Tengo más de 60 años y un millón de partidos encima del lomo. Me junto con mi hijo más chico y unas pizzas para ver el partido de Brasil-Colombia, el que determinará cuál es el próximo rival de Uruguay. Siempre hay algo de hinchar por el más débil, porque el verdadero cultor del fútbol sabe que siempre es necesario hinchar por alguien, pero no sabemos quién es el débil y, al principio, no desnudamos contra quién quisiéramos jugar en cuartos de final.
Al final, nos agarramos la cabeza cuando un cultor del samba, el pagode y una cervejinha estúpidamente gelada la calza de afuera del área y casi le da la victoria a Brasil, lo que lo hubiera sacado de nuestro destino inmediato, y nosotros lo queríamos agarrar ya el sábado. Nos agarramos la cabeza porque los dos, el sesentón y el veinteañero, elegíamos lo que nunca, lo que nadie: a Brasil como rival.
Elija una opción
La emocionalidad que felizmente nos afecta a hinchas y seguidores nos impide ipso facto razonar acerca de la imposibilidad de anticipar los lances de una contienda deportiva y, por ende, poner en acción, antes de que la pelota esté rodando sobre el césped, las fortalezas y debilidades de los contendientes como para emitir un juicio final antes de que se juegue el partido.
La experiencia en este tipo de torneos de mediano aliento nos dice que es necesario atravesar una primera fase en la que medianamente se permiten errores y fallas que se pueden recomponer en otro partido, pero después se debe atravesar una fase en la que se camina por el pretil permanentemente hasta el último partido que se pueda jugar, y siempre nos hace saber que, más allá de nuestras ganas, es imposible predecir hasta qué instancia llegaremos.
Esto es así porque las variables, a partes iguales, dependen del potencial de nuestro equipo, del desarrollo que logre en 90 minutos cuando la complejidad se altere aún más debido a la interacción con el antagonista, que tal vez pueda llegar a tener un potencial inferior a la de los nuestros, pero que ese día, esa tarde o esa noche, accidentalmente o como consecuencia de desarrollos excelentemente ejecutados en el momento justo, puede llegar a doblegarnos.
Otro elemento que los hinchas nunca ponemos en juego es el de la posible elección del rival más accesible o, por el contrario, el menos complejo. Esto a pesar de que en las rutas de este tipo de torneos todo está tan encajonado y predeterminado que desde hace meses sabíamos que el cuarto partido de Uruguay –o sea, el primero eliminatorio de esta Copa América– sería casi seguro con brasileños o colombianos. No hay forma real de optar porque no es un campeonato ni de múltiple ni de simple opción, y los cruces son los que podían ser. Como sea, ninguno de nosotros hubiese pensado un mes atrás o semanas apenas que un día estaríamos hinchando por que fuese Brasil nuestro rival inmediato.
Analizame
Tampoco en mi condición de analista presuntamente preparado para establecer juicios de valor acerca del desarrollo inmediato del campeonato me hubiese imaginado, como pasó, que estaba eligiendo de manera ficticia a Brasil como el rival del próximo sábado y que en los últimos dos minutos, cuando los brasileños cargaron con peligro sobre el arco colombiano, terminé pidiendo la hora con el único objetivo de que fuese Brasil el rival de Uruguay.
¿En qué cabeza cabe estar pensando e hinchando por cruzarnos con la selección pentacampeona del mundo en el primer cruce a la salida de los grupos, sabiendo que eso significa ganar o despedirse del campeonato?
Tal vez sea por esa condición de indomable que tiene el seleccionado uruguayo, que no le importa andar pensando en la jerarquía ni en los apellidos del rival, sino en jugar el partido y tratar de seguir adelante. Pero también está la proyección de las demostraciones futbolísticas contemporáneas de ambos equipos, y también de un tercero, Colombia, que ha mostrado un fútbol de enorme capacidad y acciones ofensivas, tal vez el de mejores ejercicios futbolísticos de los 16 que han salido a la cancha en lo que va de este campeonato.
Otro elemento de ida y vuelta es la verosimilitud de la idea de que si seguimos adelante enfrentaremos a ambos países, por lo tanto, alguien podría decir “da lo mismo ahora o después”.
Cuantificando al mejor
Los números –que en definitiva constituyen la forma en que se cuantifican, de acuerdo a las reglas establecidas, las actuaciones de los equipos– dicen que Uruguay ha sido el mejor seleccionado de esta primera parte del campeonato y, por lo tanto, de los primeros tres enfrentamientos que cada selección ha tenido.
Uruguay, Argentina y Venezuela fueron los tres que obtuvieron puntaje perfecto en la primera parte del torneo, pero el equipo dirigido por Marcelo Bielsa tomó importantes diferencias en cuanto a diferencia de goles a favor y goles en contra. Los celestes anotaron nueve goles y recibieron sólo uno, por lo que consiguieron una diferencia de +8.
Desde el punto de vista de sus prestaciones en el campo de juego, no cabe duda de que nos dejaron conformes y entusiasmados, particularmente en los partidos frente a Panamá y Bolivia, pero también –ya con otro tipo de exposición– frente a la rigurosidad de Estados Unidos.
Hay un equipo que no hace la más mínima renuncia a los valores –podríamos llamar naturales– del fútbol uruguayo en cuanto a capacidad de entrega, expectativas y formas de plantarse frente al partido. Pero además está claro que el colectivo que participa en la contienda tiene una forma de juego impresa por Bielsa y aceptada por los futbolistas, que tiene su objetivo en presionar y jugar sobre campo rival en la más pronta recuperación de la pelota y en la elaboración de ataques inmediatos presentando verticalidad y fútbol por las bandas.
Forma y contenido
Estamos contentos, estamos conformes con esta selección uruguaya por sus formas de expresarse en el campo de juego enalteciendo y respetando la magnífica historia de fútbol uruguayo, por su adhesión a la camiseta y a la firma de juego propuesta por Bielsa, y también por su actitud comportamental con los compatriotas que están allí para acompañarlos y empujarlos hacia adelante.
Nos ilusionamos con lo mejor, que es el paso a paso de la esperanza, poder competir con armas nobles en cada partido, elegir las formas y procurar los mejores niveles de competencia. Y eso no es poco. Es mucho.
Es como le dijo el Ñato Alcides Edgardo Ghiggia al Cotorra Óscar Omar Míguez en Maracaná el 16 de julio de 1950: “Dejala ahí que ahí está bien”.