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Archivo, mayo de 2020.

Foto: Ernesto Ryan

Demografía y pobreza infantil: la gran caída que convive con el ascenso

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La convivencia de mayores niveles de pobreza infantil con menores tasas de natalidad.

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Leído por Andrés Alba.
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Hace algunas semanas la diaria publicó una nota sumamente interesante realizada a cuatro excelentes investigadores como son Wanda Cabella, Ignacio Pardo, Mariana Fernández y Gabriela Pedetti,1 que recientemente publicaron un artículo titulado “The Big Decline: Lowest-low fertility in Uruguay 2016-2021”. El resumen del documento señala que la tasa de fecundidad en Uruguay se desplomó en los últimos años, pasando de dos hijos por mujer en 2015 a 1,28 en 2022, y habría continuado cayendo en 2023. La primera parte de la nota evalúa a qué se debe esta caída. Los resultados del documento señalan que el 50% lo explica la disminución en el embarazo de mujeres adolescentes y jóvenes (entre 15 y 24 años), en tanto que otro factor influyente es la baja en la fecundidad de los segundos nacimientos en mujeres de mayor edad.

Estos hallazgos son sumamente relevantes y por lo general se abordan con titulares negativos, como “bajó la natalidad” o “se desplomará la tasa de actividad a partir de 2040”, o, peor aún, a través de opiniones de dirigentes de Cabildo Abierto o del Partido Nacional que enfatizan que la caída es catastrófica y que se explica por la despenalización del aborto. Sin embargo, cuando ponemos la lupa en el asunto, el descenso de la natalidad no sólo no parecería ser una mala noticia, sino todo lo contrario.

Pardo y Pedetti sostienen claramente que “las adolescentes y mujeres jóvenes que tuvieron menos hijos que sus pares etarias de años atrás no es que mejoraran su situación socioeconómica, sino que tuvieron un mejor acceso a sus derechos reproductivos… Tienen sus hijos cuando ellas lo deciden y no porque no tienen los métodos para no hacerlo”.

La segunda parte de la nota indaga sobre un fenómeno bien interesante, que excede los objetivos del trabajo, y que refiere a la convivencia de mayores niveles de pobreza infantil con menores tasas de natalidad. Es decir, si cae el número de niños y niñas que nacen en el país, y en particular cae la cantidad de niños que nacen en hogares de bajos recursos (el embarazo adolescente suele estar muy correlacionado con variables de pobreza), ¿cómo se explica que la pobreza infantil haya aumentado en los últimos años?

Alguien podría argumentar usando la matemática. Dado que la pobreza infantil es un cociente entre la cantidad de niños pobres y la cantidad total de niños, si cae el denominador, asumiendo el numerador constante, el cociente se eleva, y ahí se explicaría el aumento porcentual de la pobreza infantil. Sin embargo, el problema radica en el supuesto de “numerador constante” o ceteris paribus, como nos gusta decir a los economistas. Es decir, si la cantidad total de niños (denominador) disminuye debido principalmente a la caída de los niños pobres (numerador), entonces no se puede asumir que el numerador permanece constante. En otras palabras, el resultado final deja de ser tan mecánico porque dependerá de cuál de las dos caídas es mayor.

Para dar una respuesta que exceda la matemática simple se requiere una investigación seria y rigurosa, lo que supera el objetivo de esta nota. Aquí simplemente presentaremos algunos datos y esbozaremos algunas hipótesis que puedan sugerir algunas pistas al respecto. Le pido al lector que me tenga paciencia con el tema de las fracciones, dado que denominador y numerador aparecerán bastantes veces en lo que sigue.

La magnitud de la gran caída por edades y nivel educativo materno

Siguiendo con las matemáticas, intentemos determinar si la caída en el número total de niños (denominador) se explica principalmente por la caída en los nacimientos de los niños de menores recursos (numerador). Según las estadísticas vitales publicadas por el Ministerio de Salud Pública, en 2015 nacieron casi 49.000 personas y en 2022 poco más de 32.000. Los datos de 2023 no están publicados aún, pero según lo trascendido serían inferiores a los de 2022. Por tanto, en menos de una década, registramos una caída de 34% en los nacimientos.

Como se mencionó anteriormente, la mayor caída corresponde a mujeres adolescentes y jóvenes. Mientras que en 2015 los nacimientos de mujeres de menos de 20 años ascendían a casi 7.500, en 2022 fueron apenas superiores a 2.700, lo que implica una caída de 64%. Como lo revelan diversas investigaciones, el embarazo adolescente suele estar muy correlacionado con situaciones de alta vulnerabilidad. También se observa una caída de 41% en los nacimientos en mujeres de entre 20 y 24 años, en tanto que entre las mujeres de 25 a 40 años la caída de los nacimientos es inferior (próxima a 25%).

Otra variable muy relevante en las investigaciones socioeconómicas es el nivel educativo de la madre, que además de ser un proxy muy bueno de los ingresos del hogar también suele ser utilizado como predictor de variables del niño, como la probabilidad de que finalice secundaria o de que tenga un trabajo formal (entre otras).

Cuando se desagrega la caída de los nacimientos según los niveles educativos maternos, se observa que la mayor disminución ocurre para las mujeres con niveles educativos inferiores al ciclo básico. A saber, en 2015 los nacimientos de madres que tenían como máximo nivel educativo menos de ciclo básico eran casi 17.000, mientras que en 2022 esa cifra se situó en torno a 8.000; se trata de una caída de más del 50%. Las madres que como máximo nivel habían alcanzado bachillerato incompleto o completo presentan una caída similar al promedio (35%), en tanto que en el caso de las mujeres con nivel terciario completo las cifras se mantienen prácticamente iguales.

En síntesis, los nacimientos caen en todos los tramos etarios y para casi todos los niveles educativos de la madre. La caída total, que representa nuestro denominador original, es de 34%. No obstante, los nacimientos se reducen en mayor medida en el caso de las madres adolescentes y jóvenes, así como en aquellas con bajo nivel educativo.

Todo indica entonces que la cantidad de niños que nacen en hogares de bajos recursos (nuestro numerador) habría caído al menos 50% en los últimos años. La matemática simple nos diría que si el numerador cae 50% y el denominador 34%, el cociente entre ambos debería arrojar un descenso del 25%. Sin embargo, convivimos con niveles de pobreza infantil mayores.

¿Cómo se explica esto? La matemática simple no alcanza, o diría que nos está faltando algo. ¿El supuesto de ceteris paribus estaría bien? “Me vas a volver loco, Fede”, dirá el lector, “¿no acabamos de señalar que el efecto demografía tiró abajo el denominador, pero más abajo el numerador?”. Efectivamente, el efecto demografía desplomó el numerador (en al menos un 50%), pero quizá haya otra cosa, llamémosle “factor X”, que pudo haber impulsado el numerador hacia arriba, tanto como para compensar ese efecto demográfico. Es decir, hoy nacen menos niños en hogares de bajos recursos, pero los niños que ya estaban en esta tierra pasaron a vivir en hogares que antes no eran pobres y ahora sí lo son. Siguiendo las matemáticas, diríamos que estos niños antes integraban el denominador y ahora forman parte del numerador. ¿Será eso posible? Indaguemos.

De proyección en proyección

En base a las estadísticas vitales y al registro de defunciones por edad del MSP, elaboré una estimación bastante rústica (EBR) de la cantidad de personas de entre 0 y 5 años que habría habido en Uruguay en los años 2015, 2019 y 2023,2 y lo comparé con otras dos fuentes disponibles: las proyecciones de población (PP) del INE, que fueron realizadas en 2013, y los microdatos de la Encuesta Continua de Hogares (ECH). Los resultados se presentan en el cuadro siguiente.

Como se puede apreciar en el cuadro 3, para 2015 las proyecciones de población del INE estimaban casi 46.000 nacimientos, cuando según las estadísticas del MSP hubo casi 49.000. Esto produce una diferencia bastante razonable en el total de la población comprendida entre 0 y 5 años, de unas 7.500 personas más de lo proyectado por el INE para ese año.

Sin embargo, a partir de la caída que se registra desde 2016, el signo de la diferencia se invierte. Para 2019, el INE proyectaba más de 45.000 nacimientos, cuando hubo poco más de 37.000. Así, se llega a una diferencia de 11.000 personas menos de las que proyectaba el INE de entre 0 y 5 años para 2019. Dado que la gran caída continuó acentuándose en los últimos años, las diferencias, lejos de achicarse, se agrandaron. El INE proyectaba casi 270.000 personas de entre 0 y 5 años para 2023, cuando parecería que tenemos poco más de 210.000; es decir, hay una diferencia de casi 60.000 niños y niñas menos de los que proyectaba el INE para 2023.

Como también se aprecia en el cuadro, la ECH cuenta una historia que se ubica a mitad de camino entre las proyecciones del INE y mi estimación bastante rústica. Las diferencias con la ECH son razonables. Esta fuente de información estima una población de 0 a 5 años de 252.000 para 2019 (unos 10.000 menos que mi estimación) y 222.000 para 2023 (unos 11.000 más que mi estimación). Teniendo en cuenta estas diferencias, y la incidencia de la pobreza en este grupo de población (menores de seis años), calculé la cantidad de niños entre 0 y 5 años que habrían estado en situación de pobreza en 2015, 2019 y 2023,3 que sería nuestro numerador. Los resultados se presentan en el cuadro 4.

Analicemos en primer lugar las columnas. Como se observa, las diferencias en 2015 son prácticamente inexistentes: según las distintas fuentes, había entre 57.000 y 59.000 niños menores de seis años pobres ese año. Algo similar ocurre en 2019: la disminución en la cantidad de niños pobres es considerable para las tres fuentes de información; en ese año había entre 43.000 y 46.000 niños en situación de pobreza. Ahora bien, las diferencias aparecen en 2023, en particular en lo que refiere a la proyección de población (que es lo que usualmente se utiliza al hacer referencia a cantidad de personas). Según esta fuente de información, los niños pobres habrían ascendido a 54.000, mientras que, según mi estimación rústica y según la ECH, esa cifra rondaría entre 42.000 y 45.000.

Lo siguiente a considerar es que el numerador parecería haber permanecido constante al comparar 2019 y 2023, tanto en mi estimación rústica como en la ECH: la cantidad de niños menores de seis años pobres según ambas fuentes ronda los 44.000. Es decir, el efecto demografía desplomó el numerador en al menos un 50% (como vimos en la primera parte), pero el factor X lo impulsó hacia arriba, tanto que compensó la caída asociada al efecto demografía.

En tercer lugar, de no haber operado el efecto demografía, que es básicamente lo que asume la proyección de población del INE, tendríamos aproximadamente 10.000 niños más en situación de pobreza que los que realmente hay. Si hoy tenemos 44.000 niños menores de seis años pobres en lugar de 54.000, es gracias a la gran caída de la natalidad registrada en los últimos años. Ahora bien, insisto en que ese 44.000 que permanece constante al comparar 2023 con 2019 es el resultado final de dos efectos: el efecto demografía que lo impulsó para abajo, y el factor X que lo impulsó para arriba.

Para cerrar espero dos cosas: la primera es que el lector me haya tenido paciencia con tantas menciones a numeradores y denominadores. La segunda es que ojalá le haya quedado picando la duda sobre el factor X, porque intentaremos abordarlo en la próxima nota.


  1. https://ladiaria.com.uy/ciencia/articulo/2024/6/natalidad-en-uruguay-una-gran-caida-desde-2016-a-la-que-seguira-un-modesto-rebote/ 

  2. Para el resto de los años también realicé las estimaciones, pero se presenta el cuadro sólo para estos años, de manera de facilitar su visualización. Vale aclarar que el dato de defunciones está disponible para los 0 años, pero para el resto de las edades se presentan por grupo, de 1 a 4 y de 5 a 9. Se asumió que las defunciones se repartían de manera uniforme entre estos años. Es decir, si el registro total de defunciones entre 1 y 4 ascendía a 60, entonces se asumió que había 15 defunciones por edad. 

  3. Las tasas de pobreza para los menores de seis años fueron 20,57% para 2015, 17,02% para 2019 y 20,10% para 2023. 

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