El 4 de junio de 1815, un día después de haber pasado por la villa de San José, Dámaso Antonio Larrañaga escribió en su Diario del viaje de Montevideo a Paysandú:
A las diez (de la mañana) emprendimos nuestra marcha en dirección a la cuchilla para evitar arroyos y huir de las asperezas de Mahoma, que nos quedaban a la derecha, llevándolas a una vista.
Las asperezas de Mahoma a las que se refiere el párroco de Montevideo y de las que procura huir no son las rispideces del profeta, sino un mar de piedras, que, al noroeste de San José, componen un paisaje singular: una extensión de unos 28 km2 de rocas separadas entre sí, algunas de enorme tamaño, que parecen haber sido esparcidas en el territorio por un dios juguetón y olvidadizo. Un decreto del gobierno departamental de San José denominó el área Mar de Piedra Profesor Jorge Chebataroff en recuerdo del geógrafo que más investigó el lugar. Su nombre habitual es Sierras de Mahoma. La leyenda dice que la habitaba un cacique guenoa llamado Ohma, cuyo nombre fue deformado por los españoles que lo bautizaron con el del fundador del Islam.
A Sierras de Mahoma se accede en el kilómetro 126 de la ruta 23 por un camino transitable en auto, que termina en una posada. Allí se paga una entrada de 60 pesos y se sigue en auto o a pie unas cinco cuadras hasta las estribaciones de la sierra. De ahí en adelante el camino sólo será caminando o en bicicleta montaña si el plan es deportivo. El área puede recorrerse siguiendo senderos señalizados o libremente, con la única precaución de tomar algunas referencias para no perderse. No ofrece mayores dificultades ya que las rocas están distantes unas de otras y las pendientes son suaves. No obstante, el visitante tendrá la opción de complicarlo trepando a los lugares menos accesibles. Se cuenta que en el paraje, que incluye algunas cuevas, se escondían los matreros, incluido el mismo Martín Aquino.
El monte indígena tiene aquí características propias y se denomina, justamente, monte de mar de piedras. El aire está impregnado del aroma de la marcela y la carqueja, que abundan. En el camino se encontrarán helechos, calagualas, tunas de variado tipo y otras especies nativas. Quienes disfrutan de los paseos autónomos y solitarios a campo traviesa encontrarán en Sierras de Mahoma una opción perfecta.
Cómo llegar y dónde comer
El circuito Mal Abrigo-Sierras de Mahoma se encuentra a sólo 126 kilómetros de Montevideo, pero el recorrido involucra cuatro rutas. Saliendo por la 1 en el kilómetro 67 se toma la 3 en dirección a San José. Por esta se llega hasta la ruta 11 que debe tomarse a la izquierda, en dirección a Colonia, en la rotonda que se encuentra justo frente a una estación de ANCAP. La 11 pasa frente al Parque Rodó, lugar de esparcimiento de los vecinos de San José y, más adelante, por el pueblo Juan Soler. Allí se encontrará una nueva rotonda donde se bifurca hacia la derecha, en dirección a Fray Bentos, la ruta 23, que lleva el nombre del escritor maragato Francisco Espínola. En el kilómetro 124 de la ruta 23 se llega a Mal Abrigo. Finca Piedra está en el 125 y el acceso a la Posada Sierras de Mahoma, por donde se accede al mar de piedras, en el mojón 126.
Desde Montevideo, entonces, el paseo puede hacerse en un día, pero también es una buena opción tomárselo con calma y quedarse en alguna de las posadas o en carpa, justo al pie de la sierra. El aprovisionamiento más cercano es el almacén rural Agromercado Mal Abrigo, sobre la misma ruta 23, o el que se encuentra en la esquina de Saravia y Bulevar Artigas, en el mismo pueblo. Finca Piedra ofrece servicio de restaurante y en la Posada Sierras de Mahoma puede optarse entre el restaurante (solicitando el servicio con antelación), cocinar en la habitación o en los parrilleros, o el horno de leña del predio. La nueva cafetería instalada en la vieja estación de Mal Abrigo es perfecta para el desayuno o la merienda, visitar el museo ferroviario y las tiendas de artesanos que se encuentran a pocos pasos.
Dos kilómetros antes del acceso a Mahoma, en el kilómetro 124 de la misma ruta 23, se encuentra Mal Abrigo, el pueblo que en 2015 ganó el concurso que el Ministerio de Turismo promueve cada año para proyectos turísticos en poblados de menos de 5.000 habitantes. Mal Abrigo se extiende hacia ambos lados de la ruta. Viniendo desde Montevideo, a la derecha, se encuentra el “pueblo nuevo” y a la izquierda el “pueblo viejo”. Fue aquí donde los vecinos reconstruyeron, con el dinero ganado en el concurso y trabajo voluntario, el área de la vieja estación de AFE, que en Mal Abrigo tenía una extensión mayor de la habitual dado que era un punto de confluencia de varios recorridos y no sólo una estación de paso. El edificio principal se recicló como una cafetería y un museo ferroviario. Las casas destinadas antes a trabajadores de la empresa de trenes se recuperaron como tiendas de artesanos de la zona: ceramistas, un cuchillero que reutiliza el acero de viejas herramientas rurales y una tejedora que confecciona prendas en lana con diseños propios.
El área completa de la estación luce impecable y constituye en sí misma un paseo. Pero no está a la vista desde la ruta que atraviesa el pueblo ni hay, todavía, carteles que anuncien sus mejoras. Llegando a Mal Abrigo hay que detenerse y preguntar por la estación. Todo es muy cerca, fácil de acceder y atendido por los mismos vecinos.
El circuito de paseos en la zona se completa con el tambo de cabras Los Vientos y los viñedos Joanicó. En ambos casos, la visita debe coordinarse con anticipación.
Las opciones de alojamiento en la zona son al menos tres y diferenciadas entre sí. La Posada Sierras de Mahoma ofrece habitaciones económicas con facilidades para cocinar, dos opciones de camping, bicicletas y la posibilidad de contratar cabalgatas. Está ubicada justo en el acceso al paisaje natural, que es el principal atractivo de la zona. La estancia y viñedo Finca Piedra, distante apenas un kilómetro del acceso a las sierras, propone similares opciones de paseos a caballo y senderismo, pero en un entorno donde la calidad de las instalaciones, la oferta del restaurante y una piscina amplia con vista al viñedo configuran una alternativa más refinada. Por último, el parador El Galpón, que se encuentra a la entrada del “pueblo nuevo” si uno viene desde Ismael Cortinas, tiene acondicionada una habitación dormitorio que también es una opción.
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