Son muy largos los partidos, con ver los últimos dos minutos alcanza. Por años esa sentencia me produjo una mezcla de irritación y tristeza. Me molestaba, por un lado, que a mi abuelo no le gustara el básquetbol como a mí, y por otro me daba pena que subestimara a su nieto y quisiera convencerlo con un argumento tan ridículo como falaz. Ante mi incredulidad, él rápidamente comparaba con el fútbol. Decía que en el fútbol importa no solamente lo que sucede cuando el juez da inicio, sino incluso antes... “¿No viste que a veces se traen un gol del vestuario?”.
Cada vez que empiezan los playoffs de la NBA, mi abuelo tira la misma frase, son muy largos los partidos, hay que ver el final nomás... Con los años pienso que tal vez tenga razón y que en definitiva lo que siempre quiso decirme fue “lo único que importa es el clutch”.
En la chiquita
Si faltan cinco minutos para que termine un partido y la diferencia es de cinco puntos o menos, entonces estamos en el clutch. No es caprichoso el anglicismo, no hay traducción fiel al español. Sí la hay. El clutch es cuando las papas queman, es donde se ven los pingos, la instancia definitiva en que se imponen aspectos menos deportivos que psicológicos y se distingue el crack del pusilánime... un lugar inhóspito para algunos, como pisar pasto descalzo para otros.
Milwaukee Bucks y Atlanta Hawks, por el Este, junto con Phoenix Suns y Los Angeles Clippers, por el Oeste, son los finalistas de conferencia. Uno de ellos se quedará con el anillo. ¿Será el que tenga a los más tigres en el clutch? Podríamos chequear la estadística, apostar y forrarnos... no es tan sencillo. La estadística, esa ciencia fría y tibia a la vez, parcialmente objetiva, que sabe todo lo que pasó pero poco y nada lo que está por pasar.
Nuevo campeón
Los Angeles Lakers habían robado la localía, estaban 2-1 contra Phoenix Suns y eran favoritos para obtener el bicampeonato, pero estos son los playoffs. El equipo de Arizona ganó tres partidos consecutivos y LeBron James, por primera vez en su carrera, quedó eliminado en una primera ronda de postemporada.
En el camino de Phoenix aparecieron los Denver Nuggets de Nikola Jokic, flamante Jugador más valioso de la temporada regular. Prácticamente no hubo serie; Chris Paul se la robó toda. El base de 36 años hizo 15 puntos y 15 asistencias en el segundo partido y no tuvo pérdidas; para el tercero promediaba 33 asistencias y tres pérdidas. Estuvo acompañado de maravillas por Devin Booker –mete mucho y erra otro tanto, lo cual habla de una confianza inquebrantable– y Jae Crowder, de gran trabajo defensivo sobre Jokic y buenos porcentajes desde el perímetro. Los Soles barrieron 4-0 y esperaban conocer a su próximo rival cuando, la semana pasada, recibieron flor de nubarrón: Chris Paul ingresó en los protocolos covid de la NBA y es baja indefinida para las finales del Oeste, que de todas formas su equipo ya está ganando 2-0, producto de dos victorias como local. La segunda, el martes, fue con un inverosímil cierre en el que DeAndre Ayton conectó un pase de saque de fondo saltando por encima del aro y tocando la pelota para meterla, cuando sólo quedaban 0,9 segundos en el reloj.
El cruce menos virtuoso de los cuatro de semifinales de conferencia quizás haya sido el de Philadelphia 76ers y Atlanta Hawks. Si bien se definió en séptimo partido, con una expectativa febril, los equipos no se hicieron fuertes de local y hubo muchos más errores que aciertos durante toda la serie. En el cuarto partido, por ejemplo, a poco de comenzar los Sixers intentan el puente aéreo en un par de ocasiones y la pelota se estrella contra el acrílico; entremedio Trae Young, absolutamente solo, tira un triple, se pasa y también rompe la tabla. En un momento el base de los Halcones fue cambiado y mientras descansaba le colocaban hielo en el hombro. El panorama era cada vez más desolador. El nerviosismo se apoderaba de la escena y las pérdidas se sucedían una tras otra. Atlanta estaba muy pasivo en defensa, Filadelfia llegó a sacar 18 puntos de ventaja... pero perdió y la serie se puso 2-2.
Pico y pala
En el quinto partido, lo mismo, pero peor. Fue 26 la máxima a favor de Filadelfia. Joel Embiid, su jugador más desequilibrante, anotó 37 puntos y 11 de 13 desde la línea, con el detalle de que los únicos dos libres que erró fueron sobre el cierre del partido, cuando Young apareció en todo su esplendor –hizo 39 puntos– y con un par de flotadoras selló la victoria para los Hawks.
La serie se mudó al estado de Georgia, donde los locales, si ganaban, serían finalistas... pero el punto fue para los Sixers y así forzaron el séptimo y último asalto, en su casa, con su gente, el mejor clasificado contra el quinto. Ahora sí, estaba todo dado para que los del 76 festejaran... pero no: el ornitofóbico Young, Kevin Huerter –27 puntos, 10 de 18 en tiros de campo– y compañía dieron el batacazo y los Atlanta Hawks están en las finales del Este, que empezaron el miércoles.
En el quinto partido con Dallas, cuando la serie estaba 2-2, a falta de 12 segundos, Terance Mann atacó el aro por la línea final, y cuando parecía que la iba a hundir hasta los huesos, prefirió descargar, una decisión que con el diario del lunes, vimos, fue desafortunada. Mann tiene miedo de ganar, pensé. Ganar significa avanzar, estar más cerca de la gloria, pero también implica mayor responsabilidad y esfuerzo, algo que no todos los deportistas de élite, quizás inconscientemente, sean capaces de soportar.
Varios partidos después, en el sexto y último contra Utah Jazz, Mann firmó la mejor actuación de su incipiente carrera y ayudó a su equipo, Los Angeles Clippers, a clasificarse a las finales del Oeste por primera vez en su historia, una franquicia que tiene más de 50 años.
Había ganado Utah los dos primeros partidos, de local, con grandes exhibiciones de su figura Donovan Mitchell, facilitadas a su vez por una defensa apática de los veleros, sobre todo Paul George, quien falló muchos tiros y parecía desconcentrado, incluso torpe, como si su talento hubiese sido absorbido por los extraterrestres de Space Jam. Para la tercera cita todo cambió.
¿Los Clippers son los Clippers?
Devuelto Patrick Beverly a la rotación tras un período de ostracismo, y con el francés Nicolas Batum aportando buenos minutos, los de California hicieron un partido serio y se impusieron de principio a fin. Esta buena imagen fue ratificada en el cuarto encuentro, llegaron a ganar por 30 en el primer tiempo, y de allí en más no concedieron ninguna esperanza a su rival, cuyo mejor jugador, Mitchell, empezaba a mostrar molestias de su vieja lesión en el tobillo.
George recuperó el semblante, estuvo menos dubitativo y atacó el aro con agresividad, lo mismo que su compadre Kawhi Leonard, aunque este sobre el final sufrió un esguince de rodilla que terminó marginándolo por el resto de la serie.
La baja del ex Toronto –el mejor jugador de los veleros– encendió las alarmas y de a poco volvieron los fantasmas que atormentan desde siempre a la franquicia angelina, pero nuevamente apareció George, con 37 puntos y 16 rebotes, los Clippers ganaron en Salt Lake City y por un momento pusieron en entredicho ese runrún tautológico que ante cualquier desempeño promisorio del equipo de Los Ángeles lo termina derrumbando con la sentencia “los Clippers son los Clippers”, una suerte de Kesman es Kesman pero menos insípida y más despectiva.
En el sexto juego Utah ganaba por 25 al inicio del segundo tiempo, pero entre la táctica eficaz de small ball –jugar sin un pivot clásico para, por ejemplo, sufrir menos en los cambios de hombre en las cortinas, sobre todo en el pick and roll– y la noche descollante del joven Mann, los Clippers lo dieron vuelta, están en las finales del oeste y ahora deben luchar contra su propia historia, porque nuevamente comenzaron la serie 0-2.
Brooklyn Nets, el gran favorito del Este, quedó eliminado a manos de Milwaukee Bucks en un cruce tan trepidante como difícil de explicar. A los 43 segundos del primer partido James Harden sintió un pinchazo en el posterior, salió para ya no volver y regresó a la serie recién en el quinto juego. A los Nets poco pareció importarles, empezaron ganando 2-0, pero en el cuarto partido, cuando los Bucks ya habían descontado, Kyrie Irving, el segundo mejor jugador de Brooklyn, sufrió un grave esguince de tobillo que lo apartó de ese duelo y del resto de la temporada. Los liderados por Giannis Antetokounmpo no desaprovecharon la ocasión y empataron la serie a dos.
Dámela a mí
Kevin Durant es el mejor jugador de la liga. En las finales de 2019 se rompió el tendón de Aquiles, una lesión que ha truncado la carrera de varios basquetbolistas. Tras un año sin competir, ya en los Nets, esta temporada regresó y está más picante que antes. Maneja todos los registros, es un alero de 2,08 que puede jugar de cuatro e incluso subir la bola en la posición de base. Quizás el codo sea su zona predilecta para anotar, pero también lo hace sin ninguna dificultad en el poste bajo, de media distancia, desde el perímetro, en transición, tiene excelentes porcentajes en tiros libres y en el uno contra uno es casi indefendible.
En el quinto partido, sin Irving y con Harden muy diezmado físicamente, Durant casi que tiró solo del carro y tuvo una actuación histórica: jugó todo el partido, convirtió 49 puntos y tuvo diez asistencias. Giannis también logró una gran faena –34 puntos, 12 rebotes–, pero muy cerca del final, en pleno clutch, cuando el Barclays Center era la caldera del diablo, el griego recibió un pase abajo del aro y la pelota se le cayó de las manos, el tipo de dato que la estadística no suele registrar.
El sexto lo ganó Milwaukee, estaban 3-3 y todo se definía en Brooklyn. Último cuarto. Faltan tres segundos. Los Bucks ganan por dos. Durant recibe la bola. Lanza un triple. ¡Emboca! Pero había mordido la línea. Es un doble. Hay alargue. Los Bucks tienen más resto y ganan la serie. Durant es tema del hombre solo.
Quizás lo más hermoso de este juego –¿lo más injusto?– sea que un equipo cuya máxima figura suele hacer el ridículo desde la línea de libres pueda llegar a una final de conferencia de la NBA y, quién te dice, por qué no, salir campeón.