Por segundo año consecutivo el cuestionamiento aparece en mi entorno. En reuniones, en grupos de Whatsapp y en redes, tanto madres, padres, familiares y allegados de niñas y niños que acuden a la escuela pública comentamos con alto nivel de preocupación la elección de los temas musicales que alumnas y alumnos deben interpretar con motivo de las fiestas y festivales de fin de año de la institución.
Por medio de la gran repercusión de un posteo en la red social Facebook, en el que una amiga planteó la situación, pudimos detectar que el problema está más presente y latente de lo que imaginábamos, por lo que decidimos extender su difusión enviándolo también a autoridades y medios de comunicación.
En algunas escuelas el cuerpo docente elige y promueve, para las fiestas de fin de año, música “de lo que se baila ahora”, “música divertida”. Si bien es positivo estar abiertos a las nuevas propuestas artísticas y a la renovación de contenidos, se carece de criterio educativo en la elección de muchas de esas nuevas propuestas, ya que en varios casos se imponen canciones con letras cargadas de misoginia, machismo, sexismo y discriminación. Al ritmo de “Date la vuelta, mami. Suéltate el pelo pa’ mí. Date la vuelta, mamita, ¡ay!” o “Cuando caminas, paras el mall, culo grande, cinturita small. Ma’, tú te pasas por to’ plaza con tu cuerpo sembrando el terror”, niñas y niños cantan y bailan, naturalizando y destacando conceptos como la sumisión femenina y la cosificación, además de la erotización y sexualización de sus cuerpos, con el aval y el respaldo de la institución educativa.
Al plantear el desacuerdo a algunos pares también involucrados, pero que no encuentran motivo de preocupación (algunos padres, madres, maestras, etcétera) responden con argumentos como: “¿Y qué van a bailar, si no? ¿El pericón?” o “Si no lo bailan acá, igual lo bailan en la casa”.
La escuela es uno de los referentes más importantes en la educación y formación de todas las personas. Evidentemente hay un gran debe con la formación en género; llama la atención que hoy en día, educadores y educadoras estimulen este tipo de discursos machistas y patriarcales en forma de baile de fin de año, discursos que lamentablemente están presentes por todos lados y que son, en muchas ocasiones, incontrolables. Por lo que resulta fundamental que desde la educación en las escuelas se cultive el pensamiento crítico y que se amplíe el panorama con opciones que aporten algún tipo de concepto o experiencia enriquecedora.
No es un argumento moralista ni pacato el que nos movilizó a elevar este planteo a las autoridades de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), de quienes aún no obtuvimos respuesta. No vamos en busca de la censura y la represión porque “ahora no se puede decir” o “ahora no se puede hacer”. Se trata de hacer entender, pensar y reflexionar genuinamente acerca del por qué no debemos repetir ni naturalizar esos discursos, menos entre los niños, y mucho menos desde la institución educativa.
Es de urgente consideración la intervención de autoridades para rever y guiar en esos centros a los equipos directivos y docentes. Es de vital importancia también promover la formación en género y formación artística de educadores y referentes de los niños y niñas en la escuela. Muchos de ellos no tienen, evidentemente, las herramientas ni el criterio para brindar y transmitir mensajes fundamentales como el respeto al cuerpo propio y el de los demás, la equidad y la libertad.
Es necesario también estimular un poco la creatividad e investigar, ya que se pueden desarrollar otras opciones de propuestas artísticas diferentes al pericón o al reguetón sexista, opciones que existen y que muchas escuelas eligen. Tampoco estaría de más preguntarnos cuán necesarias son esas demostraciones de fin de año, qué aportan así como están planteadas y quiénes las disfrutan.
Esperamos poder alcanzar a las personas que guían los contenidos de Primaria, para que niñas y niños puedan crecer y vivir en una sociedad más sana, justa y libre de violencia.