“Juancito, pedime la luna”, me dijo una vez, hace unos años, un exdirector de las radios públicas. Yo quería la luna ‒si es que ese pedido simboliza un mejor periodismo, estar en los lugares donde pasan cosas, poder transmitir las emociones más grandes y las más chicas‒, pero específicamente mi llamado tenía que ver con viajar a las finales del interior, más precisamente a Melo. Eso sin dejar de lado lo que estaba pasando en Montevideo y lo que podía suceder con el curling en los Juegos Olímpicos de invierno.
Pensar Garra llevó tiempo. Mucho tiempo. Muchos cambios: hoy lo naturalizamos, pero el nacimiento del suplemento deportivo ‒la continuidad de Deportes la diaria‒ vino de la mano con la llegada del color y el cambio de tamaño en el formato de la diaria. Tiempo de cambios, de adaptarse a nuevas plataformas, de intentar impulsarnos con las redes sociales y empezar a pensar mucho más con la cabeza en la web. Costó en los primeros tiempos pero la pelota empezó a rodar.
Fue en abril de 2018, un domingo, cuando se cerró el primer suple que saldría unas horas después, el lunes (en 2020, pasó a salir los jueves). ¿Por qué hacer Garra en un diario de izquierda? ¿Por qué insistir con la convicción de que el deporte es parte de nuestra vida, de nuestra agenda? Créanme que sigue siendo discutido.
Todo lo que pasó antes es conocido: acá no hay grandes inversionistas ni plata que nos dijera qué es importante contar y qué no. El foco estuvo ‒está‒ en la comunidad: suscripciones anticipadas, reuniones con los y las protagonistas (deportistas y lectores). Garra sólo tendría sentido si había gente con ganas de leerlo.
Son casi cuatro años de coberturas y de una agenda propia (el fútbol femenino, por ejemplo). Miles de caracteres llevados al papel, a la web y a las redes sociales, otras tantas miles de fotos captando momentos en los barrios, en las ciudades y pueblos de Uruguay, pero también en otros lados del mundo. Pelotas de distintos colores y tamaños, deportes (en todo el sentido de la palabra), literatura, humor, entrevistas, otras miradas posibles y compromiso con las causas.
Es tiempo ‒más que nunca‒ de seguir pensando Garra como formador de identidades, de cultura, de cosas cotidianas; como constructor de discursos. De saber separar entre el buen periodismo y del otro, no dejar de lado lo popular (¡nunca!), preocuparse y ocuparse de comunicar con responsabilidad. ¿Será muy pretencioso? Quizás sí, pero ¿cuánto cuesta la luna?