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El uruguayo Ignacio Facciolo es abordado durante el partido de rugby a siete masculino del grupo C entre Francia y Uruguay, el 24 de julio, durante los Juegos Olímpicos de París 2024, en el Stade de France, en Saint-Denis.

Foto: Carl de Souza, AFP

El inolvidable inicio de la relación de Uruguay con los Juegos Olímpicos

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Hace 100 años en París comenzaba el conocimiento masivo de Uruguay en el mundo.

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El fútbol y el rugby salieron a escena en París y otras ciudades francesas, dando inicio a una nueva cita olímpica. Uruguay participó por primera vez en rugby en la especialidad seven, como hace 100 años jugaba por primera vez en el fútbol, algo trascendente no sólo en la historia deportiva, sino en el desarrollo como sociedad y como nación.

El inicio de París 2024, antes de la apertura ceremonial del evento, que genera la mayor atracción en todo el mundo, representa para los uruguayos una conexión con el acontecimiento que 100 años atrás significó uno de los hitos fundacionales y de desarrollo de nuestra sociedad contemporánea: la irrupción de nuestro deporte en Europa, particularmente del fútbol, con aquellos futbolistas que lograron ganar de punta a punta el primer torneo mundial-olímpico. Esto disparó el conocimiento de Uruguay en sociedades que no tenían idea de la existencia de este pequeño país –y, mucho más importante– sacudió a la ciudadanía de esta tierra, compuesta por individuos nacidos en este territorio pero también por cientos de miles que venían de los barcos, con una impensada noción de patria.

Uruguay conecta con los Juegos Olímpicos por el fútbol. Por eso crea el Comité Olímpico Uruguayo (COU) el 27 de octubre de 1923, por intermedio del doctor Francisco Ghigliani, con miras a participar en los Juegos Olímpicos de París 1924. El 19 de mayo de aquel año, la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) había solicitado al doctor Enrique Buero que asumiera la representación en el congreso de la FIFA y gestionara la afiliación de la AUF al ente máximo del fútbol mundial.

Uruguay tuvo inscripción en la FIFA antes que en el Comité Olímpico Internacional (COI), y la gestión de crear el COU fue específicamente para inscribir a la selección celeste en sus primeros Juegos Olímpicos. No fue fácil, porque en Uruguay el fútbol estaba dividido en dos organizaciones: Nacional lideraba la AUF y Peñarol la Federación Uruguaya.

Los de la Federación no querían que Uruguay concurriera a París 1924 y generaron ante el COU, con la negativa de su presidente, Francisco Ghigliani, la idea de que la celeste no podía estar representada en París. Los miembros del COU resolvieron no delegar en el team de la AUF la representación del fútbol uruguayo en París, pero Jules Rimet, presidente de la FIFA, intervino junto con el COI y transmitió a Uruguay un cable dirigido al delegado olímpico uruguayo, Ghigliani, que decía: “Atención, por favor, tome nota: sólo el presidente puede firmar la inscripción porque el COU no tiene aún ratificada su afiliación. El título de campeón sudamericano de los afiliados a la FIFA se conceptúa más que suficiente para hacer una digna representación. Corresponde disolver el actual Comité Olímpico por constitución defectuosa, aguardando restituirle cuando cuente con más afiliados”.

Cuando todo esto pasó, la selección uruguaya ya estaba en Vigo, España, y el periodista gallego de El Faro de Vigo Manuel de Castro ya había visto que por los campos de Coia había pasado una ráfaga olímpica.

Olímpicamente Uruguay

El fútbol, su desarrollo, madurez y brillo hicieron al Uruguay de criollos, hijos de gallegos, tanos y rusos, que dieron vida a la pelota, las camisetas y las banderas desde aquel 1924 en París.

Aquellos hombres, grandes, de enormes pantalones, medias hasta la rodilla y camisetas gruesas que atravesaban aquellas fotos en blanco y negro, eran dioses gigantes y humanos, capaces de transmitir a través del tiempo emociones sobrecogedoras y, al mismo tiempo, paternales, familiares. Esos héroes eran nuestros. Eran los campeones, habían sido y serían para siempre los mejores. Eran los héroes que ninguna guerra había parido, eran la leyenda que ellos mismos habían escrito, eran Uruguay ante el mundo. El lunes 9 de junio, día de Pentecostés y feriado en la Francia de 1924, Uruguay se hizo conocer en el mundo con su hito iniciático en el Cosmos.

Madame Pain, la viejita que hospedó a los celestes en Argenteuil, deshojó decenas de rosas para hacer un sendero que permitiera la llegada de los campeones. Por primera vez en la historia, el nombre de Uruguay atravesó los mares y las cordilleras, a través de los incipientes servicios telegráficos, en el anuncio de que eran el campeón del mundo. Nació, para no morir jamás, la vuelta olímpica. Fue cuando Lorenzo Batlle, sobrino de don Pepe y único periodista oriental que viajó para seguir las alternativas de los Juegos Olímpicos, gestor del relato épico en Uruguay en el diario El Día, escribió: “Así dan la vuelta al campo, objeto de una verdadera apoteosis. Cuando llegan al punto de partida se abrazan con los suizos, cambiándose ¡hurras! Y se marchan agobiados de gloria... Saludados por miles de voces que dicen todos ¡Uruguay! ¡Uruguay!”.

París, 100 años más

El torneo de fútbol de los Juegos Olímpicos se disputó entre el 25 de mayo y el 9 de junio. El certamen tuvo la participación de 22 selecciones, 12 de las cuales, incluida la uruguaya, formaron parte de una eliminatoria que llevó a 16 el número de participantes.

Uruguay comenzó el torneo ganándole a Yugoslavia 7-0 en la fase preliminar. Ya en octavos de final, superó 3-0 a Estados Unidos en el estadio Bergeyre de París. En cuartos de final enfrentó a Francia, derrotando a los locales, con una gran exhibición, 5-1. En semifinales, le ganó a Holanda 2-1, y en la final disputada en el estadio Olímpico de Colombes, goleó 3-0 a Suiza con goles de Pedro Petrone, Pedro Cea y Ángel Romano. Perucho Petrone, con siete goles, fue además el goleador olímpico.

En aquella primera participación olímpica Uruguay participó también en boxeo y en esgrima, y el COU obtuvo su primera medalla de oro.

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