“No creo que pueda aguantar esto mucho tiempo”, le decía Max Verstappen a sus ingenieros del equipo Red Bull. Iban por la mitad de la carrera en Le Castellet, al sur de Francia, entre Cannes y Marsella, y el neerlandés ya había tenido varias emociones: había partido desde la punta, tuvo un error en la primera curva que lo dejó atrás de su rival Lewis Hamilton, volvió a quedar delante del británico tras la parada en boxes y ahora estaba intentando mantener la posición, pero el Mercedes Benz parecía más fuerte. Ya era bastante, pero le esperaba más.
Un poco después, a 20 vueltas del final, cuando el asedio a la primera posición de Hamilton y Valtteri Bottas parecía perder fuerza, Red Bull llamó a Verstappen a boxes. Parecía una movida extraña, porque, en lo previo, la estrategia ideal indicaba una sola detención. Para muchos, equivaldría a regalarle la punta de la carrera a los rivales. Red Bull, sin embargo, montó gomas frescas y blandas (el compuesto medio, para ser exactos) en el coche de Verstappen y lo envió de nuevo a acortar la distancia con Hamilton, que siguió corriendo con cubiertas de larga duración.
Para poder atacar a Hamilton, el neerlandés tenía antes que superar a dos máquinas: la de su compañero Sergio Pérez, que lo dejó pasar sin problemas (“casi se va del estadio”, dijo el comentarista Martin Brundle), y al Mercedes de Bottas, al que forzó a un frenaje tardío y superó de manera contundente.
Quedaban menos de diez vueltas cuando el ataque de Verstappen pareció perder fuerza: sus gomas se desgastaban. Pero faltando tres giros, el del número 33 retomó el impulso y entró en la “zona DRS”, es decir, dentro de la ventana de un segundo de diferencia con el de adelante, que permite abrir los alerones para ganar un empuje extra e intentar sobrepasar. En la penúltima vuelta, Verstappen superó a Hamilton, que no pudo hacer mucho con unas gomas más duras y más viejas que las de su joven antagonista.
Detrás de ellos, Pérez también había superado a Bottas, por lo que fue un 1-3 de Red Bull en Francia. El golpe para Mercedes es durísimo, no sólo porque hasta ahora el circuito de Paul Ricard era una pista que dominaba fácilmente, sino porque Red Bull demostró tener ahora también la ventaja táctica -el llamado a boxes extra para Verstappen es la prueba- que antes ostentaba el equipo alemán. La pérdida de confianza en Mercedes se aprecia también en pequeños detalles, como el intercambio de chasis al que sometieron a sus pilotos, que al parecer sospechaban de distintos problemas estructurales en sus respectivos autos.
Tras Bottas llegaron Lando Norris y Daniel Ricciardo, del equipo McLaren, que recuperó su lugar como tercera fuerza en esta temporada. Ferrari, que también ambiciona ese lugar, quedó sin puntuar, cayendo a niveles de performance similares a los del desastroso 2020.
Séptimo llegó el locatario Pierre Gasly, que en esta temporada está mostrando una consistencia fuera de lo común sobre su AlphaTauri, y luego llegaron el renacido Fernando Alonso, que salvó el honor de la marca Alpine (Renault) en su territorio, y los dos Aston Martin de Sebastian Vettel, que definitivamente está de vuelta, y Lance Stroll.
Las próximas carreras serán la semana que viene y la siguiente, y, para desgracia de Mercedes, ambas tendrán lugar en la pista de Red Bull, en Spielberg, Austria.