El olorcito a cebolla, morrón y salsa de tomate ya se sentía en la entrada del liceo 54, en el Prado, apenas caía la noche del miércoles 24. Ese día estudiantes, docentes y funcionarios de la institución improvisaron una cocina en el patio para preparar varios kilos de guiso que, horas más tarde, entregaron a personas en situación de calle en el barrio; tanto cocinaron que les alcanzó para trasladarse al Centro y terminar de repartir la comida en esa zona. La iniciativa surgió del equipo de dirección del liceo, explicó a la diaria la directora de la institución, Rossana Mutarelli: “A veces surgen iniciativas iluminadas. En este caso al subdirector Pablo Lapaz, al bibliotecario y al docente que atiende el aula de informática se les ocurrió organizar esta salida como una actividad de orden pedagógico, más allá de la finalidad de repartir un plato de comida caliente al que lo necesita”.
Un par de docentes y algunos estudiantes estaban en el alero del patio supervisando dos grandes ollas que se calentaban sobre pequeñas garrafas mientras se sellaban en aceite algunos trozos de carne y chorizo; adentro, en una mesada hecha con varias mesas de los salones de clase, había una gran tabla de picar que sostenía varios kilos de cebolla y morrón picados, mientras que en otro recipiente estaban los trozos de papa, boniato y zanahoria, pelados y cortados. Cerca del fuego podían verse varios litros de pulpa de tomate, junto a paquetes de arroz y lentejas; la mise en place estaba pronta para crear 40 kilos de guiso.
Alrededor del área de cocina circulaban varias rondas de mate: docentes, estudiantes del turno nocturno, estudiantes de otros turnos, madres integrantes de la Asociación de Padres de Alumnos del Liceo (APAL) y funcionarios de servicio y administrativos compartían el rato. “Es la primera vez que hacemos esto y hemos tenido una preciosa respuesta de la gente. Estamos sorprendidos por la actividad pero la valoramos porque nuclea a mucha gente diversa que se sintió convocada: hay 20 o 30 personas trabajando, felices de hacer la tarea”, destacó la directora.
Les propusieron la idea de cocinar sólo a los 300 estudiantes del turno nocturno que concurren desde las 19.40 hasta las 23.25, y esto no fue un capricho. “No nos planteamos esto como una actividad para los estudiantes de los turnos diurnos, aunque, por supuesto, los invitamos a participar junto a sus padres. La pensamos como una convocatoria para los estudiantes del nocturno, que en este momento están en receso”, detalló Mutarelli. En el liceo 54 funcionan simultáneamente, en el nocturno, los planes 2013 y 1994, que proponen cursos semestrales para ciclo básico y primer año de bachillerato, respectivamente, y apuntan a aquellas personas que estaban desvinculadas del sistema educativo y decidieron reincorporarse.
La semestralización de los cursos implica que durante algunas semanas, entre un semestre y el otro, los estudiantes no tengan ninguna actividad que los convoque al liceo más allá de los exámenes, y esto a su vez provoca, en muchos casos, una nueva desvinculación. “Es realmente difícil para ellos, porque vienen a su curso, sólo asisten a la materia que deben, están preocupados por aprobarla y, en general, cualquier interrupción les dificulta la continuidad”, agregó la directora. “Se aprovechó este período para organizar una actividad educativa transversal en la noche, un turno en el que, a diferencia de los diurnos, cuesta mucho más generar este tipo de dinámicas; de hecho, a excepción del Día del Libro, que organizamos algo, no hay mucho más, de ahí también el valor de este tipo de iniciativas”, subrayó.
En colectivo
Para Lucero, una estudiante de primer año del nocturno, toda la experiencia fue “muy buena”. Destacó que la actividad los mantuvo trabajando durante el receso: “Nos convocaron antes de terminar las clases, entonces empezamos a trabajar, cada clase votó a sus delegados para la organización, hicimos una lista de todo lo que teníamos que conseguir y nos reunimos varias veces antes de juntarnos para cocinar”. Aseguró que a todos les gustó participar. “Somos unos 12 compañeros y nos parece que es algo totalmente distinto de lo que todos habíamos hecho antes, es una gran enseñanza”, sostuvo. Además, remarcó que encontrarse de esta forma con los profesores es muy positivo, porque “se genera un muy buen ambiente en el liceo”. Marcelo, estudiante de tercer año, comentó que la iniciativa implicó “salir de lo cotidiano”: “Es la primera vez que hago algo así en el liceo y me pareció maravilloso: todos ponemos un poco de voluntad y colaboramos. Este tipo de actividades me interesa mucho y habla mucho de cómo somos en el nocturno. Buscamos hacer cosas entre todos para darnos una mano entre nosotros”.
En la jornada también estuvieron presentes algunos padres. Patricia fue con su hija, que está en primer año del turno diurno. “Educar en lo curricular está bueno, pero atrás tienen que estar los valores que son fundamentales en la sociedad. Estas actividades después les sirven para la vida; se trabaja la solidaridad, el sentir empatía por el otro ayudando y aportando desde lo que pueden”, comentó, y agregó que el hecho de que todo se haga “dentro del liceo le da otro valor, porque son gurises que se están formando, y está buenísimo que vean lo que se puede hacer si trabajan juntos”.
En esta línea apunta la directora: “Buscamos fortalecer ciertas capacidades humanas, valores como la solidaridad y el trabajo en equipo; el espíritu comunitario que de alguna manera se genera acá trae un montón de cosas después”, entre ellas la organización del grupo, la creación de lazos y de sinergias que, espera, puedan continuar durante el resto del año. Además del vínculo entre docentes y estudiantes, esta iniciativa buscaba favorecer los lazos de los alumnos con el barrio, tal como explicó el subdirector del liceo, Pablo Lapaz: “El valor en sí es que el liceo esté integrado a la comunidad, que los estudiantes sientan que, más allá de lo académico, en programas y asignaturas, somos parte de una comunidad y tenemos un rol en ella, más allá de nuestros papeles como estudiantes y profesores”.