adelante convertirse en figura de radio desde el relato se hizo cada vez más difícil porque [los relatores de ahora] no tienen la penetración que teníamos. La profesión era la más fuerte que había en el mundo de la radio, la mejor cotizada, la que tenía mayor repercusión económica y en el renombre.
De volea, de volea, de volea
Durante esos años condujiste Competencia, un programa deportivo muy oído que se emitía a la hora en la que ahora conducís un informativo televisivo. ¿Lo extrañás?
No. Empieza un partido de fútbol y lo relato con unas ganas impresionantes, como si a un pintor le colocaran la tela vacía y la tuviera que llenar con algo creativo. Me maravilla, todavía, relatar. No lo haría si no fuera así, no podría pintar con desgano, componer música con desgano. Esas cosas se hacen con el alma. En cambio, el tema del fútbol ya no me interesa. Ha cambiado mucho el tipo de periodismo deportivo, busca el escándalo, la pelea, no habla del juego. Por otra parte, he vivido una gran derrota personal con el hecho de que las mafias que denuncié toda mi vida pasaron un tiempo sin tener el fútbol en sus manos y, de repente, lo recuperaron. Se cumplieron cuatro años del escándalo de la FIFA (que terminó con importantes dirigentes y empresarios en prisión tras un proceso liderado por la ex fiscal general estadounidense Loretta Lynch), quedó probado que todo lo que ocurría en la Argentina y en el continente era coima con participación de medios de comunicación, [de la productora] Torneos y Competencias, [del grupo] Clarín. Lo denuncié desde el año 1992, fue una tortura personal la confrontación que tuve, se desquitaron de todas las maneras. En determinado momento pareció que la pelea había tenido sus frutos, cuando se supo esto de la FIFA. Mucha gente hizo esa lectura, que yo había tenido razón con todas las denuncias, que no empezaron con la televisión pero que se multiplicaron en sus efectos. Hoy en día tomás el panorama del fútbol en la Argentina y está en manos de los propios tipos que habían hecho del fútbol materia fétida. En consecuencia, volver a decir las mismas cosas, establecer la misma pelea me provoca cierto aburrimiento. Por lo tanto, hoy en día no tengo ningún deseo de hacer programas deportivos. No los extraño, no me importan, no los haría.
Tu defensa de los años del kirchnerismo en el poder, tu crítica del gobierno argentino actual...
[Interrumpe] No soy un defensor del kirchnerismo, soy un defensor de ideas, las he tenido toda mi vida. Con mi manera de ver el mundo coincidieron distintas formas políticas. Las más acentuadas son el Frente Amplio en Uruguay y el kirchnerismo en la Argentina. Pero no soy kirchnerista, es decir, no soy un militante. Soy un periodista que tiene sueños, que define sus sueños, que es antineoliberal, pro-Estado, que entiende al Estado como cualquier uruguayo más o menos bien formado lo entiende, que entiende que hay una gran injusticia en el mundo, que valora más la palabra igualdad que la palabra libertad, aunque una sin la otra no tienen sentido.
¿Te imaginás trabajando en Uruguay más allá de la experiencia puntual de la próxima Copa América?
En Uruguay ha pasado demasiado tiempo, que trajo olvido y desinformación sobre mi trabajo. También me ocurre en la Argentina, pero tengo la posibilidad diaria de defender mis atributos y mis convicciones. Uruguay, en materia política, sobre la Argentina tiene una enorme desinformación porque consume los mismos medios argentinos que han desinformado. El periodismo argentino de Clarín, de La Nación es un periodismo inmensamente corrupto, fatalmente mentiroso, y esto también llega al Uruguay. Incluso hasta por el detalle de que nunca más tuve ofertas. La continuidad del trabajo aquí, en Argentina, determina que muchas veces no haya podido considerar oportunidades en Uruguay. Por supuesto, estaría siempre dispuesto a trabajar, no sé si en el relato, porque no estoy en condiciones físicas de relatar las ocho, nueve, 15 veces que llegué a relatar en un mes. Ya no soy un muchacho. Aunque la voz, gracias a un milagro personal, está impecable, hay todo un mecanismo físico. Todo lo que hacés a los 70 años lo podés hacer como un muchacho de 30. La factura que te pasa el hecho es mucho mayor, el tiempo de recuperación que necesitás. Para competir en la radio tenés que estar, dar la pelea, jugar todos los partidos. Cuando querés jugar el partido que te gusta o el del domingo nada más no estás en condiciones de competir con toda la muchachada que está dando la pelea. Pero programas de otra naturaleza por supuesto que haría en Uruguay si se dieran las condicionantes de que me ofrecieran un trabajo que me sedujera más que el que estoy haciendo en la Argentina, en los términos profesionales y económicos en los que desarrollo mi vida. Son muy difíciles de equiparar.
Cuando relataste para la plataforma Relatores la final de la Copa Libertadores entre River Plate y Boca Juniors desde Madrid, en la transmisión dijeron algo así como “el último gran partido internacional de Víctor Hugo”.
Ahora, la Copa América también se convierte un poco en eso. Siempre aparecen cosas, siempre.
De che y bo
¿Cómo nació tu estilo de relato?
En la mixtura de Uruguay y Argentina, como un tipo oyente de los dos países. Nací y me formé en ciudades que estaban equidistantes de Montevideo y Buenos Aires, con una gran influencia porteña. Cardona está a la misma distancia de Montevideo que de Buenos Aires, y Colonia está más cerca de Buenos Aires. Me formé escuchando a Fioravanti, nombre profesional de Joaquín Carballo Serantes, referente del relato argentino, y a Carlos Solé, a [el argentino José María] Muñoz. Eso da, como casi todo lo mío, una impronta rioplatense, ni uruguaya ni argentina. Eso fue lo que hizo una huella en el tipo de relato de la Argentina, que empezó a parecerse mucho más al uruguayo, porque había grandes diferencias. Me parece que la conjunción que logré se convirtió en una marca registrada que ha tenido muchísima influencia. Mucha más en Argentina.
¿Qué tomaste de Fioravanti?
El gusto por el vocabulario.
¿De Solé?
La personalidad y la independencia respecto del protagonista.
¿De José María Muñoz?
La ubicación de la emoción. En el círculo central la jugada tiene una emoción distinta, hay una progresión en la emoción.
¿Y de Heber Pinto, a cuyo estilo suele situarse entre el de Solé y el tuyo?
Era tan hincha de Solé y de su personalidad que me negaba a escuchar a Heber Pinto. Como si un hincha de Peñarol no quisiera ir a ver a Nacional, o viceversa [se ríe]. Pero es innegable, me parece que era un relato increíblemente fantástico.