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Pekín, China, el 14 de agosto.

Foto: Wang Zhao, AFP

La hegemonía en disputa y los riesgos del desacople

4 minutos de lectura
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¿Está funcionando la estrategia desplegada por Estados Unidos para frenar el auge de China? Una mirada superficial enfocada únicamente en las relaciones bilaterales podría sugerir que sí, pero un análisis más detallado revela todo lo contrario.

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La peligrosa rivalidad entre las dos potencias que actualmente se disputan el liderazgo global continúa produciendo un aluvión de medidas proteccionistas que podrían fragmentar el mundo y elevar todavía más las tensiones geopolíticas.

La semana pasada, por ejemplo, el presidente Joe Biden estableció nuevas reglas para limitar las inversiones del sector privado en el exterior y profundizó la transformación de la política económica de un país que otrora se erigió como el “campeón mundial más fuerte del capitalismo” y promotor de la globalización.

Un difícil equilibrio: dilemas ante un mundo fragmentado

En este sentido, la eficiencia económica y la reducción de los costos derivados del intercambio fluido de bienes, servicios, inversiones y tecnología ya no parecen ser las directrices centrales para orientar el accionar de los países y la asignación de recursos. Por el contrario, las cuestiones vinculadas a la seguridad nacional comienzan a tomar un papel protagónico desde este punto de vista. Bajo esta nueva configuración de prioridades y objetivos, han florecido los aranceles, las restricciones y los controles de capital.

Como advierte la revista británica The Economist,1 “las consecuencias de este nuevo pensamiento ahora se están volviendo claras” y no son positivas. En efecto, están enredando y opacando el funcionamiento de las cadenas de suministros, lo que implica mayores costos y dificultades logísticas con impactos generalizados. En otras palabras, están generando las consecuencias negativas previsibles en materia de eficiencia. Y eso es parte del juego, dado que siempre existe un trade-off entre este objetivo y las cuestiones asociadas a la seguridad o la resiliencia: Estados Unidos está dispuesto a perder en eficiencia, siempre y cuando gane en seguridad.

El problema es que la estrategia actual impulsada por la administración de Joe Biden podría estar siendo contraproducente también a la luz de este último propósito.

¿Por qué no estaría funcionando este enfoque?

Según The Economist, porque estas políticas están teniendo el “efecto perverso de acercar a los aliados de Estados Unidos a China”: Estados Unidos está perdiendo en eficiencia (un costo asumido), pero también en resiliencia y seguridad (que era lo que pretendía ganar). En criollo, se está quedando sin el pan y sin la torta.

El vínculo Estados Unidos-China

Desde esta perspectiva, no obstante, la sucesión de medidas desplegadas durante los últimos años podría evaluarse favorablemente, en tanto los lazos directos en materia comercial y de inversiones entre ambas potencias han mermado de forma bastante pronunciada. Por ejemplo, mientras que en 2018 dos tercios de las importaciones estadounidenses de un grupo de países asiáticos de “bajo costo” provinieron de China, el año pasado la proporción era menos de la mitad. Ahora el sudeste asiático e India han tomado un rol más protagónico desde esa perspectiva.

Lo mismo sucede al indagar en la evolución de los flujos de inversión. Según establece la publicación británica, en 2016 las empresas chinas invirtieron aproximadamente 48.000 millones de dólares en Estados Unidos. Al día de hoy, ese monto se redujo a tan solo 3.100 millones de dólares. “Por primera vez en un cuarto de siglo, China ya no es uno de los tres principales destinos de inversión para la mayoría de los miembros de la Cámara de Comercio Estadounidense en China”.

En línea con esto, la predominancia en la captura de la inversión extranjera destinada a Asia por parte de China también mermó considerable en los últimos años, en favor de países como India o Vietnam.

En suma, de la mirada superficial de los vínculos bilaterales entre Estados Unidos y el gigante asiático podría concluirse que la estrategia de desacople promovida por los últimos dos gobiernos estadounidenses ha sido medianamente exitosa; el primero se diversificó respecto del segundo y redujo así su dependencia. Sin embargo, un análisis pormenorizado indica que la lectura previa no es del todo precisa y que, por el contrario, el enfoque adoptado por la potencia occidental ha estado fortaleciendo el posicionamiento estratégico chino.

Vínculos triangulares

Si bien es cierto que Estados Unidos ha redirigido su demanda desde China hacia otros países asiáticos, los vínculos entre estos y China han ido en aumento, dado que la producción en esos lugares depende crucialmente de los insumos que le compran. En otras palabras, a medida que se incrementan las exportaciones del sudeste asiático hacia Estados Unidos, se disparan las importaciones de productos intermedios desde China.

Según concluye un estudio elaborado por el Fondo Monetario Internacional, incluso en los sectores de fabricación avanzada, en los que el interés por alejarse de la órbita china es mayor, los países que más han incursionado en el mercado estadounidense son aquellos que tienen los vínculos industriales más cercanos con los chinos.

En ese sentido, lo que ha sucedido es que los productos chinos simplemente se vuelven a empacar y se envían hacia Estados Unidos desde terceros países, eludiendo así las restricciones y aranceles impuestos. Sobre esto, una investigación realizada por el Departamento de Comercio estadounidense encontró que cuatro importantes proveedores de energía solar con sede en el sudeste asiático procesaban mínimamente los productos chinos y los exportaban como propios.

Si creemos en las bondades del librecambio, los mercados siempre se adaptan para encontrar los mecanismos más económicos para producir y suministrar productos. Y desde esta perspectiva, la ventaja china como proveedor barato permanece intacta, dada su dotación de mano de obra y las ventajas logísticas de la cercanía. “Las nuevas reglas de Estados Unidos tienen el poder de redirigir su propio comercio con China. Pero no pueden librar a toda la cadena de suministro de la influencia china”.

De esta manera, el desacople que parece emerger del análisis precedente sobre los intercambios directos entre ambas potencias es, en el mejor de los casos, mentiroso. Y, desde la perspectiva de Biden, el diagnóstico es aún peor, en tanto “su enfoque también está profundizando los vínculos económicos entre China y otros países exportadores”. A este respecto, el resto de los países asiáticos encuentra importantes ventajas ante esta nueva configuración de las relaciones, dado que resulta muy provechoso para su desarrollo recibir inversiones e insumos de China y venderle productos terminados a Estados Unidos.

En efecto, lo que ha ocurrido ante la vocación proteccionista estadounidense es que las cadenas globales de suministro se han complejizado y se han vuelto más opacas, pero el dominio y la influencia que ejerce china sobre ellas ha permanecido intacta o, incluso, ha ido en aumento.


  1. “Joe Biden’s China strategy is not working. Supply chains are becoming more tangled and opaque”. The Economist. “How America is failing to break up with China: The countries’ economic ties are more profound than they appear at first glance”. The Economist

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