Hubo unas tres primeras vueltas con mucha acción en la mañana del domingo en Monza, la pista italiana donde los autos de Fórmula 1 recorren 305 kilómetros en poco más de una hora (saquen la cuenta). Max Verstappen, el campeón que este año se quedó sin oportunidad de renovar el título debido al dominio de la escuadra McLaren, había hecho la pole el sábado, pero nada aseguraba que sería capaz de mantener la primera posición ante el acecho de sus rivales. Lando Norris largaba segundo y Oscar Piastri, líder de la tabla, salía tercero; cuarto partía Charles Leclerc, de los locales Ferrari.
Efectivamente, a Verstappen le costó asegurar la punta. Tuvo que salirse de la pista en la primera chicana y le “recomendaron” que cediera la posición a Norris. Parecía poco probable que pudiera recuperarla, pero dos curvas después lo logró y dominó el resto de la carrera, mientras atrás Piastri y Leclerc libraban una batalla paralela.
Verstappen, Norris, Piastri, Leclerc: así se asentó el orden y así se estuvieron midiendo hasta casi terminada la carrera. Todos especulaban con un eventual auto de seguridad que les permitiera ganar ventaja en la parada en boxes, pero aunque hubo algunos pequeños accidentes, ninguno precisó de la entrada del safety car. Los tres primeros lograron pasar el punto en que el obligado cambio de gomas les daba la opción de poner compuestos blandos o duros. Verstappen llevaba bastante ventaja y, conservadoramente, puso caucho duro. Los McLaren esperaron unas vueltas más y fueron a por neumáticos blandos. No les alcanzó para acortar la distancia con el neerlandés.
En esas últimas vueltas, un error en boxes le dio el segundo puesto a Piastri, pero su equipo le ordenó que cediera la posición a su compañero. El australiano expuso su disconformidad –no fue beneficiado de la misma forma ante una situación similar ocurrida este año en Silverstone–, pero acató. Posiblemente haya pensado que quedan ocho carreras y no conviene ponerse al equipo en contra cuando el título se decidirá en la interna. No es improbable que, en estos días, alguien le haya hablado de cómo, hace cuatro décadas, el argentino Carlos Reutemann osó desobedecer las órdenes del equipo Williams y luego fue boicoteado el resto de la temporada para favorecer a otro australiano, el anodino Alan Jones. Calculador e impasible, Piastri llegó tercero y sólo perdió tres puntos de ventaja respecto de su compañero: lidera el campeonato con 31 unidades de ventaja.
Al subir al podio, Piastri, de ascendencia italiana, fue vitoreado por el público. Al británico Norris, en cambio, lo abuchearon, y se consolida su imagen de favorito dentro del equipo, pero falto del toque extra que tiene la mayoría de los campeones. A Verstappen, en cambio, le sobra ese plus, y el festejo en lo alto del podio fue un consuelo dentro de una temporada en que su equipo, Red Bull, no ganará ningún título.
Es paradójico que la escuadra austríaca se imponga en pistas ultraveloces –Verstappen triunfó también en Bélgica–, cuando en la última década cosechó campeonatos gracias a coches preparados para rendir sobre todo en trazados en que predominan las curvas. Es como si Red Bull hubiera ocupado el lugar de Ferrari, que tradicionalmente preparaba autos y motores enfocados en ganar en casa. Así fue el año pasado, pero este domingo la parcialidad italiana no vio a ninguno de los pilotos Ferrari en el podio, aunque sí a un integrante de la famiglia. Unos cuantos ya sueñan con ver a Piastri en un auto rojo.