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Ariel Ayala.

Foto: Alessandro Maradei

Este jueves se colocará placa de la memoria en homenaje a Adán Abel Ayala, desaparecido en julio de 1971

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Secuestrado por los Escuadrones de la Muerte, se trata, según su hermano, “del primer desaparecido en Uruguay en democracia”.

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Este jueves, en Gaboto 1681 esquina Cerro Largo, donde actualmente funciona la policlínica Gaboto, de la Dirección Nacional de Sanidad Policial, y donde en la década del 70 estaba la sede de Sanidad Policial, se colocará una placa de la memoria en homenaje a Adán Abel Ayala Álvez, “el primer desaparecido en Uruguay en democracia”. En diálogo con la diaria, su hermano, Ariel Ayala Álvez, que vino desde Brescia, Italia, donde reside, para participar en el homenaje, contó que Abel fue secuestrado el 17 de julio de 1971 y aún permanece desaparecido.

Abel, oriundo de Rivera, vino a Montevideo a estudiar Medicina y poco después consiguió ingresar a trabajar en Sanidad Policial. También se acercó a la militancia y se unió al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), y según su hermano fue una de las primeras víctimas de los Escuadrones de la Muerte. “A él lo secuestran cuando sale del trabajo a entregar un libro que le iba a prestar a una compañera. Se habló siempre de un auto rojo con una persona morocha, de pelo negro, bajo de estatura, descripción que correspondía al subcomisario [Óscar] Delega [del Departamento 5 de la Dirección de Información e Inteligencia]”, cuenta Ariel.

La desaparición de Abel se vuelve un problema para la represión, y cuando Ariel es detenido, que también militaba en el MLN-T, se intenta confundir a la población tratando de darle difusión a la captura de Ariel como si fuera la aparición con vida de Abel.

“Delega, del Departamento 5, cuando a mí me detienen, una de las cosas que trata de evitar es que yo lo mire. Cada vez que yo lo miro me dice ‘date vuelta o te mato aquí mismo’. Y durante los interrogatorios en la Jefatura fue lo mismo. Él se quedaba aterrorizado cuando yo lo miraba. Él tenía miedo de ser identificado. Sabía que había hecho algo muy sucio y tenía la conciencia sucia”, relata Ariel.

El también oriundo de Rivera agrega que una vez que lo estaban interrogando, “uno de ellos en un cierto punto me dice: ‘tu hermano nos vendió a todos’. Y entonces me di cuenta del papel que había jugado mi hermano a lo interno de Sanidad Policial. Mi hermano prácticamente había sacado todas las fichas de Sanidad Policial. No todas juntas, las sacaba de a poco por noche, y después le hacían los microfilms. Y la organización tenía el fichero en sus manos, el fichero de todos. Ellos cuando se dan cuenta de eso, se dan cuenta de que son muy vulnerables, que en algún momento podíamos ir a buscarlos. De ahí parte la decisión de hacer desaparecer a mi hermano, de secuestrarlo, matarlo, tirarlo al mar”, sostiene Ariel.

Semblanza de Abel

Para Ariel, Abel era un muchacho lleno de ilusiones que vino a estudiar Medicina a la capital del país, pero no pudo sostener el primer año, por falta de recursos, y se volvió a Rivera. En la capital del departamento consiguió trabajo como docente. “La directora del liceo lo nombra profesor. En aquellos años faltaban profesores. Y ella lo pone como profesor de Biología y Física en el liceo de Rivera. Él entra a enseñar ahí. Él podía haberse quedado enseñando, haber hecho su vida, pero decidió que no. Después de un año o dos en eso, dice ‘quiero volver a estudiar Medicina a Montevideo’”. De vuelta en la capital del país y como estudiante de Medicina, Abel logra ingresar a la Policía.

“Un mes antes de que desapareciera, vengo a Montevideo, me encuentro con él y me dice ‘mirá, del departamento 5 me llamaron para interrogarme, me tuvieron tres o cuatro horas, y después me dejaron ir, no hubo ninguna acusación en relación a mí, pero yo estoy seguro de que ellos saben algo de mí’. Yo le digo, entonces, a esta altura, te vas del país, porque te pueden llevar preso. Y él me dice ‘yo me quedo igual, porque a mí, si me llevan preso, me pueden dar asistencia a la asociación para delinquir, que son seis meses de cárcel, o asociación para delinquir, que son de un año a tres años’”, cuenta Ariel.

Ariel menciona que su hermano no podía participar en acciones armadas porque no podía mover el brazo derecho, producto de “un incidente que tuvo de chico jugando al fútbol”. Entonces, “no se le había pasado jamás por la cabeza que él podía ser una víctima del Escuadrón de la Muerte”.

Ariel estuvo preso varios años y terminó en el Penal de Libertad. “Cuando terminé la condena, pienso que voy a salir, que me van a liberar, y nada, me traen a Cárcel Central. Y después de casi un año que estoy ahí, me dicen ‘vos tenés que irte del país, nosotros no te podemos echar, la Constitución uruguaya no lo permite, pero podés hacer uso de la opción’. Ahí me doy cuenta de que ellos no tienen idea alguna de soltarme dentro del país. Ahí la sombra de mi hermano sigue descendiendo. Ellos no quieren que yo me quede en el país. Y al final hago la opción”, dice, soltando con más fluidez su español con acento italiano.

Ariel tiene 79 años. Su hermano mayor, Adán Abel, tiene 80.

“El sentido más grande que tiene la colocación de esta placa es la conservación de la memoria. Creo que la conservación de la memoria es una cosa importante. Mientras la gente recuerde, podrá defenderse y podrá actuar en contra de eso. Lo más peligroso es cuando la gente se olvida de lo que pasó. Cuando la gente se olvida de lo que pasó, es casi seguro que se repite”, concluye Ariel.

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