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Clásico por el torneo Apertura 2019, en el estadio Campeón del Siglo (archivo, mayo de 2019).

Foto: Sandro Pereyra

Se juega: hay jueces y policías, además de jugadores, canchas y pelotas

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La cuarta etapa del Torneo Apertura se jugará, como sabemos desde hace unos días, entre sábado y domingo. Serán seis partidos a lo largo del sábado, pleno de pantalla verde en los televisores (a las 9.45 empieza el primero, en el Complejo Rentistas, y a las 20.00, los nocturnos en Montevideo, en el Charrúa, y en Maldonado, en el Campus).

Se jugará porque se resolvió la última diferencia que había entre la Asociación Uruguaya de Fútbol y la Asociación Uruguaya de Árbitros de Fútbol. Tras un par de meses de gestiones se logró llegar a una cifra que atempere la situación hasta fin de año. La fecha no es caprichosa, sino que es justamente la del final del convenio que estaba en discusión. La AUF había arrancado con una propuesta que quitaba la acción del cuarto árbitro, y estimaba una quita de 27,5% de los salarios establecidos por el convenio 2020, pero la gremial de los jueces logró negociar primero la presencia del cuarto árbitro en todos los partidos, y en segundo lugar que el descuento fuera menor.

Los partidos serán todos a puertas cerradas. No será la primera vez que se juegan partidos de Primera División sin público, ya había sucedido en las últimas temporadas. El domingo habrá dos encuentros, uno a las 11.15 en Florida y a las 15.00, en Montevideo, el encuentro entre Nacional y Peñarol. Tampoco será el primer clásico a puertas cerradas de la historia, aunque sí el del operativo más grande desde el punto de vista policial. Para el encuentro que se jugará en el estadio Centenario, y que como máximo tendrá a 36 deportistas en la cancha (16 jugadores por lado si se hacen los cinco cambios, y los cuatro árbitros), el Ministerio del Interior dispondrá de 490 policías que vigilarán dentro y fuera del Centenario, las proximidades y varios puntos de acción de Montevideo y de la zona metropolitana. El ministro Jorge Larrañaga instó a evitar aglomeraciones e invitó a mirar el partido “desde nuestras casas”.

La Policía estará atenta a las redes sociales para frustrar posibles disturbios. Además, dará un tratamiento especial a los recorridos de los planteles hasta el Centenario, para evitar que la gente se agolpe a su paso.

La guardia civil a caballo

No será el primer clásico a puertas cerradas en el estadio Centenario. El sábado 25 de agosto de 1934 se jugaron 80 minutos correspondientes a la final del Uruguayo de 1933. En mayo de aquel año se estaba jugando aquella definición cuando vino “el gol de la valija” y el escándalo que terminó con la suspensión del encuentro, el árbitro golpeado y suspensiones varias, entre ellas la de José Nasazzi. Quedaban 20 minutos cuando el brasileño Bahía pateó afuera, la pelota rebotó en la valija del kinesiólogo de Nacional, y Braulio Castro, delantero de Peñarol, aprovechó y mandó el esférico a las redes, promoviendo un gran escándalo.

En la edición del diario El Bien Público, a la que se puede acceder libremente por medio del magnífico proyecto Anáforas, de la Facultad de Información y Comunicación, se refleja toda la actividad de aquel partido, la crónica y las distintas reacciones, y en un apartado titulado “Los alrededores del Estadio” dice: “Una numerosa muchedumbre de aficionados se congregó en los alrededores del estadio con el fin de ‘oír’ de cerca las incidencias del clásico. Aunque no hubo disturbios de magnitud, ni invasiones, se produjeron algunos choques, entre algunos del público, y algunos de los guardias civiles de a caballo”.

Era la dictadura de Gabriel Terra, y no daba para andar jugando con la vida. Ese año, 1934, el presidente de Peñarol era quien el año anterior había sido ministro del Interior de aquella dictadura, Alberto Demicheli, que en 1976 sería él mismo dictador, sucediendo a Juan María Bordaberry y antecediendo a Aparicio Méndez. En 1934 el ministro del Interior fue Francisco Ghigliani, que de haber sido batllista neto –y hasta padrino de duelo de José Batlle y Ordóñez– había pasado, obedeciendo a su famosa frase “amansarse para vivir o rebelarse y morir”, a ser ministro del Interior de Terra. Ghigliani fue además integrante del Comité Olímpico Uruguayo que propició la afiliación en Colombes 1924, y el primer presidente del SODRE.

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