Omar de Felippe nació en Mataderos, provincia de Buenos Aires, en 1962. Veinte años después, el 7 de abril de 1982, cuando jugaba en las divisiones inferiores de Huracán, su madre recibió la citación del Ejército Argentino para ir a la Guerra de Malvinas. A los pocos días desembarcó en Isla Soledad y tras caminar más de 12 kilómetros aquejado por las bajas temperaturas, llegó a Puerto Argentino. Omar se mantuvo en el campo de batalla hasta el fin de la guerra. En algún momento llegó a decir: “El fútbol me salvó la vida, si todos los que volvimos de Malvinas en ese momento hubiéramos tenido la posibilidad de hacer algo, sintiéndonos importantes, se hubiesen salvado muchas vidas. En ese momento no te das cuenta, lo ves con el paso de los años y decís ‘la pucha, cuántos muchachos podrían estar con nosotros hoy’”.
Cierta vez, el capitán Zunino le salvó el pellejo al ordenarle que abandonara su posición. En ese lugar cayó una bomba que hubiera terminado con la existencia del promitente futbolista. “Cuando se firmó la rendición, nosotros estábamos volviendo del frente. Caminamos unos ocho kilómetros, pero fue un caos. Si bien la guerra se había terminado, nos seguían disparando. Hubo heridos y hasta muertos. Fue un descontrol. Teníamos que empezar a readaptarnos a lo que sería la vuelta. Nos juntaron a todos en Puerto Argentino para llevarnos al aeropuerto y en la mitad del camino nos iban desarmando. Eso fue devastador”.
Volvió a casa y jugó 38 partidos en Huracán de Parque Patricios, donde convirtió ocho goles. Después se fue a sentir el fervor del fútbol de Bahía Blanca; ahí jugó en los dos grandes: Olimpo y Villa Mitre. Volvió a Huracán, emigró a Once Caldas de Colombia y volvió a Olimpo para retirarse. No fue un jugador destacado De Felippe, como él mismo diría años después. Se retiró y rápidamente empezó su carrera como entrenador. Hizo un año del curso en la ciudad de Bahía Blanca y lo terminó en Buenos Aires.
Comenzó en las divisiones inferiores de Atlanta y luego pasó por las de Huracán, donde había jugado. Fue asistente del extécnico de Nacional Ricardo Zielinski cuando este dirigió a San Telmo en la temporada 1997-1998 en la Primera B. Luego fue asistente de Julio César Falcioni; juntos dirigieron a Olimpo, donde De Felippe era muy querido, y consiguieron la permanencia, jugaron Copa Libertadores y avanzaron hasta cuartos de final. De Felippe escribía una página más en su relación con el club de Bahía Blanca al cual volvería años después como entrenador principal.
“La guerra y el fútbol son dos contextos muy distintos, hay que separarlos. No tienen nada que ver, no se pueden ni comparar. Pero la experiencia me da ese plus de perseverancia, de insistir, de no abandonar nunca. Yo trato de transmitirles a mis jugadores que la verdad está en uno. Soy más exigente en eso que en que corran o se tiren a los pies. Trato de inculcarles que crean en ellos. Si las limitaciones no se las pone uno, no existen. Sobre todo en un juego como es el fútbol”, llegó a decir De Felippe en algún momento. Aunque también se centró en el aspecto del compañerismo que contiene el fútbol como tarea colectiva: “Quizás en este aspecto sí puedo hacer un paralelismo de lo que pasó en Malvinas con el fútbol. Allá se creaba una unión muy grande con los compañeros, sobre todo, con los más cercanos. Estábamos en una habitación con 150 camas e igual cantidad de soldados. Yo conocía a todos, pero tenía un grupo de 15 o 12 con los que estaba casi siempre. El hecho de convivir fortalece los lazos. No es sanata eso que decimos los técnicos de la pretemporada respecto de la convivencia, porque después, adentro de la cancha, yo tengo que ayudar al de al lado y sé que el otro va a hacer lo mismo conmigo. De eso se trata un equipo, de las solidaridades que se ejecuten dentro y fuera de la cancha con todo el grupo, no sólo con los 11 que entran”.
En Olimpo logró el campeonato y el ascenso a la Primera División como entrenador. En su primera temporada en Primera División logró la permanencia con holgura. En el Clausura 2011 terminó en la cuarta ubicación con 30 puntos, haciendo así la mejor campaña en la historia del club.
Pasó por Quilmes con buen suceso antes de enfrentar la difícil tarea de devolver a Independiente de Avellaneda a Primera División. Emigró a Emelec para ser tricampeón nacional; pasó por Vélez Sarsfield, Newell’s Old Boys, Atlético Tucumán y Platense, antes de llegar a Central Córdoba en 2023. Mantuvo su cargo hasta enero de 2024 y en julio del mismo año volvió para tener su segunda etapa suplantando a Lucas González. El 11 de diciembre obtuvo la Copa Argentina después de vencer a Vélez por 1-0 en la final y clasificó así a la Copa Libertadores de 2025, hechos ambos que nunca habían ocurrido en la historia del ferroviario.
“El fútbol me ayudó a encarrilarme en la vida. Me dio la posibilidad de poder ser una persona normal, como cualquiera, sin olvidar que me tocó estar en una guerra de la cual tengo mucho orgullo de haber ido. Siempre digo lo mismo, siento orgullo de poder haber vuelto entero”.