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David Terans, de Peñarol, y Gabriel Arias, de Racing, el 12 de agosto, en el estadio Campeón del Siglo.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

Lo que cuesta vale: triunfazo de Peñarol sobre Racing 1-0

3 minutos de lectura
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En un partido con todas las señas coperas, los aurinegros pudieron rescatar la victoria que los llevará con ventaja a la revancha en Avellaneda.

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Ajustado, apretado, pero recontra valedero fue el triunfo de Peñarol 1-0, con gol de David Terans cuando faltaban 10 minutos para que terminara el juego, lo que deja a los aurinegros muy bien parados para la revancha en Argentina la semana próxima. El partido fue una muestra de lo que son las instancias decisivas de la Copa Libertadores de América cuando se enfrentan equipos del Río de la Plata.

Peñarol lo pudo resolver a pesar de todas las dificultades que imponían la capacidad y categoría del rival, pero además por otras variables, como la prematura salida por lesión de Leo Fernández, que no llegó a jugar más que 18 minutos. Aun así, el equipo de Diego Aguirre casi siempre marcó una discreta primacía sobre los argentinos, que golpearon muchísimo, como también lo hicieron los uruguayos.

Táctica y estrategia

Aguirre propuso un cambio de estructura para su equipo, poblando con un futbolista más el mediocampo, al darle ingreso a Eric Remedi, e intentando neutralizar cualquier acción creativa de los argentinos en esa parte del campo, pero además cortando y saliendo con rapidez con Nacho Sosa, travestido de creativo y generando acciones en la ofensiva. El joven futbolista surgido en Fénix tuvo un arranque notable cortando en la mitad de cancha y avanzando a toda potencia y engaño hasta habilitar a Maxi Silvera, que cuando iba a meterse en el área fue cerrado justo por Gastón Martirena, que le quitó la pelota cuando el delantero carbonero estaba a punto de quedar cara a cara con el arquero de Racing.

Emanuel Gularte.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

El partido comenzó con Racing cortando muchísimas veces, lo que llevó a que Peñarol en los primeros minutos pudiera poblar el área contraria y apostar a la pelota quieta con sus jugadores de buen juego aéreo.

El primer cuarto de hora mostró un predominio muy marcado de Peñarol, que si bien no creó ninguna jugada clarísima de gol, estuvo varias veces rondando el área con mucho peligro.

Una variante con disgusto

Antes de los 20 minutos se dio una situación imprevista y de mucho peso para Peñarol: Leo Fernández, muy golpeado en ese primer cuarto de hora y tras recibir una falta que le movió la rodilla, debió salir y fue sustituido por Terans.

El partido empezó a ser muy entrecortado y Peñarol perdió creatividad y tránsito rápido en campo rival por la ausencia de Fernández, aun con el aporte distinto de Terans, que empezó jugando por la derecha y después se terminó volcando hacia la izquierda.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

Cuando se cerraba la primera parte hubo algunas situaciones reseñables. En un intento por llevarse la pelota de taco, Maravilla Martínez terminó golpeando y cortando en la cara a Javier Méndez, lo que en principio se tradujo en una tarjeta roja que después, revisada por el árbitro a instancias del VAR, fue rebajada a amarilla. Después, dos jugadas casi consecutivas de Peñarol estuvieron a punto de darle el primer gol del partido y en las dos fue partícipe Silvera: en la primera reventó el travesaño de un derechazo y en la siguiente bajó la pelota pero no pudo enganchar como quería y evitaron su remate.

Hoy hay que ganar

Ni los directores técnicos pudieron cambiar nada en el entretiempo ni los futbolistas al salir. La secuencia de aquel primer tiempo muy cortado, a tal punto que los cálculos dieron menos de 20 minutos de juego, fue casi idéntica en la segunda parte, aunque parecieron sumarse más desaciertos. De este modo, terminó dando la impresión de que los equipos no sólo no se acomodaban en la cancha, sino que parecían incapaces de generar alguna jugada que se pudiese terminar en gol.

El partido se fue desdibujando más y más, por lo menos hasta los 20 minutos del complemento, cuando Aguirre ensayó dos variantes con la intención de modificar la caótica situación de su equipo: el salteño Diego García ingresó por Sosa, y Matías Arezo por Silvera.

Peñarol pareció entusiasmarse con la posibilidad de concebir juego ofensivo, mientras que Racing seguía con su presión y muchísima fuerza física.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

Ser y estar

Todo siguió así hasta que a los 79 minutos, en una jugada vertical y directa de Peñarol de izquierda a derecha, apareció atropellando y sin conectar de manera adecuada Arezo, pero su contacto con la pelota se transformó en una suerte de pase para el ingreso vivaz de Terans, que terminó conectando por encima del arquero para el festejadísimo 1-0, confirmado a posteriori por el VAR.

Después, qué importa hacer después: Peñarol, Aguirre y la gente aguantaron y soportaron el partido de la mejor manera posible y pudieron quedarse con una victoria de enorme valor.

Fue un triunfazo. Ahora hay que mirar para adelante y esperar la revancha en Avellaneda.

La copa es una maravilla

El fútbol, los jugadores, la gente hemos amasado y construido ladrillo a ladrillo esta maravilla que representa la competencia clubística internacional en América del Sur, en particular la Copa Libertadores de América, con ese espíritu y esa tensión única que se da en nuestros templos paganos y que parece potenciarse aún más en los viejos duelos rioplatenses, de los que se ha cimentado desde hace 65 años esta única competencia internacional.

El ambiente del Campeón del Siglo, lleno de gente, con miles de uruguayos pero también miles de argentinos que llegaron para estar horas y horas en el estadio mirasol, recreó un ambiente único.

Un ritual construido paso a paso, partido a partido, campeonato a campeonato, con generaciones que han tenido sus iniciaciones contra el cemento, en la cancha, al lado de la radio o mirando la televisión, pero que han aprendido lo que representan estos enfrentamientos. Cualquiera es capaz de decodificar rápidamente que estamos ante un partido copero, sin importar cuál es la instancia, sin valorar que todavía habrá un partido de vuelta, sin pensar en que hay que cubrirse y no perder la concentración, no dar espacios, no dejarse llevar.

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