En el último partido de Villa Española hubo matones, narcos, sicarios. Ninguno tiene que ver con el Villa Española denunciado. Son otra cosa. Es más, algunos gritaron que “si no los echa el MEC [Ministerio de Educación y Cultura], los vamos a sacar nosotros”. Quieren tomar decisiones y, como es evidente, no parecen las mejores. La intervención tiene estos latigazos como consecuencia: creció la violencia en el barrio. Sin saberlo, el ministerio está dándole legalidad a una gente que quiere resolver las cosas amenazando de muerte a los protagonistas y a sus familiares.
En el medio de esta escalada de violencia, este martes los colectivos Comisión Cultura Villa Española, Comisión Villa en Flor, Colectivo huertas, Cantina Sócrates, murga Los Pepinitos y Grupo Entrenamiento Atletismo Villa Española hicieron una movilización en defensa del club ante la intervención ministerial. Según supo la diaria, previo a la movilización hubo amenazas. Es buena noticia que no haya pasado nada.
La muy mala intervención
Hay un punto clave en esta cuestión. Conviene repasar rápidamente el orden de la historia: en diciembre de 2021 cuatro socios de Villa Española presentaron una denuncia ante el MEC contra la directiva vigente del club. Lo siguiente fue un documento firmado por el director nacional de Asuntos Constitucionales, Legales y Registrales, Gastón Gianero. En ese informe, al que accedió la diaria, fechado el 1° de abril, se dicen cosas que llaman la atención. La más notoria es la que argumenta que si los hoy denunciantes antes cometieron los mismos incumplimientos estatutarios que los dirigentes actuales, eso no supone validación de la inconducta. Hace ruido: uno de los denunciantes es Fabián Umpiérrez, presidente de Villa Española entre 2008 y 2013, quien en sus cinco años de mandato sólo realizó una elección, a pesar de que el estatuto del club establece que deben ser anuales.
Más allá de que en ese mismo informe se lee que “la motivación de los individuos es un elemento que debe mantenerse ajeno a la valoración de las denuncias”, cabe la pregunta: ¿quién toma una denuncia de alguien que incumplió antes lo que hoy denuncia? ¿Es aceptable?
Visto el informe y con las declaraciones públicas del ministro Pablo da Silveira, hay otra contradicción. El texto dice: “No resulta razonable que por ser una entidad social y por ser política todo lo ateniente a la vida en sociedad, la entidad podría manifestarse políticamente respecto a cualquier tema social siempre y cuando no fuera partidario. No apoya esa afirmación ni el tenor literal del estatuto ni el más mínimo criterio de razonabilidad”. Sin embargo, cuando le preguntaron a Da Silveira sobre el tema, dijo que “el punto que encendió las alarmas y que generó la denuncia” fue que jugadores hayan firmado contra la ley de urgente consideración (LUC) “y las autoridades no hicieron nada”. Entonces, ¿a qué se refiere el informe del MEC cuando dice que no resulta razonable manifestarse políticamente aun cuando no sea partidario?
Lo peor viene después: este mismo informe, al que accedió la diaria, cierra diciendo que “previo a elevar la sugerencia de intervención, conferir vista del presente informe a los denunciados con el fin de conocer si hay alguna voluntad por parte del club de restablecer el funcionamiento normal”. Y hubo voluntad: Villa Española presentó su informe explicando la situación del club, adjunta información de que apercibieron a quien se manifestó contra la LUC previo a un partido de fútbol, solicitó al MEC que otorgue un veedor para la próxima asamblea, y además le pidió asistencia al ministerio para garantizar la mayor participación en la futura elección de autoridades, para la cual, incluso, propuso fecha.
Más claro: el MEC pidió voluntad a Villa Española para restablecer las cosas, el club se la dio por escrito, pero al ministerio no le alcanzó (o no le importó): decidió autoritariamente intervenir igual.
Ese brazo gordo y pesado de la política, sea por derecha o por efectos colaterales, permitió que aparezcan los viejos valores: el chumbo, la fría, el precio de la gente, la impunidad sin disfraz. Ahí hay que intervenir también.