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Yo soy yo y mis circunstancias: movilidad intergeneracional educativa en Uruguay

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Lacalle defiende ante la prensa las medidas de su gobierno, Kesman comenta los principales resultados deportivos, Piñeyrúa desliza comentarios inteligentes y entretenidos en un programa radial, Botinelli comenta los principales resultados de la actualidad política, Rada canta una linda canción, Villar habla sobre su candidatura a la Intendencia de Montevideo... ¿Qué tiene de particular esta descripción de algunas cosas que vi durante estos días? Estos apellidos podrían referir a padres o a sus hijos indistintamente, como Lacalle Pou y Lacalle Herrera, de dos generaciones distintas, en actividades iguales o muy similares, pero con varios años de diferencia.

¿Y si acaso esto no fuera una mera casualidad, sino que el apellido es la punta de un iceberg mucho más profundo sobre la forma en la que se mueve nuestra sociedad de una generación a la otra? ¿Si la imagen que nos devuelven los medios sobre la movilidad intergeneracional entre comunicadores, políticos, profesionales, artistas, entre otros, representa una buena imagen sobre nosotros mismos y la movilidad social en nuestro país? Sin quitar mérito propio a ninguno de los mencionados ni a cada uno de nosotros, lo que sí parecería sugerir es que entre generación y generación se traspasa mucho más que el apellido. La inversión en capital humano, la herencia material, las creencias, la forma de crianza, los gustos, las redes, el barrio son cosas que afectan fuertemente los resultados de generación en generación.

Yo soy yo y mi circunstancia

La movilidad intergeneracional constituye un aspecto muy relevante de la estructura social. En general el aspecto más estudiado de la desigualdad es el que refiere a las desigualdades entre todos los miembros de la sociedad en un momento del tiempo. Sin embargo, la movilidad intergeneracional refiere a la película, al proceso por el cual cada nueva generación recibe una posta de la anterior, con la cual corre su propia carrera y la sociedad obtiene nuevos resultados. Recientemente finalicé mi tesis de maestría titulada “La influencia del contexto en la movilidad intergeneracional educativa: tres aproximaciones empíricas”, en la que intento estimar cuánto explican diversos elementos del contexto (o sea, las condiciones en las que la nueva generación recibe la posta anterior) las diferencias de resultados educativos medidos a través de la cantidad de años de educación formal.

Tras una primera mirada a la parte más visible del fenómeno, aquella que puede verse a simple vista desde la superficie, estimamos que cerca de 30% de la desigualdad de los resultados educativos pueden ser explicados exclusivamente por la educación de los padres.

A continuación, mirando en mayor profundidad el fenómeno, si sumamos la educación de los padres, que es la parte más visible, y otras características de las personas que les vienen dadas al nacer, como el origen étnico, el departamento de nacimiento, las discapacidades congénitas o el sexo, podemos llegar a explicar un porcentaje todavía mayor, cercano a 40%, de las diferencias en los resultados educativos.

Finalmente, observando en mayor profundidad, cuando además de los elementos anteriores consideramos todos los factores que comparten al mismo tiempo quienes son hermanos, estos contextos barriales y familiares pueden llegar a explicar incluso más de 60% de las diferencias en los resultados educativos. Es interesante señalar además que este número es un piso: si se considerasen otros elementos que no pueden captarse por esta metodología, el fenómeno de la persistencia de resultados educativos entre generaciones en Uruguay probablemente sea incluso superior a 60%.

En cuanto a la evolución en el tiempo, los resultados sugieren una cierta mejora en la movilidad educativa hacia las generaciones nacidas hasta la década de 1970, pero levemente decreciente desde allí hasta las generaciones nacidas en el año 1989. Desafortunadamente, la metodología utilizada en este trabajo no permitió estudiar a las generaciones más recientes (nacidas a partir de 1990), ya que estas todavía no culminaron sus estudios. En el futuro, incluir dichas cohortes será particularmente interesante, dado que se socializaron en un contexto de menor desigualdad de ingresos y mayor crecimiento económico, y en general la literatura ha observado que se producen aumentos de la movilidad en dichos contextos.

...y si no la salvo a ella no me salvo yo

Desigualdad y movilidad constituyen dos fenómenos entrelazados muy relevantes a la hora de evaluar la justicia en una sociedad. Esto es particularmente importante en Uruguay, donde la educación forma parte de nuestras utopías como nación, fundamentalmente a partir de la fuerte expansión del sistema educativo público en las últimas décadas del siglo XIX.

Como muestran varios estudios de opinión pública de los últimos años, los uruguayos salimos de la crisis de 2002 con la convicción mayoritaria de que nuestro esfuerzo individual no era suficiente para alcanzar los niveles de bienestar necesarios, que se requerían apoyos importantes de políticas redistributivas para igualar las oportunidades. Sin embargo, a medida que la crisis se alejaba en el tiempo, como sociedad nos fuimos olvidando de esto, y tanto el apoyo a las políticas redistributivas a través de impuestos como la creencia de que no alcanza sólo con el esfuerzo individual se fueron desvaneciendo.

Pero las condiciones en las cuales arrancamos la carrera una vez que la generación precedente nos pasa la posta parecen ser muy relevantes en Uruguay, tanto que determinan gran parte de nuestros resultados educativos. Esto choca de frente con la idea de que vivimos en una meritocracia. Y esto es un problema en términos de justicia, pero también de eficiencia. Si las desigualdades de nuestros resultados dependen más de lo recibido que de nuestro esfuerzo por correr la carrera, no solamente viviremos en una sociedad más injusta, sino además en una sociedad con pocos incentivos para esforzarse y, por tanto, globalmente más pobre.

Quizá la pandemia, con sus inmensas consecuencias económicas y sociales, nos vuelva a recordar que nadie se salva solo, que se necesita el esfuerzo individual, sin dudas, pero para avanzar en oportunidades no alcanza con eso. Como señaló alguna vez José Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”.

El autor agradece los enriquecedores comentarios de Martín Leites y el Grupo Jueves. Esta y otras notas del Grupo Jueves pueden encontrarse en grupojuevesuy.wordpress.com. Fuente: elaboración propia con base en resultados de “La influencia del contexto en la movilidad intergeneracional educativa: tres aproximaciones empíricas”; los valores corresponden al porcentaje de la varianza explicada de los años de educación en cada modelo.

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