La educación es un derecho humano y, como tal, debe ser garantizado por el Estado a todos los jóvenes. A pesar de esto, la universalización de la educación y el consecuente acceso de los sectores más vulnerables representan desafíos a los que los sistemas educativos no han podido responder de forma satisfactoria.
A nivel internacional existe amplia evidencia de la relevancia de variables circunstanciales en las trayectorias educativas de los jóvenes, como las características socioeconómicas del hogar o de género. En Uruguay, algunos estudios (1) confirman estas hipótesis, dando cuenta de cómo la desigualdad de oportunidades afecta a los sectores más vulnerables y conspira en contra de la construcción de una sociedad más justa e inclusiva.
Enseña Uruguay (2) nace como una iniciativa que busca generar un pequeño aporte para cambiar esta realidad. Somos un movimiento de jóvenes comprometidos con la educación de nuestro país, que desde el trabajo en aulas de contextos vulnerables busca contribuir a que todos los adolescentes reciban una educación de calidad.
Las sociedades occidentales actuales están caracterizadas por altos niveles de desigualdad y exclusión, y la escuela como institución social no es ajena a estas condiciones. A pesar de esto, la educación es una herramienta que busca transformar la realidad, y para ello es importante recuperar un optimismo pedagógico que nos lleve a rebelarnos contra el statu quo, desnaturalizando la desigualdad y mitigando esas diferencias.
Es complejo, pero decisivo, encontrar aquellas condiciones pedagógicas e institucionales que hagan posible a los niños, niñas y adolescentes en situación de vulnerabilidad escolar, no solamente ingresar al sistema educativo, sino permanecer en él y que se les garanticen los aprendizajes fundamentales.
En este sentido, en Uruguay se ha avanzado en diferentes propuestas que buscan adecuarse a la realidad de nuestros jóvenes. Sólo por citar algunas de educación media, en las que hemos participado desde Enseña Uruguay, encontramos: dentro de la educación técnica, la Formación Básica Profesional, los Centros Educativos Comunitarios y los recientemente inaugurados Centros Educativos Asociados. En secundaria existe el Programa Aulas Comunitarias, y desde la educación no formal, la propuesta de Centros de Capacitación de Producción, que funciona en la órbita del Ministerio de Educación y Cultura.
Todas estas experiencias han buscado adaptarse a las necesidades e intereses de los estudiantes, adecuando su propuesta desde la reflexión y el territorio, contribuyendo, algunas con mayor éxito que otras, al objetivo de universalizar la matrícula y fortalecer las trayectorias educativas. Sin embargo, esta diversificación de programas con lógicas institucionales distintas enfrentan enormes desafíos de coordinación entre ellos, y muchas veces la oferta en el territorio no se ofrece de forma ordenada e integrada. Además, algunas de estas propuestas son estigmatizadas por la sociedad y esto a veces permea a los estudiantes y sus familias.
Pero las diferencias no deben ser entendidas sólo en términos socioeconómicos; pensemos también en niños, niñas y adolescentes que tienen algún tipo de discapacidad, o desde una perspectiva de género, o simplemente reconocernos como distintos, con diferentes gustos, intereses, tiempos, fortalezas y debilidades. Una propuesta educativa homogénea conspira contra esta diversidad, favoreciendo a los estudiantes que mejor se adecuan a la forma tradicional de aprender y relacionarse.
Es importante que entendamos que la diversidad nos potencia como sociedad, que no debe ser vista como un problema a resolver, sino como una oportunidad de construir una comunidad más integrada y democrática. Para avanzar en este sentido se hace necesario definir un marco de referencia curricular que se combine con una estrategia didáctica de la diversidad.
“La intervención compensatoria de la escuela debe arroparse con un modelo didáctico flexible y plural, que permita atender las diferencias de origen, de modo que el acceso a la cultura pública se acomode a las exigencias de intereses, ritmos, motivaciones y capacidades iniciales de quienes más distantes se encuentran de los códigos y características en que se expresa. Así pues, la igualdad de oportunidades de un currículum común, en la escuela comprensiva obligatoria, no es más que un principio y un objetivo necesario en una sociedad democrática. Su consecución es un evidente y complejo reto didáctico que requiere flexibilidad, diversidad y pluralidad metodológica y organizativa” (3).
También es cierto que en el intento de diversificación y contextualización de las propuestas se corre el riesgo de jerarquizar ciertas trayectorias educativas en detrimento de los jóvenes provenientes de contextos socioeconómicos vulnerables y que las desigualdades de origen se potencien, de forma tal que el problema se agrave. Es por eso que es necesario acompañar y evaluar estas propuestas, dotándolas de los recursos necesarios. La “intervención compensatoria” a la que se refiere la cita anterior significa que es necesario dar preferencia a las propuestas educativas que trabajan con estudiantes de contextos críticos, particularmente desde el punto de vista presupuestal, para “compensar” estas desigualdades de origen.
La diversificación requiere de educadores que se adecuen a una lógica didáctica que respete la diversidad de ritmos, estrategias y experiencias. Educadores que sean innovadores y reflexivos sobre su práctica, que estén involucrados en una dinámica de acción-investigación que potencie la experiencia del aula, tanto para el estudiante como para el propio docente. A su vez, para que esto suceda es necesario que la formación de los docentes avance en esta dirección y que las condiciones laborales mejoren, permitiendo mayor estabilidad y tiempo de dedicación.
Para ello, desde Enseña Uruguay diseñamos un programa que acompaña a los docentes con instancias de formación continua, que es altamente valorado por los participantes y que permite adecuar la propuesta de aula a nuestros estudiantes, impulsando el desarrollo al máximo de sus posibilidades. Esto se complementa con espacios para socializar reflexiones, aprendizajes e ideas, generando nuevas iniciativas, impulsando a que los participantes se conviertan en verdaderos agentes de cambio.
Debemos asumir que en educación no existen recetas mágicas, que es necesario comprometerse y trabajar de forma sistemática y colaborativa con otros, buscando generar las transformaciones que tanto necesitan y se merecen nuestros jóvenes.
Notas: 1. Cecilia Llambí, Marcelo Perera, Pablo Messina: “Desigualdad de oportunidades y el rol del sistema educativo en los logros de los jóvenes uruguayos”. Trabajo realizado para el Fondo Carlos Filgueira, del programa Infancia, Adolescencia y Familia del Ministerio de Desarrollo Social, 2009. 2. Enseña Uruguay es un programa que selecciona y capacita a jóvenes que se comprometen durante dos años a dar clases en centros educativos de contexto vulnerable. www.ensenauruguay.org. 3. Ángel I Pérez Gómez: Comprender y trasformar la enseñanza (segunda edición). Madrid, Editorial Morata, 1993. Pág. 29.