Sábado y domingo se juegan los partidos de ida de las semifinales de la Copa Nacional de Selecciones del Interior. Se trata del Mundial de cada año de miles y miles de futbolistas y aficionados que compiten para representar la camiseta de su gente. Han llegado a esta instancia trascendental los representativos del fútbol de tres ligas de capitales departamentales, Florida, Salto y Lavalleja, y una liga de pueblo, la de Guichón, que está viviendo su sueño y va por más.
El sábado Guichón visitará el majestuoso Juan Antonio Lavalleja de Minas para enfrentar al local Lavalleja a las 21.30, en partido que será televisado por Tenfield. Ambos llegaron por penales a esta instancia. Guichón, que nunca había llegado tan lejos, debió patear 11 penales ante Zona Oeste de Maldonado, mientras Lavalleja sólo tiró tres para ganarle a Río Negro.
El domingo en el Dickinson salteño, Salto recibirá a Florida a las 21.15. Salto clasificó por diferencia de goles al derrotar a Durazno por 4-0 (ida 1-2), mientras que Florida fue el único en clasificar con puntaje perfecto después de dos triunfos ante Tacuarembó.
Adhesión e identidad
El 9 de junio de 1924 la selección uruguaya se coronó en Colombes como campeona olímpica y se generó en todo el país la mayor concentración pública masiva en tiempos de paz hasta esos días. El fútbol en Uruguay ha sido, desde su temprana llegada al Río de la Plata, un motor de identidad, masivamente colectiva de grupos que interactúan y se identifican con su gran ámbito social.
Los canarios en su acepción más amplia, o sea todos los de los 18 departamentos que tienen selecciones en la Organización del Fútbol del Interior (OFI), sueñan cada verano con quedarse con el título que representa un Mundial, su Mundial.
Es el torneo de OFI de mayor jerarquía y al que cualquier futbolista del interior –donde hay más de 600 clubes y no menos de 10.000 jugadores– puede aspirar. Es lo máximo, y lo saben los deportistas, los saben en su casa, lo saben sus vecinos, sus compañeros. Lo sabemos todos.
El pueblo
Uno puede suponer los latidos del pueblo, imaginando la música de los tapones afinando sobre las baldosas del vestuario, la última peinada, el palmoteo nervioso y solemne, la taquicardia de la emoción, la presión de la responsabilidad, el placer de imaginarla redonda en el empeine, en la cabeza. Cada verano es tiempo de esos aldeanos buscando la recompensa disfrazados de héroes de pantalón corto, con la camiseta-bandera del pueblo.
Guichón se fundó el 15 de julio de 1907 en terrenos de Pedro Luis Guichón, en el departamento de Paysandú, a 50 kilómetros al sur de la capital departamental, como una necesidad del ferrocarril de los ingleses. En 1955 Guichón pasó a la categoría de villa y en 1962 se aprobó su categoría de ciudad.
Guichón, donde a fines de los años 50 hubo una prospección de búsqueda de petróleo pero se encontraron con las aguas termales de Almirón, tiene menos de 5000 habitantes y participa en forma federada en fútbol desde el 2 de junio de 1944 cuando fundó su Liga Regional.
Fue recién desde 1992 cuando la OFI habilitó la posibilidad de dos representaciones por departamento, haciendo más amplio y justo su campeonato, y los guichonenses pudieron acceder a participar del Mundial, pero ni siquiera eran ellos sólos, porque se trataba de la Federación de Ligas del Interior de Paysandú.
Siempre descartado como candidato, pero siempre soñando, llegó el año, llegó el mes, llegó el día. Fue el sábado, o el domingo, porque técnicamente ya era la 01.00, cuando Giancarlo Echeveste, uno de los hijos del técnico, uno de los que junto a su padre, su hermano y también Lázaro Branca, cada día llega desde Piedras Coloradas, donde los Echeveste viven y tienen su panadería, pateó el undécimo penal y se quedó por un instante con toda la gloria de la clasificación.
Los aficionados del deporte conocen el momento. Es una sensación de éxtasis finita, que se transforma en horas o días de alegría, que parece será para siempre, pero que a medida que pasa la vida sabe que será para siempre.
El fútbol es como la vida y siempre, pero siempre, hay una revancha que esconde un sueño, que pisa una frustración, que enciende una nueva ilusión, que es esta misma de estar viviendo y soñando con este campeonatazo.
Esa madrugada Guichón fue una fiesta, pero ni les cuento la mañana siguiente, la del domingo, donde la gente se volcó a la calle vestida de fiesta y con el amargo en la mano, para esperar a los héroes que después de siete horas de viaje trayendo la clasificación a semifinales desde Maldonado se bajaron del ómnibus en la rotonda de la ruta 4 en el empalme con la ruta 90 y se pasaron a la caja de un camión para presidir una inolvidable e interminable caravana de ingreso triunfal al pueblo y aterrizar en la plaza Claudio Williman –él era el presidente uruguayo cuando la fundación de Guichón– y llegar hasta el paseo donde está la estatua de Artigas.
Otro fin de semana, uno de los últimos con el tibio andar temprano a los estadios, faroles que anuncian que se viene el calor del pueblo, la brisa justa del pago. Semifinales del interior: hay fútbol
Sábado a las 21.30, Lavalleja-Guichón en el Estadio J. A. Lavalleja. Domingo a las 21.15, Salto-Florida en el Estadio E. Dickinson.