La asignatura Sexualidad y Género es obligatoria para quienes cursan uno de los cuatro trayectos en los que se divide la carrera a partir del quinto semestre. Así ocurre con las personas que eligen la orientación Salud. “Para el resto, es optativa”, explica Natalia Maidana. Por “el resto” debe entenderse a quienes moldean su perfil de egreso a través de cualquiera de los tres trayectos omitidos: Deporte, Prácticas Corporales, y Tiempo Libre y Ocio. Con esas orientaciones, se completa el menú que se despliega en el tercer año de la carrera.
El esquema no se parece mucho al que la profesora conoció como estudiante. “El pasaje del ISEF [Instituto Superior de Educación Física] a la Universidad de la República ha implicado el comienzo de un proceso de transformación conceptual y académica que ha comprendido una nueva construcción institucional y una reformulación de la docencia”, se lee en la web de la institución. Natalia, que empezó a estudiar en 2001, recuerda las pruebas de ingreso de antaño, con fuerte acento en el rendimiento deportivo. “Ahora pueden entrar personas con discapacidad, antes no”, ejemplifica. Pero, lejos del conformismo, apunta a la necesidad de que los distintos espacios abiertos a la educación física cuenten con docentes sensibles a una diversidad aplastada por la formación clásica. “A la hora de pensar una clase, ¿cómo lo transferimos?”, se pregunta en la entrevista y en el aula.
Teoría y práctica
¿Cuál es el objetivo de la asignatura Sexualidad y Género?
Incorpora la cuestión de género como algo ya formalizado en la currícula. Amplía, tiene un enfoque mucho más social, cultural, de mirar las cuestiones biológicas enmarcadas en un contexto que las interpreta. El objetivo es, primero, hablar de algunas de estas cuestiones. Siempre preguntamos qué formación han tenido en su trayectoria educativa sobre estos temas. Es muy básica la educación sexual que tienen las generaciones que hoy llegan a la universidad. Después, las cuestiones de género. Problematizar, desnaturalizar lo que tenemos incorporado, cómo pensaban la educación física cuando ingresaban al ISEF, y desmenuzar qué relaciones de poder están en juego, qué estereotipos, qué roles. A la hora de pensar una clase, ¿cómo lo transferimos? ¿Cómo organizamos espacio, materiales, grupos? ¿Cómo les hablamos a unos o a otras? ¿Qué nos pasa cuando vemos que alguien no encaja en el concepto de uno u otra? El objetivo es dar una base conceptual para leer la realidad con más elementos, saliendo del patrón de la normalidad, lo sano y lo patológico. Incluir una mirada de la diversidad de las personas y tratar de que esas diferencias que se puedan reconocer no se traduzcan después en desigualdades. Tratar de, a la hora de pensar una propuesta educativa, o incluso de entrenamiento, tener en cuenta esto.
¿Cuál es la reacción a este nuevo enfoque?
Este año veo un cambio de sensibilidad. Con el proceso del curso vamos viendo que hay cosas que han cambiado y en las que hemos avanzado, pero en el fondo hay algunas bases que siguen siendo las mismas. Hay un cambio, por lo menos, en saber ubicarse en un lugar políticamente correcto para no quedar mal o para elaborar una respuesta sin que sea agresiva. Quiere decir que hay algo en lo social, en la cultura, en la sensibilidad que es diferente a hace dos o tres años.
¿Qué situaciones se problematizan en el aula?
Qué es el sexo, la sexualidad, la orientación sexual, la identidad de género, cómo está conformada la identidad sexual. La gente, aunque sea adulta, tiene mezclas entre identidad de género y orientación sexual. Trabajamos algunos enfoques transversales, que van a estar presentes durante todos los temas. El de derechos humanos, que si bien debería estar presente en la educación, aparece muy poco. Muchos nunca trabajaron cómo se vincula el derecho a la educación con la tarea que hacen en el campo profesional o académico. Trabajamos el enfoque o la perspectiva de género, la diversidad sexual y la interseccionalidad, ver cómo se interceptan cuestiones de clase, la cuestión étnico-racial o el origen rural, urbano, migrante… También, el enfoque generacional.
¿Qué caracteriza al cuerpo docente cuando incorpora esta perspectiva?
Por lo menos, primero, no da por obvia ninguna cosa. Están trabajando en un ámbito históricamente generizado, dividido por sexos. El ISEF tenía esa lógica. Llegué a cursar materias que eran diferenciadas, que sólo las cursábamos las mujeres. Antes era peor, en el sentido de que era más separado: había materias de mujeres y de varones.
Una visión que potencia los estereotipos...
Las mujeres más inclinadas a lo deportivo, al contacto físico, a la competencia eran conceptualizadas como “machonas”. Los hombres volcados a la danza, la expresión, al ballet, al patinaje... Esos estereotipos están. En el deporte es más fácil verlo, el tema es cómo verlo en una clase mixta, en una clase de educación física. Está en el imaginario que cuando hacemos propuestas mixtas resolvemos los problemas. Trabajamos también algunos textos que vienen a ayudarnos a mirar que, por más mixta que sea una clase, hay prácticas micro que son diferenciadas desde la planificación o desde la distribución que refuerzan esos mismos estereotipos, esas mismas desigualdades.
¿Qué ejemplo se te ocurre?
Por ejemplo, pensamos el espacio, damos algunos materiales. Rápidamente, los varones van a tomar la pelota y van a ocupar los lugares centrales del patio en una escuela. En una lógica invisible, las gurisas empiezan a quedar en el borde jugando a cuestiones de menos uso del espacio. Los varones se sienten con esa posibilidad, ni lo piensan. Las gurisas terminan quedando en la periferia, lugares pequeños, haciendo actividades con menos destreza motriz, por lo general.
¿Qué rol puede desempeñar el docente ante esa lógica?
Puede intervenir y generar algunas claves para que funcione la dinámica de la libre elección, pero poniendo algunas reglas básicas. Si hago dos espacios libres, voy a un liceo y pongo manchado y fútbol, por lo que significa, ¿qué niñas se van a integrar a ese fútbol? Va a ser aceptada, probablemente, la que juegue bien y meta goles. La más torpe, aunque le guste, capaz que no va a ser aceptada. Pero los varones que son menos hábiles pueden, igualmente, estar jugando. También [se debe] romper con la cuestión de géneros y mirar qué pasa con los varones. Está el varón más ágil, al que le gusta más el fútbol, que juega. ¿Qué pasa con ese chiquilín al que no le gusta? Va a ser catalogado como menos masculino. Si va a jugar con las nenas es como un castigo. “Andá a jugar con las nenas”, [le dicen]. Estás diciendo que ser una nena es un insulto. No está bueno correr como una nena… Entonces, a todos esos mensajes los gurises los van escuchando, los van construyendo. Si como docente hago oídos sordos, también estoy promoviendo determinadas prácticas.
¿Se pueden sacar más conclusiones de la llegada de la asignatura a quienes estudian en el ISEF?
No, porque este año es la primera generación que cursa Sexualidad y Género. El plan es de 2017 y [la asignatura] está en tercer año. Se duplicó en su carga horaria, pero de alguna manera perdió estatus en el sentido de que ahora pasa a ser optativa (para tres de los cuatro perfiles de egreso) y no todo el mundo atraviesa ese tipo de reflexiones.
¿Es común que tome la opción de cursarla gente de los tres trayectos en cuya currícula no es obligatoria?
Por lo que vamos viendo este año, es común.
Sin filtro
¿Cómo era la vieja prueba de ingreso del ISEF?
Por ejemplo, algo que marcaba en la prueba es que tenías que saber nadar. ¿Qué población en Uruguay tiene derecho a una piscina y a aprender a nadar? Ahí ya hay una cuestión socioeconómica. Si bien hay piscinas públicas, sabemos que no tienen una cobertura de toda la población de niños, niñas y adolescentes. Son pocas las personas.
O sea que ahora hay un corte socioeconómico distinto.
Sí. Además, me tocó varios años tomar esa prueba de la piscina, donde se ven los cuerpos casi al desnudo. Siempre presté atención a quiénes perdían la prueba y quiénes la aprobaban. También hay una cuestión étnico-racial.
¿Por qué?
Porque en Uruguay la población afrodescendiente tiene mayor índice de pobreza. Eso lo veía. Hoy la gente se anota, hay un sorteo y entra quien entra. Por ejemplo, ahora pueden entrar personas con discapacidad, que antes no. Pueden entrar personas trans. No recuerdo, nunca supe, en la historia del ISEF, que hubiera un estudiante trans. Diversidad, en todo el sentido de la palabra.
¿Eso ya está impactando en el clima y la discusión?
Sí, y en a lo que nos tenemos que enfrentar como docentes también. La variedad de tener gente de todos los barrios, de todas las maneras de hablar, códigos, vestimentas. No te voy a decir que es una amplia variedad, pero ahora se ve una heterogeneidad de estudiantes que no veía antes.
¿Hoy hay más gente estudiando?
Claro, muchísima más gente. Por ejemplo, cuando di la prueba éramos 30 mujeres y 30 varones por generación.
El derecho y el revés
El vínculo entre los y las docentes de Educación Física y la comunidad se materializa en múltiples ámbitos. La ampliación de la cobertura en el sistema educativo lo vuelve prácticamente ineludible en escuelas y liceos. Pero también hay profes en el deporte federado, en gimnasios de barrio y en clubes con complejos deportivos abiertos a la masa social. Sus tareas no se restringen a los espacios de práctica deportiva: “Quienes hoy se están formando van a cumplir un montón de roles, más allá de la docencia directa. Van a estar en la coordinación, en las coordinaciones de la escuela o en espacios comunitarios donde trabajan con un montón de instituciones y organizaciones”, apunta Natalia Maidana. Intenta demostrar la importancia de la tarea, su potencial transformador y su incidencia en la construcción de sentido, eso que a veces tiene más fuerza que los derechos consagrados legalmente. Le sobran ejemplos, porque trabaja en el Ministerio de Educación y Cultura e integra la Comisión Asesora Honoraria de Cambio de Identidad y Género creada por la Ley Integral para Personas Trans: “Una mujer trans, me explicaba que va a un club deportivo y estaba deseando tener el documento nuevo porque hasta que no fuera con la cédula que dice su nombre nuevo no la dejaban ingresar al vestuario de las mujeres. Entonces, hasta el día de hoy tiene que ir a un vestuario de varones, rodeada de varones. Hay que ver cómo la recibe el vestuario de mujeres. Por eso hay que generar otro tipo de cuestiones de trabajo, de sensibilización, conocer las responsabilidades institucionales, te guste o no te guste”.