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Alejandra López y Manuela Costa en la Facultad de Psicología.

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“Si yo fuera Juan”: la intervención educativa que busca prevenir el embarazo en adolescentes involucrando a los varones

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La herramienta está centrada en una pieza audiovisual y una encuesta, e incluye materiales de formación para educadores y de orientación de actividades en centros de educación formal y no formal.

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Leído por Mathías Buela.
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Después de cuatro años de trabajo, se lanzó oficialmente “Si yo fuera Juan”, una intervención en educación sexual integral (ESI) que tiene el foco en la prevención de embarazos no intencionales en adolescentes mediante una estrategia de vinculación e involucramiento de los varones. El proyecto es coordinado por un equipo de investigación del Programa de Género, Sexualidad y Salud Reproductiva del Instituto de Psicología de la Salud de la Facultad de Psicología (Universidad de la República), cuenta con el apoyo de organismos internacionales como el Fondo de Población de las Naciones Unidas, Unesco y la Organización Panamericana de la Salud, y tiene el aval de varios ministerios e instituciones públicas del país.

La iniciativa es una adaptación local de un programa impulsado por la Universidad de Queen’s de Belfast, en Irlanda del Norte. Está basada en una “perspectiva transformativa de las relaciones sociales de género, de los estereotipos de género, de las masculinidades tradicionales y hegemónicas que han estado desvinculadas de este compromiso con la vida sexual y la vida reproductiva en términos del desarrollo de una sexualidad no solamente disfrutable, placentera, sino también protegida y consensuada”, explicó durante la presentación la doctora en Ciencias Sociales y psicóloga Alejandra López, que coordina el Programa de Género, Sexualidad y Salud Reproductiva, y lidera el proyecto.

La herramienta central de la intervención es un videodrama interactivo que cuenta la historia de Juan, un adolescente de 16 años que junto con su novia Ema “quedan embarazados” y esto dispara “un proceso de toma de decisión frente a una situación que no es esperada y que es compleja”, detalló López. La pieza audiovisual incluye un formulario de encuesta encriptado con preguntas sobre cómo se sentiría Juan a lo largo de ese proceso de toma de decisiones. La propuesta es que las y los adolescentes miren este material “con auriculares, en un contexto educativo –formal o no formal–, y respondan a las preguntas de manera anónima y confidencial, con una serie de protecciones y de resguardos éticos de la información”, agregó la coordinadora.

En ese sentido, “Si yo fuera Juan” apunta al “desarrollo de habilidades cognitivas, emocionales y sociales para la toma de decisiones en sexualidad y en vida reproductiva, y se apoya en el uso de las tecnologías digitales interactivas para promover la identificación, la empatía, el compromiso, poder ponerse en la situación de un otro, en este caso de Juan y de Ema”, resumió López. “Lo que busca es que cualquiera que participe en la intervención se sienta identificado con la situación y pueda ponerse en esos pies para imaginar cómo se sentiría, qué haría, y promover, por lo tanto, el proceso de reflexividad profunda sobre estos temas”, enfatizó.

La intervención incluye guías para la orientación de actividades con las y los adolescentes, porque la idea es que el video sea sólo un disparador para después abordar distintas temáticas vinculadas a salud sexual y reproductiva en clase o en los espacios comunitarios. Por eso, también contiene instrumentos de formación para docentes, educadores y profesionales que trabajan en espacios de educación no formal, y una serie de recursos en línea para referentes familiares.

Esto hace que tenga un “enfoque de multinivel”, señaló López, en tanto involucra especialmente a adolescentes, pero también va dirigida a “sus interconexiones, contextos y espacios de relacionamiento”, al apelar a “las familias, las escuelas o los centros educativos, los servicios de salud y las comunidades”.

El trabajo empezó en 2019 con la conformación de un Comité Asesor de Adolescentes y un Comité Asesor de Expertos, la obtención de los avales institucionales, y la realización de grupos de discusión con adolescentes, madres, padres, personal de la salud, educadoras y educadores. Ya en pandemia, en 2021, se realizó el video y la adaptación de las guías y de los materiales educativos que acompañan toda la intervención. Con todo esto arriba de la mesa, el año pasado se trabajó en el diseño y la implementación del proyecto piloto en centros educativos formales, en acuerdo con la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), y en centros educativos no formales, en acuerdo con organizaciones de la sociedad civil en territorio.

Principales resultados

El proyecto piloto se implementó en cuatro centros educativos seleccionados en acuerdo con la ANEP –tres liceos y una UTU– y tres centros juveniles, todos ubicados dentro de Montevideo y el área metropolitana. Se trata de los liceos 22, 47 y 7 (ubicados en La Teja y Pocitos, respectivamente), la UTU de San José, centros juveniles gestionados por El Abrojo, y la Casa Joven Casabó del Instituto de Promoción Económico Social del Uruguay (IPRU). En total, 216 adolescentes de entre 14 y 16 años llenaron el formulario y alrededor de 150 completaron todo el proceso de la intervención.

Manuela Costa, profesora ayudante en el Programa de Género, Sexualidad y Salud Reproductiva e integrante del equipo de investigación, dijo que la muestra del piloto estuvo compuesta por 48% de mujeres y 47% de varones y señaló que, “aunque los centros están ubicados en barrios específicos, tenemos adolescentes de todos los barrios de Montevideo”. También puntualizó que se trata de adolescentes de “creencias variadas” y “ascendencia racial variada”.

Una de las primeras preguntas que aparecen en el formulario encriptado es: “Si fueras Juan, ¿cómo te sentirías?”. Ante esa interrogante, las reacciones más generales apuntaron a que el adolescente se sentiría “asustado”, “shockeado” y “confundido”. En cambio, frente a la pregunta de cómo pensaban que podía sentirse Ema, a ella “la ven menos en shock y más asustada”, explicó Costa.

El cuestionario también indagó sobre si se sentían capaces de ayudar en el proceso de la pareja adolescente, lo que “habla del involucramiento de Juan –es decir, de los varones– en la situación”, especificó la investigadora. En esa línea, se les preguntó: “Si fueras Juan, ¿te sentirías capaz de ayudar a Ema?”. En este caso, 76,4% respondió que sí, e incluso la enorme mayoría (97%) dijo que iría con Ema a la consulta médica. Frente a la pregunta de cómo se sentirían durante la consulta, la mayoría (61,2%) respondió “aliviado por hablar con alguien”, lo cual para el equipo coordinador refleja “la necesidad de este tipo de espacios en estas situaciones”.

Por otra parte, la encuesta incluye preguntas específicas acerca de “todos los actores que podrían estar involucrados en el proceso de la toma de decisión de un adolescente cuando se enfrenta a la decisión de un embarazo no intencional”. Costa aseguró que la gran mayoría de las y los adolescentes le contaría a su referente femenino o masculino adulto, aunque el porcentaje es mayor entre quienes lo hablarían con su madre, en comparación con quienes lo harían con el padre.

Una de las últimas preguntas que incluye el formulario es: “Si fueras Juan, ¿cuál sería la mejor opción para vos?”. En este punto, 39,8% respondió que continuaría con el embarazo; 21,5% optaría por interrumpirlo; 18,8% consideró que es una decisión exclusiva de Ema; 15,2% piensa que no puede decidir; y 4,7% daría al bebé en adopción.

Costa dijo que el hecho de que casi 20% de las y los adolescentes piense que la decisión es exclusiva de Ema “nos puede dar dos pistas, porque habla sobre el rol de los varones en este tipo de decisiones y también de una autonomía progresiva de los cuerpos de las mujeres y de las decisiones de los cuerpos de las mujeres que nos parece interesante traer”. Por otro lado, resaltó que el proceso dejó en evidencia una “falta de visibilidad de la opción de la adopción por parte de los adolescentes y de todas las personas que íbamos consultando”.

López aseguró que el equipo está trabajando en el análisis y procesamiento del material recopilado, aunque advirtió que es necesario “contextualizar estos resultados en una población particular, que no son generalizables a toda la población de adolescentes del Uruguay”.

Las dos especialistas coincidieron en que uno de los principales desafíos que planteó esta intervención “multinivel” es que no hubo mucha participación en las actividades que estaban pensadas para trabajar con referentes familiares. “La pregunta que nos queda entonces es qué modalidades podemos traer para trabajar estos temas con familias”, señaló Costa.

El otro gran desafío es que el proyecto escale a nivel nacional, dijo López. Por eso, la idea es que aquellas instituciones públicas, privadas, organizaciones sociales, centros educativos, que tengan interés en llevar adelante la iniciativa, se comuniquen por el enlace que dice “contacto” en la página web del proyecto. La coordinadora adelantó que habrá una instancia de capacitación durante junio o julio para implementar la intervención en el segundo semestre del año con el acompañamiento del equipo.

La devolución de educadores

El lanzamiento de “Si yo fuera Juan” incluyó dos mesas de intercambio con protagonistas del proyecto piloto. Durante el primer panel, educadores y docentes de distintos centros que implementaron la intervención relataron sus distintas experiencias.

Marianela Catarino, profesora referente de educación sexual del liceo 22, dijo que es “la herramienta más innovadora que tenemos para trabajar esa temática” y destacó que “no se queda en lo que es el embarazo en la adolescencia, sino que permite trabajar los derechos sexuales y reproductivos, mitos en torno a lo que es la sexualidad y, al abrir la discusión, también se trabaja con la diversidad sexual, que no es solamente binaria y heteronormativa”. También remarcó que “si bien es desde la perspectiva del varón, trabaja con un enfoque de género y derechos humanos”.

Por su parte, la profesora referente de educación sexual del liceo 7, Gabriela Serés, resaltó que el proyecto “trae al varón a un primer plano, porque yo paso a ser Juan cuando estoy contestando, y [brinda] esta nueva posibilidad también de hablar de los sentimientos, de qué es lo que uno siente frente a eso, ponerse en ese lugar y poder conversar sobre esto”.

En una línea similar, Gustavo Fernández, de IPRU, señaló que uno de los aportes más interesantes tiene que ver con “el fortalecimiento y la mirada sobre las masculinidades adolescentes, y sobre todo qué nos pasa con la afectividad”. El referente dijo que permite poner arriba de la mesa “la afectación, qué te pasa por dentro cuando recibís una noticia y cómo lo expresás”, algo que “tiene que ver con la intimidad”, que a su entender “rompe también con el otro polo que tenemos como mandato los varones, que tiene que ver con la violencia”.

Fernández dijo que otra discusión que disparó la intervención estuvo centrada en el “mal entender que los varones tienen derecho a decidir sobre el cuerpo de las mujeres”. “Esto es importante y es importante que los que aplicamos la guía lo tengamos súper presente durante todo el proceso: que uno pueda participar y que pueda hablar no tiene que ver con decidir sobre el cuerpo de las mujeres, porque también esto es algo que está mandatado para los varones y surge naturalmente en la conversación”, señaló.

Para Federico Rodríguez, que integra El Abrojo y trabaja en el centro juvenil de Paso Carrasco que implementó el piloto, la experiencia les dejó planteada la necesidad de “seguir trabajando la interrupción voluntaria del embarazo como un derecho”. “Si algo surgió a lo largo de los talleres es que los gurises no consideraban la interrupción como una posibilidad, ni siquiera como un derecho, y cerca de 40% optaba por continuar con el embarazo pese a que la situación planteada es un embarazo no deseado e involuntario”, detalló. A su entender, esto “dejó abierta la posibilidad de seguir trabajando en torno a las opciones, tanto de la adopción, que apareció muy poco, como de la interrupción”.

Rodríguez también destacó que la iniciativa habilite poder trabajar la sexualidad “desde un lugar de placer, de deseo, y no reforzar aspectos negativos o trabajar la sexualidad desde un lugar previsionista”.

Además, en el liceo 47 el proyecto también permitió “reforzar aún más los vínculos con los estudiantes”, aseguró Laura Razquín, profesora referente de educación sexual de ese centro educativo.

La voz de las y los adolescentes

La segunda mesa de intercambio tuvo como interlocutores a siete adolescentes que participaron en el piloto en distintos centros educativos y que compartieron qué significó para ellos.

Fernanda, que hoy tiene 19 años, formó parte del Comité Asesor Adolescente y contó que su rol en el proceso de construcción de la herramienta fue “poder cuestionarnos y cuestionar esta realidad que nos envuelve a todos, no sólo a los adolescentes sino también a los padres, a las familias que acompañan, tutores, y pensar en cómo este proyecto, que venía de Irlanda, con otra cultura, otra cabeza, podía adaptarse a nuestra sociedad”. A su parecer, una de las cosas más importantes de la iniciativa es que los “hace conscientes de que la salud sexual y reproductiva es un derecho”.

Para Franco, estudiante del liceo 47, participar en el proyecto piloto fue “interesante” porque “estábamos acostumbrados a que nos contaran desde la perspectiva de la mujer, y el punto de vista del varón hace que todos tengan más ganas de meterse en el papel y explicar qué puede suceder y que no todo lo que ve el varón es malo, que puede llegar a tener una ayuda y contar con los amigos”.

Valeria, de 15 años, alumna del liceo 7, dijo que en su caso la herramienta la “ayudó demasiado” porque viene de “una familia en la que es tabú hablar sobre la sexualidad” y sabe que hay “más chiquilines” en la misma situación. Además, consideró que con la intervención “aprendió más” que en clases sobre ESI otros años: “Nos habían enseñado que las mujeres tienen este órgano, los hombres tienen este órgano, y hasta ahí, y no profundizaban mucho en las enfermedades que podés tener si no te cuidás o sobre el embarazo, el aborto, adoptar”.

En este panel también estaba Tiago, que hizo el papel de Juan en el video, y que hoy tiene 18 años. El joven opinó que “a las personas de su edad” les falta una “educación sexual de calidad” y que eso “puede llegar a ser hasta peligroso”. “Me parece sumamente importante que a gente de nuestra edad, que está explorando y descubriendo su sexualidad, se la pueda guiar para que tome las mejores decisiones posibles y tenga la menor cantidad de errores, porque a veces un error puede ser peligroso. En el caso de ‘Si yo fuera Juan’ estamos hablando de un embarazo no deseado, pero puede ser también, por ejemplo, una enfermedad de transmisión sexual [ETS], que podría ser hasta mucho más grave”, señaló. “Necesitamos primero educación sexual en todos los centros educativos y espacios donde haya gente de nuestra edad y, después, una vez que logremos eso, que sea de calidad”, apuntó.

Por el mismo lado fue Mateo, de 15 años, también participante del piloto en el liceo 7, que remarcó la necesidad de llegar con el proyecto a las y los adolescentes que no tienen educación sexual, como en el interior, “para prevenir el embarazo, pero también las ETS y hablar de la sexualidad en general”.

Los desafíos para adelante

Consultados sobre los desafíos que hay que tener en cuenta para las futuras implementaciones del proyecto, los educadores que participaron en el piloto coincidieron en la necesidad de involucrar más a las familias y –en el caso de los liceos– a docentes de las demás materias, para que estén al tanto y sepan que quizás después del taller puedan recibir a estudiantes “movilizados”, con dudas o comentarios concretos.

Además, es importante que los equipos de dirección de los centros respalden estas instancias, para poder contar con un espacio físico “bien cuidado y relativamente privado”, tener las horas necesarias para que los talleres se realicen, y sobre todo lograr “que el proyecto no quede truncado en la mitad, es decir, que no sea sólo la implementación del dispositivo, porque el video interactivo está muy bueno, pero también está muy bueno lo que sigue a partir de ese video”, especificó Serés.

Otro desafío es que los centros educativos cuenten con equipos multidisciplinarios, “porque muchos liceos no tienen ni psicólogo ni educador social, muchos tienen estudiantes de Educación Social y no tienen psicólogo, entonces estamos muy carentes de un equipo que acompañe el proceso”, enfatizó Razquín.

En tanto, para Fernández, “en un tiempo en que estamos asistiendo a algunos discursos regresivos con respecto a la ESI”, es importante recordar qué desafíos tiene el Estado respecto de este tema. En esa línea, recordó que Uruguay tiene “un plan nacional de educación sexual que hay que seguir atendiendo, al que hay que dotar de recursos para que realmente pueda ser una política sostenida y donde también esta herramienta se integre a ese plan”. A la vez, aseguró que “sigue sin haber una formación pública de educadoras y educadores sexuales”, otro “debe que tenemos como país y que tenemos que tratar de atender”.

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