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Ariel Fripp y Manuel Nieto.

Foto: Ricardo Antúnez

Secundaria promueve un método de discusión e investigación docente como forma de generar comunidades educativas

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Inspectores de Ciencias Experimentales impulsan el “estudio de clases”, metodología aplicada en Japón.

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Para muchos docentes es difícil abrir las puertas de sus clases a otros colegas. En contra de este imaginario, los inspectores del área Ciencias Experimentales del Consejo de Educación Secundaria (CES) promueven un método de trabajo que apuesta por abrir las clases, observarlas y discutirlas en conjunto. La metodología es el estudio de clases, que Ariel Fripp, actual coordinador general de asignaturas del CES, conoció en Japón en 2017, cuando era inspector de Matemática. Fue hacia el país asiático gracias a una beca de cooperación internacional y con el aval del consejo, y allí se encontró con una metodología muy desarrollada, en base a la cual los docentes intercambian sobre su práctica y construyen teoría a partir de ella.

El estudio de clases consta de tres etapas. Primero, un equipo de docentes elige una temática sobre la que planificar una clase y la diseña en forma conjunta; luego uno de los docentes desarrolla la clase, mientras los demás la observan y guardan registros y, finalmente, se genera una instancia después de la clase en la que se debate qué ocurrió en el salón, tras la que se genera un documento que sintetiza las reflexiones. La metodología es cíclica y una vez que se culminan las tres etapas se abre nuevamente el ciclo: los docentes pueden planificar la misma clase para otro grupo, tomando en cuenta las reflexiones generadas, o pueden comenzar a planificar otra temática y continuar con la metodología.

Cuando estuvo en Japón, Fripp participó en varios estudios de clase y llegó a estar en aulas con docentes observadores dentro del salón y en el corredor; cuenta que el método llega incluso a desarrollar clases en teatros. “En Uruguay existe aquella idea de que la clase es mi reino; cierro la puerta y en la clase mando yo. Te digo ‘sí, sí’ a todo lo que me recomendás, pero cierro la puerta y la clase es mía”, afirma Fripp, que apenas termina la frase aclara que también fue profesor de aula “muchos años, y yo también cerraba la puerta”. “Este método abre la clase en todo sentido, porque los profesores abren su planificación, la comparten, la ponen a consideración del resto. [En Japón] los alumnos trabajan con infinidad de observadores en la clase y en los corredores mirando, y te das cuenta de que está totalmente incorporado”, señala.

Para Fripp el método podía aplicarse en Uruguay, en particular porque apuntaba a cubrir dos líneas de trabajo en las que viene insistiendo el CES: el trabajo con otros y la generación de comunidades de aprendizaje. “Lo veía como un escenario con dos aristas interesantes: por un lado, generar grupos de profesores que discuten y reflexionan sobre lo que hacen, y por tanto construyen teoría desde su práctica, pero a su vez habría un grupo de inspectores supervisores que, siendo parte de este proyecto, también reflexionarían sobre su práctica como supervisores”, contó a la diaria. A su regreso de la beca, cuando todavía era inspector de Matemática, transmitió la idea en el área de inspectores de Ciencias Experimentales (Matemática, Biología, Ciencias Físicas, Química, Informática, Astronomía y Química) y logró contagiar su entusiasmo.

La primera vez

Así, en 2018 los inspectores generaron la primera experiencia de estudio de clase en educación media en Uruguay, con algunas adaptaciones: si bien la bibliografía refiere a experiencias con clases únicamente de Matemática, los inspectores propusieron que las clases fueran interdisciplinares, y podían involucrar a todas las materias del área Ciencias Experimentales. Por otro lado, si bien en Japón durante un año lectivo se logran concretar cuatro clases con sus respectivos ciclos, acá se apostaba a que los grupos docentes pudieran hacer dos ciclos en el año.

El año pasado se presentaron 14 liceos de todo el país a la convocatoria, de los que se eligieron cuatro donde desarrollar la propuesta, en los que los inspectores acompañaron los procesos. Manuel Nieto, inspector de Química, asegura que las cuatro experiencias, en el liceo 2 de Tacuarembó, en el liceo de Cardona, en el de Batlle y Ordóñez (Lavalleja) y en el 17 de Montevideo, fueron “totalmente diferentes y muy positivas”.

En Cardona la convocatoria fue muy exitosa y se anotaron 23 docentes para desarrollar la experiencia, lo que derivó en que se dividieran en dos grupos. En Tacuarembó hubo “un liderazgo muy claro” por parte del equipo directivo, las clases se filmaron y fueron objeto de discusión no sólo con los docentes que participaron en la clase sino con el resto. En Montevideo se anotaron tres docentes pero todos de distintas disciplinas (Matemática, Biología y Ciencias Físicas) y planificaron una clase sobre medición. “Un trabajo efectivamente interdisciplinario es aquel que surge de un problema en el cual uno siente la necesidad de que las disciplinas aporten, no se puede forzar”, destaca Fripp, y Nieto cuenta que la clase derivó en la construcción, por parte de los estudiantes, de un papímetro, un curioso instrumento de medición elaborado a partir de papas.

Nieto destacó que en las reuniones de reflexión posteriores a las clases, donde se discutió sobre las estrategias elegidas, los materiales o los ejemplos utilizados, “los aportes siempre fueron constructivos”. Asegura que la ocasión motiva a los docentes a innovar: “No son clases estándar, son creativas y en general más exitosas”. La reacción de los estudiantes ante los observadores –ese primer temor manifestado por varios docentes– fue bastante natural en todos los casos: “Al principio están pendientes, pero al rato ya pasamos desapercibidos”, cuenta el inspector.

Los inspectores aseguraron que la propuesta se plantea con flexibilidad y con apertura a las adaptaciones que puedan plantear los docentes. “Mientras se conforme un grupo de profesores que quiera discutir sobre lo que están enseñando, cómo lo están enseñando, que sean capaces de abrir el aula y den participación a los inspectores desde este nuevo rol, no nos interesa tanto qué es lo que deciden y de qué manera trabajarlo; lo que queremos es que se abra el aula y que el grupo de profesores crezca como tal”, puntualiza Fripp.

Tiempo para pensar, y pensar en el tiempo

Este año la convocatoria está abierta para los liceos de las regiones Norte I (Artigas, Salto y Paysandú) y Metropolitana I (San José y Montevideo). Los inspectores están recorriendo los liceos de estos departamentos y entre los docentes, según comenta Nieto, hay “buena receptividad” por parte de los profesores. En particular, la propuesta es bien recibida en los liceos del interior, en los que los docentes tienen mayor estabilidad en los centros y “se conocen, tienen confianza y se enganchan fácilmente”. “A veces nos plantean cómo se sentirán los alumnos con tantos observadores, pero tal vez para algunos profesores el temor es más como se sentirán ellos mismos”, reflexiona el inspector de Química.

El planteo reiterado “y real”, aclara Nieto, es que la propuesta requiere la dedicación de un tiempo adicional por parte de los docentes. “Estamos tratando de generar en las direcciones la posibilidad de que algunas de las horas de coordinación, que son remuneradas y que el sistema ya tiene establecidas, se puedan utilizar para aquellos equipos que quieran participar en este proyecto”, explicó el inspector.

Según dice Nieto, los docentes que tienen 20 horas semanales de clase cuentan con hasta cuatro horas semanales de horas de coordinación remunerada, “una reivindicación que ganamos los docentes hace un buen tiempo y que es un espacio riquísimo”. Fripp agrega que proyectos como el de estudio de clases son “lindos insumos para las coordinaciones, que hay que defender como espacios ganados no para cuestiones administrativas o burocráticas que se pueden solucionar por correos electrónicos, sino llenándolos de contenido”. Para el coordinador de asignaturas, los docentes que quieran participar deben “animarse a remangarse, a pensar, conversar y discutir con el resto de los colegas. Quizá el resto te dice que no a lo que toda la vida hiciste a puertas cerradas, creyendo que era lo mejor”.

Cambio de rol

El método supone también un cambio para la clásica tarea de los inspectores, ya que se suman a los equipos docentes en clave horizontal. Ese día los inspectores que van al liceo no inspeccionan a ningún docente, algo que aclaran explícitamente, así como que “participar en la experiencia tampoco garantiza un plus si un día el docente es inspeccionado. Se trata de generar la mayor horizontalidad posible, integramos cada equipo de trabajo”, marca Nieto. Para Fripp, el proyecto tiene una virtud en ese aspecto, ya que el inspector pasa a ser parte del equipo y, si bien uno de los docentes es el que da la clase, la planificación fue de todos, incluidos los inspectores. “Deja de ser la figura que va a inspeccionar y la responsabilidad deja de recaer sólo en el profesor. Ese pequeño cambio es sustantivo desde el rol que cumplen los inspectores: la clase ahora es de todos”.

Japón, la matemática y las competencias

Ariel Fripp estuvo dos meses y medio en Japón, a fines de 2017, haciendo un curso sobre Enseñanza de la Matemática para Educación Media. Cuenta que se llevó “varias sorpresas en cuanto a la organización del sistema educativo”, porque es muy similar al de Uruguay. El ciclo de escuela primaria dura seis años, luego vienen tres años de secundaria inferior y a continuación tres años de educación secundaria superior.

Después empiezan las diferencias: los docentes tienen estabilidad en cada liceo a través de los años, la formación docente tiene rango universitario y muchos de los liceos están asociados a universidades, porque son centros de práctica. El profesor e inspector afirma que en Japón la matemática es “una política de Estado”, y que todos los docentes que se desarrollan en la enseñanza media tienen que dar varias pruebas: una al año de haberse recibido, otra a los cinco años y una tercera a los diez. “Hay una exigencia muy grande de formación y actualización permanente”, asegura. Según cuenta, en Japón resolvieron la contraposición entre enseñar competencias y enseñar contenidos, sobre la que en Uruguay se discute mucho. “Lo salvaron dándose cuenta de lo que dice toda la teoría, que una competencia o habilidad sin contenido no existe: a través del contenido desarrollan habilidades, y cada una de las disciplinas ofrece elementos que contribuyen al mejor desarrollo de las competencias”.

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