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Tramas y trazos de algunas formas de ser, de sentir y de aprender en el jardín

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(1) “... las instituciones no son entes de razón ni de deseo; sí en cambio quienes las hacemos al habitarlas” (2)

La experiencia aquí contada pretende recoger el espíritu que identifica a la propuesta pedagógica del jardín de infantes en el que trabajo. Está basada en un modo de pensar y de sentir la educación, y en ese sentido el relato tiene validez, antes que nada, por ser un intento, un empeño constante y continuo por seguir otra forma posible de educar, que unas veces materializa más y otras menos.

Luego de realizar unas breves precisiones sobre la propuesta en el nivel inicial, me voy a centrar en tres aspectos de nuestra práctica que están íntimamente relacionados: la pertinencia del trabajo colectivo, el lugar que ocupa el otro en esta propuesta y algunos trazos sobre una forma concreta de trabajar en modalidad internivelar.

Para comenzar, les quiero decir que hablo desde la educación pública, y dentro de ella desde el nivel inicial. Hablo de una propuesta educativa posible de ser llevada a cabo gracias a las características de nuestra educación pública: laica, gratuita, obligatoria y también autónoma. Y, particularmente, me refiero a una experiencia educativa en el nivel inicial. El jardín de infantes es una institución que en Uruguay tiene más de 100 años de existencia. Si bien hoy podemos decir que hay una mirada importante a la infancia y que todos estamos de acuerdo en que estas instituciones, además de cuidar, sostener, acompañar y socializar, educan, los que trabajamos en inicial sentimos necesario explicar, contar, fundamentar la manera de enseñar. Si sólo ponemos el énfasis en el cuidado, en el sostén, y en la contención, que siempre tienen que estar presentes en la educación inicial, podemos perder de vista la tarea educativa, la labor de enseñanza y las preciosas experiencias de aprendizaje que se dan en estos centros educativos.

En nuestro jardín queremos una educación que sea para todos y para cada uno. Atendemos las necesidades afectivas, intelectuales, vinculares de todos, apostando a la singularidad de cada uno, a su derecho a ser reconocido como persona única, especial, diferente. El desafío es poder leer las fortalezas, debilidades, necesidades y gustos de los niños y niñas de manera de poder diseñar propuestas de enseñanza que promuevan aprendizajes significativos, siempre mediados por lo lúdico, lo mágico, lo creativo, porque el niño y la niña de nivel inicial aprenden jugando.

Cada año es un nuevo desafío. El jardín de infantes no es ajeno a las dificultades que existen en la sociedad, ni a las dificultades del Consejo de Educación Inicial y Primaria. Los grupos son numerosos, faltan auxiliares de clase, las familias tienen muchas demandas; estos factores en ocasiones hacen la tarea muy difícil. Lo que hace la diferencia es el trabajo en equipo. Pensar en colectivo, intercambiar, debatir, pedir ayuda, estar con otros, sentirse parte. Confiar en la mirada del otro, en su propuesta. Por eso, convencidas de que la docencia es una construcción que se potencia a partir de las interacciones con los otros, es que comenzamos a organizar el aula en talleres internivelares.

El trabajo internivelar que realizamos tiene como principales características que se desarrolla en propuestas vivenciales, lúdicas, expresivas, apostando a la alegría, al disfrute, al buen humor y al placer por aprender. Todas las actividades son pensadas y planificadas en equipo. La consigna es que cada una de las maestras, desde sus fortalezas, realice los aportes y se ubique en el lugar que prefiera y se sienta más cómoda, teniendo la grata sorpresa de vivenciar formas que no habíamos experimentado antes y disfrutar de lo nuevo y desafiante.

Entendemos que cada taller es una oportunidad especial para promover el desarrollo emocional y cognitivo de nuestros niños y niñas, que da lugar a las diferentes formas que ellos tienen de aproximarse al conocimiento. Es por ello que en cada propuesta abordamos distintos contenidos y disciplinas, y cada uno participa desde su nivel de desarrollo, potenciados por los otros. Además, es una excelente oportunidad para el docente de descentrarse, intercambiar y flexibilizar su práctica.

A lo largo de los años, estos talleres han tenido diferentes formas y frecuencias, respondiendo a diversas variables. Si bien el equipo docente tiene la mayoría del plantel estable, siempre se dan cambios y movimientos que requieren acomodos y nuevos acuerdos. En ocasiones el equipo no logra amalgamarse, comprenderse del todo, o encontrar tiempos reales de planificación y organización de la tarea. En otras ocasiones, las dificultades se presentan relacionadas con el número de niños, con los espacios, y con la cantidad de adultos disponibles. Porque trabajar en modalidad de taller implica al niño en acción, y a un docente atento, disponible, cercano, que pueda intervenir en forma oportuna para acompañar los procesos de cada uno, tarea que se hace muy difícil en grupos numerosos.

Destacamos también las instancias de encuentro con las familias. La participación de las familias en el jardín de infantes es fundamental para construir un proyecto educativo potente y coherente. Por ello, cada vez que los invitamos, les proponemos alguna actividad internivelar. En ella buscamos dar el mensaje de unidad, de colectivo. En cada actividad ponemos en práctica la idea de institución como cuerpo, y que más allá del “grupo que le tocó este año” a su hijo/a, todos formamos parte. Esta modalidad la utilizamos para el primer día de clases, y en celebraciones como el día de la madre, de los abuelos, o del padre. En todos aquellos momentos en los cuales el énfasis está en el compartir, en el estar juntos y en disfrutar de ese encuentro. Estas jornadas nos permiten, además de fortalecer vínculos con las familias, que estas vivencien la forma en la que trabajamos con sus hijos, entendiendo que esta experiencia aporta para que comprendan y acompañen mejor la forma de trabajo del jardín.

Lo más importante que quería contar aquí es la búsqueda obstinada de las docentes de generar esos nuevos espacios de intercambio, de enseñanza y de aprendizaje para nuestros niños. Reafirmar el valor de la propuesta internivelar como un modo de sentir la educación, una búsqueda constante de otras formas posibles de abordaje, un sentir que tiene que ver con el encuentro con el otro y el trabajo colectivo, junto a una fuerte apuesta a poner en práctica instancias en las que circulen los saberes y los vínculos.

Creemos que vale la pena el esfuerzo; que cada una de las instancias nos han hecho crecer como colectivo, alejando las “soledades del aula”, han permitido compartir nuestras fortalezas y debilidades, dando lugar a que se generen nuevas formas de acercarnos a los niños y niñas, a brindar nuevas oportunidades, a que cada uno tenga su lugar. Además de facilitar el estar abiertos, atentos a las distintas cosas que pueden suceder y a estar disponibles a experimentar las distintas formas de enseñar y aprender en el jardín.

  1. Las presentes reflexiones se basan en un artículo publicado en la revista Quehacer Educativo, n. 134, diciembre de 2015.

  2. Beltrán Llavador, F (2000) “Las instituciones en el cruce de caminos”. En Frigerio, Poggi y Giannoni. Políticas, instituciones y actores en educación. Novedades Educativas, Buenos Aires. p. 75.

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