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Olla feminista de la comisión de mujeres de ADES Montevideo.

Foto: Mariana Greif

Profesoras feministas se organizan contra la precarización laboral agravada por la emergencia sanitaria

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Denuncian, entre otras cosas, la situación de docentes que no pudieron elegir horas, no cobraron su sueldo o se quedaron sin cobertura de salud.

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“La cuarentena no está siendo ningún privilegio para nosotras” es una de las consignas que eligieron las profesoras feministas que integran la Comisión de Mujeres de la Asociación de Docentes de Enseñanza Secundaria (ADES) para denunciar la precariedad laboral que –aseguran– se profundizó en el marco de la emergencia sanitaria por el coronavirus. La primera consecuencia fue la suspensión del proceso de elección de horas que se desarrollaba desde diciembre, lo que generó que muchas y muchos docentes se quedaran sin completar las horas del año lectivo o directamente sin carga horaria.

“Esto significa que hay docentes que en abril no han cobrado su sueldo, hay quienes no tienen sueldo, y hay otras y otros que han cobrado la mitad de sus haberes”, explicó Cecilia Pérez, integrante de la Comisión de Mujeres de ADES Montevideo, a la diaria. La profesora dijo además que, al no tener horas asignadas, hay docentes que se quedaron sin cobertura médica, incluidas “compañeras que están embarazadas y se quedaron sin atención en plena emergencia sanitaria”.

Las docentes interpretan la suspensión de la elección de horas como un “despido indirecto” y, por intermedio de la Federación Nacional de Profesores de Educación Secundaria (Fenapes), reclamaron al Consejo de Educación Secundaria (CES) dos medidas principales: el pago retroactivo de marzo y lo que llaman el “pago en espejo”, que en este caso sería cobrar lo mismo que en febrero. En una mesa bipartita, el CES contestó “negativamente” a los dos pedidos, dijo Pérez.

Las profesoras feministas convocaron ayer al mediodía a una “olla feminista contra la precarización docente” frente a la sede del CES, con el doble objetivo de denunciar la situación que atraviesa el sector y solidarizarse con compañeras y compañeros –docentes o no– que necesitaran un plato de comida caliente. “La olla es un acto de resistencia, de solidaridad y de continuar construyendo redes entre nosotras”, dijo Pérez. La actividad supuso también elegir un punto geográfico concreto para recibir donaciones de alimentos para la asociación Idas y Vueltas, que trabaja en defensa de los derechos de migrantes y personas refugiadas.

Las ollas estuvieron rodeadas por cerca de 30 mujeres que con tapabocas violetas servían las porciones a quienes se acercaban. El color violeta predominaba además en sus remeras –que tenían la inscripción “profes feministas”– y en los banderines que colgaban de la fachada del local del CES, con consignas como “profesoras sin trabajo”, “hay docentes sin cobertura mutual” y “sin mujeres no hay educación”.

Las barreras del teletrabajo

A las dificultades económicas que acarrea la suspensión de la elección de horas se suman los problemas de tener que trabajar desde las casas, una exigencia que –según las docentes– en su caso “evidencia la precarización” y profundiza las desigualdades. En primer lugar, porque el trabajo en plataformas virtuales desconoce las condiciones materiales en las que viven muchas y muchos estudiantes. En ese sentido, Pérez recordó que en Uruguay hay hogares que no tienen conexión a internet o una computadora y, por lo tanto, no tienen acceso a las clases virtuales. Esto podría implicar que, una vez que se retomen las clases presenciales, esos estudiantes queden relegados con respecto a los que sí pudieron hacer las tareas. “Todo esto evidencia problemáticas socioeconómicas que ya existían, pero que se profundizan en estas condiciones”, consideró la profesora.

Por otro lado, las docentes tampoco conocen el contexto familiar de cada uno de los estudiantes porque la emergencia sanitaria se declaró cuando el proceso del comienzo de clases recién había empezado. “Además de no saber si viven en viviendas precarias, no sabemos si algunos de nuestros estudiantes tienen que cuidar a sus hermanos porque hay padres que tienen que salir a trabajar, o si están pasando por alguna situación de estrés, vulnerabilidad o angustia en su casa”, dijo Pérez; “tampoco estamos al tanto de si tienen cubiertas sus necesidades alimentarias diarias”.

Otro de los problemas que genera el teletrabajo, según consideran, es que implica una pérdida del “vínculo pedagógico” entre estudiantes y docentes en el aula. Y ese lazo no se sustituye vía virtual. Explicó Pérez: “Cada grupo en el que nosotras enseñamos es un grupo singular, único y tiene sus particularidades. En cada aula hay aprendizajes colectivos, hay una retroalimentación entre docente y estudiante, hay reacciones, dudas, preguntas espontáneas, gestos. Todo eso queda interferido al estar mediado por un vínculo virtual: hay algo que está faltando y que se pierde”. E insistió: “Nuestro trabajo se está reduciendo a esta lógica de la tecnología, que es lo que particularmente nos está haciendo ruido”.

Pérez aclaró que las docentes se están adaptando como pueden al nuevo escenario y que el planteo no es dejar de trabajar de forma virtual, sino poner en cuestión el “discurso hegemónico” de que es una solución ideal porque “es diferente a la realidad” que viven ella y sus compañeras.

Pero, además, el teletrabajo profundiza la desigualdad y precarización porque “implica maternar, cuidar, reproducir la vida y ser docente 24 horas en un mismo espacio”, según se lee en una de las placas que la Comisión de Mujeres de ADES compartió en las redes sociales. En ese sentido, Pérez recordó que la mayoría del cuerpo docente está integrado por mujeres, las principales encargadas de las tareas de cuidado. “Nuestro trabajo asalariado se está superponiendo con las tareas de cuidados, ya invisibilizadas históricamente, no sólo de nuestras hijas e hijos que no tienen clases, sino también de las personas adultas mayores de la familia”, que son a la vez la población de mayor riesgo frente a la covid-19, sostuvo Pérez. “Esto genera mayor precarización y más estrés en nuestro trabajo”, afirmó.

Promueve otro fenómeno que tiene que ver con una parte del trabajo docente que no es remunerada y está “invisibilizada”, como la planificación de las clases, la corrección de las tareas o la actualización pedagógica. Dice otra de las placas publicadas en redes: “Mientras algunas docentes teletrabajan, dedicando más horas que las que les pagan, hay otras que no tendrán ingresos”.

Juntas y activas frente a la crisis

La olla feminista del miércoles fue apenas una de las distintas acciones que tienen previstas las profesoras para enfrentar las consecuencias de la emergencia sanitaria. En paralelo, crearon un “fondo solidario” con el aporte de todas para ayudar a las compañeras que no pudieron cobrar ya sea su sueldo entero o la mitad, porque la vida sigue y hay que comer, pagar las cuentas y sostener el alquiler de la vivienda.

También tejen redes internas para las que trabajan en sus casas; por eso crearon una carpeta virtual en la que comparten materiales, tareas y ejercicios. Esto es para todas las docentes que lo necesiten, pero especialmente para ayudar en la planificación a aquellas que tienen hijas e hijos a cargo o ejercen el cuidado de algún familiar muy mayor o enfermo.

Por otro lado, las profesionales trabajan junto con otros colectivos feministas en la elaboración de un mapeo “de las diferentes situaciones de precariedad que atraviesan las mujeres, que ya existían antes, pero que con la emergencia sanitaria y económica se profundizan aún más”, explicó Pérez.

En tanto, a nivel sindical, la Comisión de Mujeres de ADES trabaja en el diseño de varias propuestas para que sean consideradas por la directiva de Fenapes, que apuntan a que se reactive el proceso de la elección de horas y a que las docentes puedan cobrar su salario.

“Compañeras, nos tenemos”, dice una proclama de las profesoras feministas que fue difundida el 20 de marzo, una semana después de que se detectó el primer caso de coronavirus en el país. “Históricamente hemos sido las mujeres las que nos sostenemos y apoyamos ante las situaciones más difíciles, las que nos organizamos para ayudar a una amiga, armar la olla popular, cuidar a las niñas y niños de vecinas y amigas, organizar una colecta, prestar una cama, hacer esa llamada que salva”, afirman las docentes. Y piden: “Que el aislamiento sea físico y no afectivo”.

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