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Presentación del libro Sin padre, sin marido y sin Estado. Feministas de las nuevas derechas; Pablo Semán, Diana Maffía, Melina Vázquez, Carolina Spataro y Alexandra Kohan. Foto: Julieta Bugacoff

Feministas de derecha en Argentina: mucho más que un meme

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Durante un año, las investigadoras Carolina Spataro y Melina Vázquez estudiaron a grupos de mujeres de diferentes generaciones que votaron a Milei y que se organizan y militan para tener un lugar en el liberalismo; a partir de la reciente publicación del libro Sin padre, sin marido y sin Estado. Feministas de las nuevas derechas, las autoras comparten reflexiones sobre el rol de las mujeres en la política, la construcción de agendas propias y la representación del feminismo, entre otros ejes tan incómodos como necesarios.

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Es un libro con tapa –provocadora, vistosa, original–, un lomo, que tiene guardas, portada, legales, un índice robusto y, luego, la primera excepción. En vez de dar paso a la típica introducción, Sin padre, sin marido y sin Estado. Feministas de las nuevas derechas (Siglo XXI Editores) comienza con una advertencia: “En las próximas páginas atravesaremos incomodidad, sorpresa, cierta perplejidad”. Las autoras argentinas, Carolina Spataro y Melina Vázquez, reciben así a sus lectoras y lectores, e inmediatamente refuerzan la invitación a recorrer la experiencia, convencidas de la importancia de “comprender aquello que existe, a pesar de que nos parezca inverosímil, imposible o no nos provoque simpatía”.

Porque lo que existe en Argentina, aunque cueste creerlo, es un universo diverso de mujeres que forman parte de las nuevas derechas y que en las últimas elecciones presidenciales votaron a Javier Milei, el candidato que hizo campaña declarándose abiertamente antifeminista y negador compulsivo de las desigualdades de género en su país y en el mundo.

“Las mujeres que forman parte de las nuevas derechas existían más allá de que nosotras hubiéramos posado la mirada ahí. Es un activismo que tiene un tiempo largo y es producto de dos masificaciones: la del feminismo y la del liberalismo. Entonces, no es que las visibilizamos. Tal vez sí para la academia. Pero son visibles en sus espacios, a pesar de que no les resulte fácil encontrar lugar”, aclara Spataro, doctora en Ciencias Sociales e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), en entrevista con la diaria.

Sobre las derivas del feminismo aporta Vázquez, posdoctora en Investigación en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, e investigadora del Conicet: “El feminismo llegó donde nadie hubiera imaginado o ideado que llegara, y eso es lo interesante. Fenómenos políticos pensados por fuera de compartimentos estancos. En ese marco, nuestra investigación propone repensar los términos de la conversación pública; y también del quehacer político cuando estudiamos objetos con los que no tenemos una afinidad pero cuya comprensión es necesaria para entender la dimensión, la complejidad y la profundidad de los fenómenos políticos, sociales y culturales”.

Con el desafío que implica cruzar fronteras ideológicas, durante un año –entre el 8 de marzo de 2024 y el 8 de marzo de 2025– Spataro y Vázquez entrevistaron a 47 mujeres que organizan o forman parte de grupos de activistas, a escritoras y referentes del feminismo liberal, integrantes y directoras de fundaciones, y hasta a algunos cabecillas varones del liberalismo. Realizaron observaciones participantes en encuentros cerrados y abiertos en forma virtual y presencial –en distintas ciudades y provincias argentinas–, leyeron los libros que toman como referencia, relevaron sus publicaciones en redes sociales y los intercambios que generaban, y presentaron su trabajo en reuniones a las que fueron invitadas. El ambicioso objetivo era comprender este activismo en sus propios términos.

Spataro comparte cómo se tradujo esa meta epistemológica al trabajo metodológico: “Por nuestros intereses y sensibilidades, teníamos ganas de comprender qué pensaban estas mujeres de los temas centrales que organizaron la agenda feminista en los últimos 20 años en Argentina: aborto, educación sexual integral (ESI), diversidad sexual, trabajo sexual/trata, salud sexual y reproductiva, cuidados. En consecuencia, en un primer momento les preguntábamos casi al principio qué piensan del aborto. Y no estaba bueno, porque ellas no tienen una posición acordada sobre el aborto. Tenían algo que decir, pero no era una respuesta ensayada, un casete. Como notábamos que las entrevistas se trababan, nos detuvimos. El aborto no es el tema por el que las mujeres liberales militan, por el que se juntan. El aborto no constituye la amalgama de este activismo. Entonces, seguimos preguntando –porque nos interesaba a nosotras y sabemos que va a interesar a un público lector– hacia el final de las entrevistas, y encontramos posturas que van de un arco al otro con muchos matices en el medio”.

Para Vázquez, no poder reponer los términos en los que piensan las mujeres que eligieron como objeto de estudio se traducía en una especie de violencia epistemológica: “El libro trató, después de muchos esfuerzos, de ver dónde colocar, qué capítulos escribir y cómo organizar temas que a nosotras nos parecía importante que estuvieran pero sin que generaran ruido con los elementos que son cemento para ellas: empoderar a las mujeres en la política y en la economía para no depender de padres, de maridos ni del Estado. La idea de empoderarse a través de la defensa personal y con la formación en las ideas liberales sí es el cemento en el que las 'señoras' y las 'pibas' están de acuerdo, al margen de pequeños matices”.

Melina Vázquez Foto: Julieta Bugacoff

Biblioteca propia

Entre las mujeres liberales que formaron parte de la investigación, el contraste generacional asoma como una variable diferencial de peso. Por un lado están las “señoras” –mayores de 50 o 60 años– y, por el otro, “las pibas” –jóvenes que rondan los 20 y 30 años–.

A grandes rasgos: las “señoras liberales” recibieron el mandato del matrimonio “hasta que la muerte los separe” y la vida doméstica, pero criaron hijos e hijas con otros permisos. Las de la generación intermedia se socializaron en contextos de Ni Una Menos, Me Too, el debate del aborto en 2018, y quejas por la falta de mujeres en el fútbol, en las cúpulas sindicales, los puestos de CEO en empresas, etcétera.

Finalmente, “las pibas” –veinteañeras– tuvieron ESI en las escuelas, crecieron con los ecos de las denuncias por violencia de género, e ingresaron a la política y al liberalismo en tiempos de ampliación de las ideas de la libertad con una fuerte crítica a las medidas gubernamentales de aislamiento por el covid y la estatalización de la agenda feminista que observaban en el Ministerio de las Mujeres.

Todas, sin embargo, se organizan y militan para que las mujeres tengan un lugar en el liberalismo, y hasta admiran a las “zurdas” por haber ya saldado la discusión sobre los cupos y los modos legítimos de asignar lugares en la política para poder sumar mujeres.

Específicamente, el problema de la representación tiene tanto que ver con cuántas son como con quiénes son. Así lo describe Vázquez: “Trabajamos con grupos de mujeres de muchos partidos que están dentro del paraguas de las ideas liberal libertarias. Y lo que plantean es que al liberalismo le faltan mujeres pero también que las que llegan no siguen los parámetros del feminismo liberal. Ven que, como sucede en otros espacios, los criterios de ingreso a la política se relacionan con la condición de ser madres, esposas, hijas o amantes. La relación filial que explica cómo algunas llegan a la política. O las tetas. Y lo interesante es que todas impugnan que las mujeres lleguen por las tetas, aunque para las más jóvenes –defensoras de “Mi cuerpo, mi decisión”– el dilema no es que la diputada Lilia Lemoine quiera mostrar sus tetas sino que no representa las ideas liberales. En consecuencia, no las representa a ellas tampoco”.

Lugar de encuentro con un espectro feminista más amplio: no alcanza con que haya mujeres en la política, hacen falta ciertas mujeres. En este caso, aquellas que acrediten formación en el ideario liberal del que se sienten parte.

“Para participar en política hay que tener las credenciales suficientes. Eso significa estar formada, tener los conceptos, los argumentos, saber discutir, entender de qué habla el liberalismo, de qué trata el feminismo ꟷsobre todo para las generaciones jóvenesꟷ. Por eso no consideran a Karina Milei una referencia. Karina llegó al poder por ser la hermana del presidente. No representa el concepto de mérito que permite comprender cómo militan, por qué militan y qué acciones de formación llevan adelante estas mujeres para participar en la política”, señala Spataro.

La centralidad de los libros en la formación política (liberal) reconoce otro punto de contacto con mujeres que integran otros feminismos. Siguiendo esta línea, las investigadoras dedicaron un capítulo entero a “la biblioteca propia” y descubrieron, por ejemplo, que leer a Simone de Beauvoir o a Judith Butler es un valor para las feministas liberales, porque les permite contrastar las ideas propias con las ideas del “feminismo hegemónico” con el que disputan agendas.

Menos Estado

Las mujeres liberales no identifican como un problema el plan motosierra de Javier Milei. Por el contrario, casi todas aceptan y celebran el achicamiento del Estado y de “los curros de la casta”. Entienden que el Estado es la última trampa del machismo: desde su punto de vista, se logró cuestionar a padres y maridos, pero no al “Estado–papá”.

Vázquez relaciona esta visión con la matriz liberal: “En el libro reconstruimos la crítica al Estado en los términos de cada generación y de cada época. Sin embargo, en general es una crítica a un Estado que ven excesivamente grande, especialmente durante el ciclo progresista en el país y en América Latina. Crecimiento que incluye la moratoria previsional y todo lo que supone la justicia social. Ellas polemizan un poco la historia de los derechos, no porque sean antiderechos sino porque se enfocan en el vínculo entre un derecho y alguien que lo paga. Así es que las 'señoras liberales' están más en contra de pagar impuestos. Para las jovencitas, además, el Estado aparece como una especie de ironía, de farsa, porque dice una cosa pero sucede otra. Por ejemplo, provee un botón antipánico que no evita los femicidios”.

Esta impronta que dan a la agenda económica y las propias experiencias con un Estado deficitario moldean incluso las opiniones de las mujeres liberales sobre el aborto, tema de conversación entre sus filas sin la centralidad que presenta en otros feminismos. El eje clave para ellas –estén o no a favor de la interrupción voluntaria del embarazo– es: ¿quién paga los abortos? Spataro expone una variedad de respuestas: “Algunas de las mujeres de nuestro trabajo estuvieron a favor de la ley [de aborto] tal como se aprobó; otras creen que, mientras la salud sea pública, el Estado debe garantizar el acceso al aborto; y están las que piensan que la mujer que aborta tiene que costear el procedimiento. Pero siempre resaltamos la intervención de una referente de un espacio liberal en la Universidad de Buenos Aires que argumentó desde una lectura del 'estado del Estado'. Cuando quisimos conocer su opinión sobre la interrupción voluntaria del embarazo introdujo la pregunta por el sistema de salud pública, porque imagina las dificultades del hospital de su barrio, en el sur del conurbano bonaerense, para atender un aborto si se suele esperar ocho horas en la guardia cuando te acercás con fiebre”.

Carolina Spataro Foto: Julieta Bugacoff

¿Y ahora qué?

“Sin padre, sin marido y sin Estado. Feministas de las nuevas derechas es un libro incómodo, que no resuelve nada y complejiza los diagnósticos. Por ende, leerlo resulta fundamental.

Es que las feministas liberales existen, están organizadas, se forman, logran consensos, dan batalla en todos los espacios por los que circulan, arman redes de contención y militan en torno a una agenda propia que las moviliza.

Según las autoras, “ser feminista” no tiene un único sentido ni una sola forma de expresión, y las mujeres que quieren unir ese significante a “liberal” desafían la cristalización de lo que se ha entendido por feminismo en las últimas décadas.

Y entonces, ¿ahora qué?

Lejos de marcar un camino, Vázquez proyecta más interrogantes: “Lo que surge es: ¿nosotras tendríamos un lugar con ellas? Y no importa quién es el 'nosotras', ni quiénes son 'ellas’, porque si hubiera dos lados la pregunta es la misma. Desde el feminismo progresista, preguntarse si hay algún tema que pudiera articular acciones y agendas con las mujeres del feminismo liberal. Entre las mujeres liberales, la duda es '¿nosotras tendremos un lugar en la mesa de las zurdas?'”.

Continuará…

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