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Entre lo digital y lo educativo, a diez años del Plan Ceibal

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En 2009 iniciamos una investigación (1) destinada a explorar algunos aspectos relacionados al en ese momento flamante Plan Ceibal. Lo que se presenta aquí es, en primer término, un resumen de las ideas y cuestionamientos que asomaron justamente en el marco de ese estudio y, en segundo término, unas reflexiones desde el presente, a diez años de la instauración del Plan Ceibal y a otros tantos del desarrollo de nuestro modesto emprendimiento. Tal vez lo más interesante de estas líneas consista en ir más allá de una mirada al camino recorrido en esta década, camino en el que sin dudas reconocemos avances de inestimable valor, por lo que tratamos de volver a instalar en el debate público algunas controversias respecto del sentido de la inserción de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en la educación.

Superar la brecha digital para reducir la brecha educativa, ¿o viceversa?

A dos años de la instalación del Plan Ceibal, decidimos analizar su evolución a partir de la discusión de algunos de sus supuestos fundacionales. Por aquellos tiempos, ante un escenario global en el que el auge de las TIC era el denominador común, fue cobrando relevancia en la agenda nacional la idea de tomar medidas urgentes con el fin de adecuar el país a los retos de las sociedades del siglo XXI. En ese contexto, durante el transcurso del primer gobierno del Frente Amplio, florece el Plan Ceibal, iniciativa que se orientó, al decir de quienes lo impulsaron, a disminuir la brecha digital, si bien se advertía en el decreto presidencial que lo creaba que la reducción de esta brecha sería sólo una de sus tantas finalidades.

Una rápida exploración de documentos oficiales nos llevó a visualizar que el Plan Ceibal se inscribía dentro de un proyecto más ambicioso, mediante el cual se trataría de promover la constitución a nivel local de una “sociedad de la información y del conocimiento”. A tales efectos se creaba, casi en simultáneo, la Agencia de Gobierno Electrónico y Sociedad de la Información y del Conocimiento (AGESIC), con la misión de favorecer a todo nivel “el mejor uso de las tecnologías de la información y de las comunicaciones transformando la gestión del Estado, aumentando la competitividad industrial así como la creación de empleos calificados”, en aras de “lograr una sociedad más equitativa, integradora y democrática”. Es más, uno de los ejes vertebradores definidos en la Agenda Digital Uruguay 2008-2010 de la AGESIC se enfocó hacia “equidad e inclusión social”, indicándose entonces la necesidad de “generar más y mejores oportunidades de uso y apropiación de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación para las personas, en especial grupos o sectores más desfavorecidos o excluidos”. Y tal como se manifestaba allí, desarrollar esta línea de trabajo demandaría, además de “proporcionar computadoras personales portátiles a todos los alumnos/as y maestros/as de la educación pública [...]”, mejorar “significativamente los servicios de conectividad a Internet [...]”, a la vez que promover la “apropiación de las TIC por parte de la población [...]”.

No en vano, el Plan Ceibal contaría desde el inicio con un documento de orientaciones pedagógicas, Ceibal Proyecto Pedagógico, mediante el que se alentaba decididamente a potenciar los aprendizajes escolares en función de un trabajo sostenido en red, en la web y con la herramienta. Pero, ¿estaban los maestros, las escuelas y sus comunidades preparadas para afrontar este desafío? Y más aun, ¿estaba la sociedad uruguaya en su conjunto en condiciones de realizar el tránsito, entendido este como necesario, hacia una auténtica sociedad de la información y el conocimiento?

Precisamente, fueron estas tensiones las que marcaron nuestra investigación, y en el centro mismo de la cuestión resonaba el interrogante sobre cómo favorecer una inserción reflexiva, efectiva y eficiente de las TIC, y en particular de las ceibalitas, en los ámbitos escolar, familiar y comunitario. De hecho, procesada una consulta realizada a maestros de varios centros escolares de distintas zonas de Montevideo y del área metropolitana, lo advertimos: existían serias dificultades en la inserción de las TIC para el trabajo cotidiano en las aulas, en las instituciones y con las familias de los alumnos; la capacitación de los colectivos docentes en relación con el uso de las ceibalitas resultaba insuficiente e insustancial; y, finalmente, los lineamientos que llegaban a las escuelas para el uso educativo de las computadoras eran escasos, confusos e inconsistentes.

Sobre la base de esas constataciones nos cuestionamos entonces, entre otros asuntos: ¿qué oportunidades se presentan para la construcción de una teoría pedagógica que genere espacios de convergencia entre las potencialidades de las TIC y las habilidades de los sujetos?; ¿cómo favorecer una formación integral de los sujetos en un entorno tecnológicamente mediado?; ¿alcanza con acceder, adquirir y emplear las TIC para hacer un uso crítico, libre, responsable y productivo de y con ellas? Y frente a todo esto nos planteamos: ¿superar la brecha digital determinaría, de forma tácita, una reducción de la brecha educativa?

Al finalizar la investigación teníamos más dudas que certezas, y aun así nos arriesgamos a plantear que tanto la eficiencia como la efectividad de la inserción de las TIC en la educación, por no decir en la sociedad, dependería, en gran medida, de nuestra capacidad para desarrollar localmente una cultura tecnológica-humanística, una cultura caracterizada por la confluencia e imbricación de saberes devenidos de distintas áreas del conocimiento, donde se produzca conocimiento técnico y científico de calidad articulado con una visión ética y política orientada claramente al bienestar de la sociedad y de todos sus integrantes.

Algunas constataciones y mínimas reflexiones a diez años del Plan Ceibal

En la última década Uruguay ha seguido desarrollando acciones tendientes a la constitución de la mentada sociedad de la información y del conocimiento mediante el trabajo sostenido de la AGESIC. Según el Informe de la industria TIC en Uruguay de 2014, los avances nos posicionan en lo más alto de América Latina en varios indicadores: desarrollo tecnológico, velocidad de bajada de datos, gobierno digital, sin dejar de mencionar que las exportaciones en el sector TIC superaron los 300 millones de dólares en 2012.

El Plan Ceibal se instaló definitivamente en toda la educación pública uruguaya y, no exento de dificultades, son indiscutibles e incontables las experiencias innovadoras y exitosas (2) gracias a las posibilidades que brinda enseñar y aprender mediante el uso de la tecnología. Efectivamente, se han abierto nuevas modalidades de aprendizaje por medio del uso de las TIC, modalidades que desafían e interpelan a los formatos tradicionales en los que se asientan las instituciones educativas de la modernidad, modalidades que, a lo mejor por esta misma razón, no siempre son valoradas de la manera que merecen. De hecho, si bien existen estudios que señalan que el Plan Ceibal ha tenido escaso impacto en los aprendizajes en las áreas de matemática y de lectura(3), es necesario reconocer los efectos incontrolables, tal vez poco aprehensibles con los instrumentos de evaluación habitualmente utilizados, en todo sujeto que dispone de una computadora y de acceso a internet.

Asimismo, en la actualidad es central la reflexión acerca de lo que es hacer un uso con sentido educativo de las TIC. Ya no se discute que se ha disminuido abiertamente la brecha digital, pobres y ricos acceden a las TIC del mismo modo, pero si nos referimos a un uso educativo de la herramienta, mediado por la intervención docente, el uso de las laptops no debería restringirse a la búsqueda de material en internet, por ejemplo (4).

Entendemos que un análisis de las repercusiones que ha tenido la implementación del Plan Ceibal, excede largamente estas someras líneas. Quizá todavía sea muy pronto para ser concluyentes en relación con efectos o impactos sustantivos. Cabe recordar que todas las propuestas de reforma educativa cambian en la práctica, se modifican, se interpretan, son resistidas, por lo cual es complejo determinar en qué punto estamos. Tal vez sólo se puede señalar que no hay posibilidad de vuelta atrás. Y así, lo que nos atrevemos a decir con convicción es que se debe poner énfasis en buscar la innovación didáctica apoyada en medios técnicos, y no al revés; en lograr que sean las propuestas educativas las que integren a las tecnologías, y no al revés. Permanece latente el desafío de darle un lugar a las TIC en el quehacer educativo, en definitiva, el desafío de construir colectivamente esa cultura tecnológico-humanística que pueda identificarnos y enorgullecernos.

  1. Publicada en la colección Avances de Investigación de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (Universidad de la República), en 2011, bajo el nombre Rodríguez Bordoy, L; Alonso Rodríguez, N; Aguilar, R, Superar la brecha digital para reducir la brecha educativa, ¿o viceversa? Hacia una (re)definición de las (inter)relaciones entre las TIC y la educación.
  2. Por citar apenas una experiencia de reciente difusión cabe mencionar la de estudiantes de un liceo de Tala (Canelones) que participaron en un festival internacional de robótica. Dicha experiencia nació o tomó difusión en las Olimpíadas de Programación y Robótica impulsadas por el Plan Ceibal en 2016.
  3. De Melo, G; Machado, A; Miranda, A; Viera, M (2013) “Profundizando en los efectos del Plan Ceibal”. Serie Documentos de Trabajo, DT 12/2013. Instituto de Economía, Facultad de Ciencias Económicas y de Administración Udelar).
  4. Cf. De Melo et al., 2013.

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