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Óscar Washington Tabárez, durante el entrenamiento previo al debut en la copa de Sudáfrica 2010, en el Green Point Stadium de Cape Town (archivo, junio de 2010).

Foto: Sandro Pereyra

Razones y sinsentidos del cese de Tabárez, el entrenador que más partidos dirigió en una selección nacional

9 minutos de lectura
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Al cerrar el año en que la AUF echó a Tabárez, un repaso por sus 15 años de gestión al frente de las selecciones nacionales ayudará a comprender la coherencia y solvencia con la que el maestro las lideró.

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Leído por Mathías Buela.
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Entre el 8 de marzo de 2006, día del inicio de la segunda época de Óscar Washington Tabárez, y el 19 de noviembre de 2021, la jornada de su despido a menos de una decena de partidos del cierre de su ciclo para siempre, pasaron 5.375 días. En ese lapso la selección uruguaya de fútbol disputó 193 partidos en tres fases eliminatorias de mundiales, tres mundiales, una Copa de Confederaciones, cinco sudamericanos (Copa América), una Copa América Centenario, y decenas de amistosos internacionales de selección en fechas FIFA, que en su totalidad corresponden casi a 20% de los partidos que en más de 120 años jugó el representativo absoluto de la selección uruguaya de fútbol.

Entre la presentación del Proyecto de Institucionalización de los procesos de selecciones nacionales y de la formación de sus futbolistas y su no aclarado despido pasaron 15 años, ocho meses y 11 días en los que la selección mayor ganó una Copa América (2011), fue semifinalista de un mundial (2010), terminó quinto en otro (2018), dio muestras de enorme capacidad y temple en otro al vencer y eliminar en cuatro días a Inglaterra e Italia (2014), y tuvo, a excepción de la Copa América Centenario, buenos niveles de competitividad en la Copa América de Chile –eliminados por los locales, luego campeones, en cuartos de final– y también en 2019 –invicto, eliminado por penales en cuartos de final–, igual que en 2021 en la Copa América de la pandemia, a estadios vacíos, donde también se quedó a un penal de las semifinales.

No se cuentan en esas decenas de partidos que han llevado a que Tabárez sea el entrenador que más encuentros ha dirigido a una selección nacional en el mundo (221 en total entre las dos épocas, sin tener en cuenta los tres en los que no salió a la cancha por estar suspendido en 2015), ni las participaciones, ni los partidos, ni la gran cantidad de futbolistas formados y promocionados desde las selecciones juveniles que él mismo pensó y puso en acción en los considerandos y objetivos de su plan: establecer políticas de selección y dar permanencia y continuidad a su organización; elevar los rendimientos deportivos y acercar la expresión futbolística de las selecciones nacionales a nivel del fútbol de élite internacional; influir positivamente en el proceso de formación integral de los futbolistas seleccionados.

Conexión celeste

Lo hizo, además, estableciendo una conexión entre las selecciones nacionales, dando coordinación y continuidad entre la selección mayor y las juveniles, que aportan talentos, y promoviendo el tránsito natural de unas a otra, en un proceso cuidado que históricamente había sido discontinuo.

Entre 2006 y 2021 se disputaron siete sudamericanos y siete mundiales sub 20 y Uruguay participó en todos, volviendo a ganar un sudamericano en 2017 –36 años después de la última conquista de la categoría– y perdiendo por penales el título de campeón del mundo ante Francia en el Mundial de Turquía 2013. También en 2011, la selección sub 17 llegó a la final del Mundial sub 17 en México. En todos los mundiales de mayores en el referido período, jugaron por Uruguay futbolistas que en las ventanas anteriores habían participado en las competiciones de juveniles: Luis Suárez, Edinson Cavani, Martín Cáceres y Nicolás Lodeiro en Sudáfrica 2010; Abel Hernández, Sebastián Coates, José María Giménez, Gastón Ramírez en Brasil 2014; Martín Campaña, Guillermo Varela, Gastón Silva, Matías Vecino, Rodrigo Bentancur, Nahitan Nández, Cristian Rodríguez, Diego Laxalt, Giorgian de Arrascaeta y Jonathan Urretaviscaya en 2018. Muchos de ellos llegaron a jugar en los tres mundiales posibles (sub 17, sub 20 y absoluto), y algunos de ellos hicieron toda la escalera desde sub 15 durante el seguimiento del proceso de institucionalización de las selecciones.

¿Por qué?

No hay, no se desprende una explicación concreta, ya no justa, del despido de Tabárez.

“El Comité Ejecutivo de la AUF informa que ha resuelto finalizar el contrato del Sr. Óscar Washington Tabárez y demás miembros del cuerpo técnico de la selección mayor.

Expresamos enfáticamente que esta decisión no implica desconocer la importante contribución de Tabárez al fútbol uruguayo. Saludamos y reconocemos los fundamentales logros deportivos obtenidos en estos 15 años, que colocaron a Uruguay nuevamente en los primeros lugares del fútbol mundial.

Expresamos nuestro respeto y reconocimiento al profesionalismo y dedicación durante el largo proceso de trabajo y el inconmensurable legado que esta fructífera etapa deja en la historia de la selección.

El Comité Ejecutivo de la AUF ha adoptado esta difícil decisión en virtud de las circunstancias presentes, comprometido con el futuro próximo y la obtención de los resultados que todos esperamos”, dice el comunicado de aquel 19 de noviembre, un día antes de la inauguración del lifting del Centenario, y de la final de la Sudamericana.

Aunque no está para nada explicitado en el texto ni pudo ser desarrollado por quienes tomaron la “difícil decisión” –el Comité Ejecutivo de la Asociación Uruguaya de Fútbol, integrado por Ignacio Alonso, Gastón Tealdi, Eduardo Ache, Jorge Casales, Andrea Lanfranco, Matías Pérez y Fernando Sosa–, parece sostenerse en los hechos en las sucesivas cuatro derrotas de los últimos partidos jugados en 2021: las dos caídas ante Argentina, la goleada recibida en Brasil y la derrota 3-0 en la altura de La Paz ante Bolivia.

De los diez partidos que jugó Uruguay por las clasificatorias mundialistas durante 2021 ganó dos, empató cuatro y perdió los últimos cuatro. Tal vez esa hubiese sido la explicación si así lo hubiesen explicitado, aunque no una razón valedera, porque, como se verá, la clasificación es una posibilidad que depende directamente de las prestaciones de Uruguay y de sus jugadores, que seguramente sean básicamente los mismos con Diego Alonso al mando del equipo.

El día después

Al igual que ahora, porque como se sabe no se volvió a jugar, Uruguay, como ha pasado en todas las eliminatorias anteriores, está peleando por conseguir un lugar en la fase final de Catar 2022. Restan 12 puntos por disputar, que seguramente los peleará en la cancha la mayoría de estos mismos jugadores que jugaron decenas de partidos con Tabárez y que parecen ser los garantidamente elegibles, y que, colocada por la anterior dirección técnica, está a un punto de la clasificación. Además, en ninguno de los próximos cuatro partidos debe jugar con Brasil, Argentina o en la altura de La Paz, y sí deberá enfrentar a dos rivales directos de los que están peleando llegar a Catar: a Perú en el Centenario y a Chile de visitante. Por lo tanto, queda de manifiesto que la celeste, tanto con Tabárez hasta el 19 de noviembre como con Diego Alonso, que virtualmente fue nominado el 14 de diciembre, depende de sí misma.

Algunos analistas, aun sin encontrar un aspecto meramente de extremo riesgo deportivo o de competencia, han manejado como hipótesis de trabajo, que en realidad lo único que se quería era terminar con Tabárez, por las razones que fueren, de índole filosófica, de pensamiento político o hasta de controversias individuales, y se apoyan en la prueba de que pasó casi un mes entre el cese y el nombramiento de Diego Alonso, de entre una tríada de aspirantes, elegidos por un cuerpo no técnico.

En lo que va de este siglo, Uruguay jugó cinco clasificatorias mundialistas. En cuatro de ellas se llegó a la fase final del Mundial, y en las tres últimas, las dirigidas por Tabárez, el equipo celeste llegó a Sudáfrica 2010, Brasil 2014 y Rusia 2018 recién en el último partido que jugó, ya sea en el repechaje o en la fase regular.

Vale recordar que a esta clasificatoria para Catar 2022, Uruguay estuvo durante todo el proceso más crítico de la disputa, atravesada por la covid-19, sin vacunas, con enfermos y sin gente en las tribunas, en zona de clasificación. En octubre, cuando tuvo lugar el primer intento de echar al cuerpo técnico, se encontraba en la zona de clasificación indirecta, el repechaje, que fue la forma en que se clasificó al Mundial de 2010 y al de 2014, y recién con la increíble seguidilla de cuatro partidos de altísimo riesgo deportivo, que en un despropósito violatorio de cualquier contienda seriamente organizada fueron motivados por el inconsulto cambio de calendario en medio de la competencia, Uruguay quedó fuera de la zona de clasificación.

Nunca caminarás solo

“Está muy bien festejar partidos ganados, festejar triunfos, pero quizá lo que demuestran ustedes, y yo me quiero hacer eco con el mensaje que habría que dejar, es que no nos quedemos sólo con los resultados para valorar lo que se hace. El éxito no son sólo los resultados, sino las dificultades que se pasan para obtenerlos. El camino es la recompensa”. La frase, la idea, es de aquel helado mediodía uruguayo con el corazón caliente por la gesta celeste en Sudáfrica. La enuncia el maestro Óscar Washington Tabárez, que cuatro años antes había llegado pleno de ideas y de proyectos, y que antes de volar a Kimberley, la ciudad sudafricana que se hizo uruguaya por un mes, ya se había enterado de que había un candidato propuesto para sustituirlo a la vuelta del mundial. Ahí estaba de vuelta, y con la más increíble comunión que vivimos los uruguayos del siglo XXI entre la celeste y nosotros, la gente.

Aquella recompensa, aquel camino, pudo no haber sido. En su primer partido oficial de competencia en la Copa América de 2007, tras la derrota con Perú, estuvieron cerca de echarlo. En 2009, entre la derrota en Lima y el triunfo en el Centenario frente a Colombia, y la enorme victoria en Quito ante Ecuador, estuvieron por echarlo, y, lo que es peor, viajó a Sudáfrica sabiendo que estaba en la mira y que sería sucedido por otro director técnico, después de que Sebastián Bauzá y otros dirigentes de clubes vetaran su recomendación de que Daniel Carreño fuese el entrenador de la sub 20 tras la partida de Diego Aguirre. En aquel momento, Bauzá no sólo no promovió la recomendación de Tabárez, sino que nombró directamente a Juan Verzeri para la selección juvenil.

En 2010, después de cuatro partidos sin triunfos, la selección quedó séptima con 18 unidades, a falta de tres partidos por jugar. Ganó los seis puntos necesarios para el repechaje y en el último con Argentina no pudo, y los de Maradona fueron directo a Sudáfrica, mientras que Tabárez se clasificó ante Costa Rica.

Entre 2012 y 2013, entre que la celeste por primera y única vez en su historia estuvo segunda en el Ranking FIFA y el partido ante Venezuela de visitante, Uruguay estuvo siete partidos sin ganar, redondeando un año y dos meses sin conocer la victoria. Igual que ahora, estaba séptimo con 16 puntos y quedaban cinco partidos por jugar. Ganó cuatro de cinco, fue al repechaje y se clasificó.

Enseñanza y aprendizaje

Es muy difícil demostrar que los logros de la selección no se habrían alcanzado sin el proyecto que por 15 años condujeron Tabárez y sus colaboradores, pero, subjetivamente, la comparación con el pasado es enorme. La adhesión de jugadores de primera línea, la disciplina del equipo en el juego y fuera de él, la organización al detalle de la mayoría de los aspectos, los procesos graduales de renovación con la base de un trabajo de años en las selecciones juveniles fueron decisivos por lo menos hasta la llegada de la covid-19.

Fueron más de 200 los jugadores nominados por Tabárez en estos 15 años para integrar la selección absoluta. Estuvieron en la cancha en por lo menos un encuentro 169 de ellos, con un detalle extremadamente importante: por lo menos dos tercios habían tenido experiencias en las selecciones juveniles, y directamente en la última década en participaciones de sub 15, sub 17 y sub 20, en selecciones que eran seguidas y coordinadas por el propio Tabárez. Muchos de ellos, inclusive, llegaron a participar en todas las selecciones hasta estabilizarse en la mayor, como Federico Valverde, que viene desde la sub 15, igual que sucedió con Gastón Silva y Jonathan Urretaviscaya. Pero son muchísimos los que han pasado por al menos dos de ellas. Luis Suárez, Edinson Cavani, y Martín Cáceres integran el núcleo central de la selección desde que salieron de la sub 20 que jugó el Mundial de Canadá 2007.

Tal como había establecido Tabárez en su plan, una de las más notorias debilidades era que “las selecciones nacionales han sido inconexas. A nivel de selección mayor no hubo continuidad de la organización ni de las estrategias, luego de llegado el tiempo de determinada meta, generalmente vinculada a la disputa de los campeonatos mundiales”.

Como respuesta a tal déficit y a carencias estructurales, organizativas y hasta filosóficas, el plan apuntó a establecer políticas de selección y a dar permanencia y continuidad a su organización, elevar los rendimientos deportivos y acercar la expresión futbolística de las selecciones nacionales a nivel del fútbol de élite internacional.

La idea de ir preparando desde muy jovencitos a la enorme mayoría, desde muy abajo, cuando no saben siquiera si llegarán a la primera división, cuando su sueño más cercano es ponerse la camiseta del pueblo en la selección sub 15, o tal vez jugar en el cuadro al que trata de ir a ver cada domingo, funcionó aceitadamente y es por esto que más de una centena de ellos llegó a participar en la selección uruguaya.

El último baile

Poniendo sobre la mesa que se trata de la persona que con su acción modificó y refundó la idea de las selecciones nacionales, que la biología y su propia expresa determinación nos indicaban que, ni aunque fuese campeón del mundo le quedaban más de 12 partidos a su carrera como entrenador, que su aporte ha sido realmente invalorable y sin parangón en la historia de las selecciones nacionales, se puede pensar que la medida ha sido desatinada, que no había un proyecto que pudiese sostener su remoción y que a su vez mantuviese, aunque más no fuese, el remate del ciclo virtuoso. De hecho, llevó casi un mes que nombraran otro técnico, que, lamentablemente, por razones de salud ni siquiera ha podido llegar a Uruguay.

Una pena.

Ojalá Diego Alonso, los futbolistas y la estructura armada o por armarse puedan lograr el objetivo deportivo de la clasificación y participación en Catar 2022.

Ojalá que se pueda cumplir aquello que durante 15 años expresó Tabárez como su principal anhelo: “[Me gustaría que] Cuando me tenga que ir, sea por resultados, por dudas, por razones de edad o por lo que sea, esta manera de hacer las cosas sea continuada por otras personas. Si logramos dejar eso, será muy importante para el fútbol, pero fundamentalmente para los cambios culturales que pretendemos”.

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