Lo que se entiende por bañado —una tierra baja que se inunda con agua dulce— forma parte de un paisaje más complejo que los expertos denominan “humedales”. Los bañados de Rocha son, desde 1976, parte de un área protegida por declaración de la UNESCO que lleva por nombre Reserva de Biosfera Bañados del Este y Franja Costera. Si bien más de 90% de su superficie son tierras privadas, el viajero podrá asomarse a la belleza de los bañados sin demasiadas complicaciones: cuando el agua se anega e inunda los campos, el festival de aves y vegetación se aprecia desde las carreteras y los caminos vecinales. Rocha es así: si lo que uno quiere es ver aves, el espectáculo está asegurado. Alcanza apenas con relajarse, levantar el pie del acelerador y dejarse cautivar por lo inesperado.
Un alto en la ruta
Cuando no hay seca y los bañados se hinchan de agua, una variedad de aves carismáticas se deja apreciar en todo su esplendor. Si uno toma la ruta 14, ya sea viniendo desde la ruta 9, girando en la ex aduana de la Coronilla, como atravesando Castillos y tomando la ruta 13 y luego la 16, en el kilómetro 488 se encontrará con un mirador de aves recostado, como sesteando, sobre el bañado de los Indios.
Construido por Probides (Programa de Conservación de la Biodiversidad y Desarrollo Sustentable en los Humedales del Este), el mirador de madera ofrece la oportunidad que todo fisgón de la naturaleza desea: poder mirar sin ser visto. Entre la vegetación, que abunda en totoras, lentejas y repollitos de agua, espadañas y camalotes, uno podrá, suerte mediante, quedarse hechizado observando al pequeño pico de plata (Hymenops perspicillatus). No sólo es un ave grácil y bella, sino que entre su renegrido plumaje y el halo claro que rodea sus ojos, es difícil apartarle la vista.
Lejos, casi chapoteando en el bañado, es más factible ver a los espléndidos chajás (Chauna torquata). En grupos de varios individuos, su presencia se impone en el bañado. Si por fortuna alguno de ellos remonta vuelo o aterriza, enseguida uno aprecia el verdadero tamaño de estas aves majestuosas. Sus alas, enormes, sus plumas ceniza luchando contra la resistencia del aire y su canto inconfundible son una experiencia de esas que perduran mucho más allá del viaje.
Áreas protegidas
Grandes extensiones de bañados se encuentran dentro de áreas protegidas. Al amante de la naturaleza uno le recomienda llamar a Probides (4472 5005) y coordinar una visita al Parque Nacional San Miguel.
Cercano a la ciudad de Chuy, en la frontera con Brasil, y como parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas, el Parque Nacional San Miguel es de libre acceso, aunque coordinar la visita nos permitirá contar con la experiencia y la guía de los guardaparques. Más allá del valor histórico del fuerte, al ingresar uno enseguida se sorprende ante unas vacas que nunca había visto antes. Ironía del destino, esos animales son el reservorio genético del ganado criollo que pastó por cientos de años en nuestras praderas, antes de que la ganadería se inclinara por cruzas mejoradas de otras partes.
En los bañados de San Miguel uno podrá observar espátulas rosadas (Platalea ajaja), cuervillos (Phimosus infuscatus) y a la majestuosa garza mora (Ardea cocoi). Nuevamente, recién teniéndolas enfrente uno se percata del enorme tamaño de algunas de nuestras aves. La elegancia de la garza mora, su vuelo armonioso y su elegante andar contrastan notoriamente con sus graznidos, mezcla de perro atorado con gofio y llamada amistosa de carpincho.
Si bien no son habitantes exclusivos del bañado, sería una pena estar en San Miguel y no ascender hasta el cerro Picudo y maravillarse con los buitres. Allí, apenas señalizado por unas tablas que asemejan un estacionamiento, nace un camino para andar a pie que nos lleva a una cima. Al llegar la sensación de tener la cabeza en el medio de una bandada de buitres de cabeza colorada (Cathartes aura), negra (Coragyps atratus) y hasta amarilla (Cathartes burrovianus) en un día de suerte es difícil de comunicar con palabras.
www.delaraizfilms.uy
El paraíso en la Tierra
Sobre la ruta 10, en el tramo que une los balnearios Valizas y Aguas Dulces, se encuentra el establecimiento El Paraíso. Situado en un lugar privilegiado, los dueños de casa, Sandra y José Luis, nos pueden guiar por su reserva de fauna, que incluye tanto animales en corrales como otros en estado silvestre.
Allí, por una entrada con un precio irrisorio, habrá oportunidad de ver los animales que tal vez no hayan aparecido en los bañados. Carpinchos y mulitas comparten predio con faisanes de los más diversos colores y aves de corral variopintas. Coordinando por el 099 050 637, un almuerzo con asado y postres caseros será un broche de oro para este encuentro con la naturaleza.
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