Destronado el rey James en el amanecer de los playoffs y apeados cerca del crepúsculo figuras consagradas como Kawhi Leonard o Kevin Durant, estas finales de la NBA se presentaban apasionantes tanto por la facha de “recién llegados” de ambos equipos como por las dudas que podían generar sus máximas estrellas en una instancia sin mañana como esta.
Milwaukee Bucks, campeón por única vez hace 50 años. Giannis Antetokounmpo, dos veces elegido Jugador más valioso, zancada temible, excelente protector del aro… pésimo tirador de libres.*
Phoenix Suns, sin anillos, últimas finales en 1993. Chris Paul, veterano de mil batallas pero de ninguna guerra; creativo, elegante, quizás el mejor base de la liga… muchas lesiones… en momentos clave.
Los Ciervos contra los Soles. Pronóstico incierto era poco. No hagan sus apuestas.
Educando Arizona
Gracias a un mejor récord en la temporada regular, Phoenix tendría la ventaja de la localía. De siete partidos posibles, cuatro serían en el Valle, entre ellos, los dos primeros y, en caso de ser necesario, el último.
Promediando el segundo tiempo del juego uno, los Suns sacaron una ventaja de 15 puntos que supieron defender hasta el cierre. Tras 16 temporadas en la NBA, Chris Paul debutaba en las finales con 32 puntos (4/7 en triples), y aunque le fueron rotando la marca en más de una ocasión los mandó a la escuela. En el segundo juego, los Bucks empezaron mejor, ajustaron la defensa en el pick and roll sobre Paul y DeAndre Ayton, pero siquiera con los 42 puntos de Antetokounmpo tuvieron algún tipo de chance. Mediante buenas transiciones ofensivas y anotaciones de casi todos los sectores de la cancha, los Suns fueron ganando en confianza a lo largo de todo el partido, un estado de gracia que para Milwaukee fue imposible de contrarrestar.
La serie se mudó al estado de Wisconsin para los partidos tres y cuatro. En el tercero se dio un trámite parecido al del primero pero a favor de Milwaukee. En el tercer cuarto sacaron 20 puntos de ventaja y se acabó. La clave quizás fue, más allá del gran trabajo del base Jrue Holiday y de los 41 puntos de Giannis (13/17 en libres), el rebote ofensivo y los puntos tras pérdida de Phoenix, muchas veces ocasionada por una buena defensa.
El cuarto partido se tornaba decisivo, ya que una victoria de los Soles los pondría a un solo amanecer de salir campeones; si en cambio los Ciervos berreaban más fuerte, la serie quedaría 2-2 y todo se reduciría a un infartante al mejor de tres. No decepcionaron. El partido fue mucho más intenso que los anteriores: arriesgan más en el contacto, se percibe un pacto tácito entre los jugadores y los jueces, y el silbato ante el roce fuerte muchas veces se hace sordo, ni que hablar de cuando hay violaciones tipo pasos, o tres segundos en la pintura, porque acá lo que importa es el show.
Por Phoenix, ante la no comparecencia de Paul, absorbido magistralmente por Holiday, el escolta Devin Booker asumió el liderazgo y fue la gran figura de su equipo con 42 puntos. Estaba siendo descollante en el uno contra uno, hasta que en el último cuarto tuvo que salir en capilla por quinta falta y esto fue letal para los Suns. Por el lado de los Bucks, Giannis delegó la gestación de la ofensiva a formas colectivas y se dedicó a ser el rematador, sobre todo dentro del semicírculo. Pero no fue el griego sino Khris Middleton el mejor de todos. Anotó 40 puntos y ratificó la estadística de que es muy bueno en el clutch –últimos cinco minutos de un partido con menos de cinco puntos de diferencia– con dos o tres anotaciones cruciales. En un final muy cerrado Milwaukee se llevó el punto y logró empatar la serie.
Expecto Patronum
Por ahí se dice que una serie de playoffs de la NBA no empieza sino hasta que gana el visitante, y esto fue lo que ocurrió en la quinta velada. Sólo en el primer cuarto los Bucks tuvieron seis pérdidas, una más que en todo el partido anterior, y Phoenix logró 15 de renta de la muñeca de Booker. Pero en los siguientes 12 minutos todo cambió, drásticamente, algo que cuesta creer a este nivel de competencia. Con Giannis mucho tiempo viéndolo desde la banca, Holiday fue descomunal, terminó el primer tiempo con 18 puntos, y los Bucks se fueron al descanso largo con una ventaja de tres. En un épico final, a falta de 15 segundos, con los Ciervos ganando por uno, Holiday le extirpó el balón de las manos al dementor Booker, y cuando la jugada quizás pedía retener la posesión, el inconsciente puso un puente aéreo para Antetokounmpo, que la hundió hasta lo más profundo del sol. 3-2 y volvemos al este.
No hay adjetivos
Si el Fiserv Forum ardía, afuera, en los alrededores, en la explanada, digamos, explotaba la caterva. Pantalla gigante, alcohol, fiesta, variantes de covid emergentes, no faltaba nada. El comienzo fue un desborde de errores, inseguridades y malas decisiones. Los Bucks sacaron 13 de ventaja, pero Phoenix rápidamente lo trajo, y hasta pasó.
Bien Chris Paul, asumiendo, 3/17 en triples Milwaukee y nos vamos al entretiempo Phoenix cinco puntos arriba.
En la segunda parte se vio que era una final en todo sentido. Mucha tensión, la rotación baja a siete o seis jugadores, cada posesión, cada drible, cada cortina se piensa dos o tres veces, lo espontáneo y la poesía se retiran del estadio. Y entonces apareció él. Penetró, se fajó, reboteó, probó incluso desde el perímetro, no la pasó, imparable, consagratorio, emocionante, hay adjetivos, no hay adjetivos. Giannis Antetokounmpo, 21 caracteres con espacio, 50 puntos (50 años después), y lo más inverosímil: 17/19 en libres,* alimentando ese lugar común esperanzador de que la estadística está para romperse.